El futuro nuevo hospital de Ibiza hacía meses que no veía tanta gente con casco y chaleco fosforescente paseando entre placas de hormigón y cables de la luz. Si, como dice Antonio Gómez, gerente de la unión de empresas que lo construye, en estos momentos hay 28 personas trabajando en las obras, ayer había casi más políticos que obreros. Pero no para echar una mano poniendo bloques o colocando falsos techos. De hecho, casi ni para visitar las obras. El recorrido por la futura mansión de la sanidad pitiusa fue, nunca mejor dicho, como la visita del médico. Ver el monumental vestíbulo (la entrada del bloque D, según los planos), echar una ojeadita al espacio vacío que algún día (velas a Santa Rita mediante) será el deseadísimo servicio de radioterapia, admirar la casa payesa que deberá restaurarse y que queda empotrada (la arquitecta, Isabel Gil, dijo «integrada») entre varios bloques, subir un tramo de escaleras, paseo por una planta de consultas externas (algunas ya tienen hasta el reloj colgado en una pared), bajar por las escaleras y de nuevo al vestíbulo. Poco más de 20 minutos y apenas una mísera parte del complejo hospitalario visitado.

Explicaciones, también las justas. Únicamente al inicio de la visita, frente a los planos, donde Gil detalló al conseller balear de Salud, Martí Sansaloni, todo lo que quería saber: le tranquilizó asegurándole que es imposible que aparezcan nuevos restos arqueológicos que hagan peligrar su heredado Xanadú y le garantizó que las obras estarán acabadas a finales de año. «Si es que nos han puesto contra las cuerdas», se escucha entre el grupo de la constructora que se agolpa frente a los planos.

Tres meses ha tardado Martí Sansaloni III (sucesor de Antoni Mesquida II) en visitar Ibiza tras su nombramiento como conseller. Tres meses en los que, al parecer, le ha dado tiempo a aprenderse bien la lección. Ayer, daba igual la pregunta, había combinaciones de palabras que tanto valían para una radioterapia como para un centro sociosanitario. Hasta en cuatro ocasiones repitió «disponibilidad presupuestaria» para eludir dar una fecha concreta (es decir, se hará cuando haya pasta), las mismas veces que intentó despistar con un «lo importante es...» para responder con la claridad del oráculo de Delfos (o sea, ninguna). Tres veces insistió en que el hospital será «moderno y adaptado a las necesidades de los pitiusos», así, del tirón (como quien dice «marco incomparable») para acabar pronto y poder coger el avión de regreso a Palma lo antes posible. Ni un minuto más de lo imprescindible se quedó Sansaloni en Ibiza.

Para tan escueto recorrido no hacía falta que la conselleria pusiera dress code. «Calzado cerrado y plano», rezaba la convocatoria. Etiqueta de obra que se saltaron las mujeres (muy escasas, por cierto) de la comitiva de la conselleria, el Ib-Salut, el Área de Salud de Ibiza y Formentera y la unión temporal de empresas (unas 25 personas, más o menos, y eso que no asistió nadie del Consell de Ibiza, alegando que estaban en Fitur). Prácticamente todas ellas lucieron tacón.