Un poemario escrito con monosílabos y dirigido a un público infantil y juvenil de la ibicenca Iolanda Bonet y cuatro relatos «marginales» escritos en Marruecos de la catalana Ivone Puig son las dos obras ganadoras del Premi Baladre 2013 concedido por el Institut d´Estudis Eivissencs (IEE).

La escritora ibicenca y la filóloga y antropóloga catalana, que aún no se conocen en persona, pero sí han tenido «una muy buena relación por teléfono» con motivo de una charla que Puig realizó hace unos años en la isla, explicó ayer Bonet, compartirán los 1.200 euros del premio. Este se entregará el próximo día 21 en un acto organizado en el Curs Eivissenc de Cultura.

«Ayer [lunes] cuando me llamó el director del IEE me comentó que el premio era ex aequo pero no me dijo quién era la otra persona [que había ganado]. Y cuando cogí los billetes [a Ibiza] pensé: voy a aprovechar para llamar a Iolanda Bonet a ver si finalmente nos vemos. Y esta mañana abro el ordenador, veo la noticia en un periódico y leo que la otra persona es Iolanda, y se me han puesto los pelos de punta», explicó Puig.

En sendas conversaciones telefónicas, ambas escritoras aseguraron sentirse «muy contentas» por el reconocimiento, que habían recibido con «sorpresa».

«Estoy muy contenta sobre todo porque de poesía infantil y juvenil en catalán hay pocos premios y que te den uno siempre alegra. Además, hacía tiempo que no recibía uno y los que tenía ya estaban como un poco oxidados», comentó entre risas Bonet.

Su libro, ´Més que mots´, es una recopilación de 50 poemas escritos tan solo con monosílabos que le ha supuesto un gran trabajo «teórico, práctico y poético». «Es algo curioso de hacer y muy interesante», dijo la escritora, que añadió que los poemas «tienen historia, cuentan algo» y que en ellos hay «animales, sensaciones, muchas cosas».

La idea surgió de sus ganas de hacer algo para el público infantil y juvenil. «Como escritora soy un poco especial porque no me dedico a un solo estilo, sino que voy variando. Hacía tiempo que no hacía nada infantil y juvenil y tenía ganas. Además, me gusta tocar temas diferentes y entre ellos la poesía, que es un reto», resaltó. Los poemas fueron surgiendo al mismo tiempo que escribía otros libros. «Los fui guardando y al final los recogí todos y así es como salió este», afirmó.

Para ella, escribir para niños no es más difícil que para los adultos. «Hay gente que me lo ha dicho, que escribir para niños es imposible, pero yo creo que lo que se necesita es conocerlos. Y claro, si trabajas con ellos [Bonet fue maestra muchos años y ahora está en un instituto] y, sobre todo, si los escuchas, no es tan difícil», concluyó.

Personajes «al límite»

La obra de Puig, ´150 milles al sud d´es Cap´, es totalmente diferente a la de Bonet. Se trata de cuatro relatos que la autora escribió en el año 2009 y que, aseguró, no había mostrado a nadie porque no tenía «mucha seguridad» en ellos. «No los había leído nadie. Los veía demasiado tristones, en relación a lo que he escrito posteriormente, que es muchísimo más optimista o de un tono más jocoso, y no me acababa de decidir [a mostrarlos]», apuntó.

Sin embargo, cuando le llegaron las bases del concurso se acordó de ellos, pues cumplían los requisitos exigidos, y los rescató del cajón. «Yo estaba en Marruecos trabajando de nuevo y en ese momento tenía una novela que había enviado a otro concurso y que no podía mandar a este, así que rescaté esos relatos y me ha ido de coña», contó.

En el año 2009 Ivone Puig obtuvo el Premi Joan Castelló con una recopilación de cinco relatos cuyo nexo común era la marginalidad que escribió mientras hacía trabajo de campo en Formentera y Vila para su tesis sobre marroquíes residentes en las islas. Los de ahora, escritos cuando se fue a Marruecos para abordar «el contexto de origen de los migrados», no tienen relación con estos anteriores, pero sí parecen convertirse en una continuación. «No tienen relación, pero sí. No sé qué me pasa que en todos los relatos que me premian toco siempre personajes muy marginales. Son relatos de la gente que veía por la calle en Chauen, donde vivía. Me inspiraba y son así, siempre de gente un poco al límite o pobre o muy desamparada», recordó la antropóloga.