Ayer a las ocho de la mañana, en la pequeña cala que hay al final del puerto de Sant Antoni, frente al faro de ses Coves Blanques, un numeroso grupo de jóvenes participaba en un botellón al parecer poco casual, porque la cifra de asistentes aumentaba por momentos. Turismo de borrachera desde primeras horas del día para la castigada bahía de Portmany.