El cormorán y la garcilla de la fotografía se dieron un festín sin miedo a los mirones con los pececillos que acudían a comer entre los restos de posidonia vertidos en la playa de Cala Salada el miércoles pasado durante la operación de reposición de la esta planta marina, tan beneficiosa que su llegada fue como si hubieran llamado a rancho.