«En la actualidad sobrevivimos gracias a nuestras familias. Hace dos años regresamos a nuestro pueblo, en Sevilla, con la esperanza de encontrar una vida mejor, pero allí las cosas están todavía peor», se lamentó ayer Juan Miguel, que ha vuelto a la isla por unos días para asistir, acompañado por su esposa, al desahucio de la casa en la que vivían con sus tres hijos en Cala de Bou.

«Escuché en las noticias que se habían paralizado todos los desahucios y decidimos venir, pero ya estamos comprobando que no es así», explicó Juan Miguel, antes de reunirse con la recién creada Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) de Ibiza, para solicitar asesoramiento.

«No sé muy bien qué va a pasar mañana [por hoy], pensaba que el banco ya había subastado la vivienda», comentó este hombre, que hace unas semanas recibió una notificación de un juzgado de Ibiza en el que se le informaba de que hoy a las 10 horas deberá entregar las llaves a una comisión judicial. No piensan oponerse al desahucio.

Juan Miguel tiene 46 años y comenzó a trabajar en la isla cuando cumplió la mayoría de edad, casi siempre en la construcción. Su esposa, también sevillana, trabajaba los meses de la temporada turística en negocios de hostelería.

Compraron una casa más grande

Hace algo menos de 25 años, poco antes de casarse, compraron un piso de 60 metros cuadrados en Sant Antoni. Tienen tres hijos, todos varones, de 23, 14 y ocho años de edad. Ante la llegada del benjamín y puesto que la vida les iba muy bien, vendieron el apartamento y se trasladaron a un adosado en Cala de Bou.

Pagaron unos 60.000 euros de entrada y solicitaron una hipoteca de 130.000 euros. «Al principio no teníamos ningún problema para pagar las cuotas, que rondaban los 600 euros al mes», explicó Juan Miguel.

Sin embargo, llegó la crisis, el euribor no paraba de subir y la pareja se quedó en el paro. Todavía no han encontrado trabajo. Antes de emigrar, alquilaron la casa por 800 euros, con lo que conseguían pagar la hipoteca, que en 2009 ya alcanzaba cerca de los 900 euros mensuales.

Ahora, se van a quedar sin el adosado y con una deuda cuya cifra todavía desconocen. «En casa de mis padres vivimos en la actualidad siete personas: ellos, que están jubilados, mi mujer, mis tres hijos y yo», se lamentó Juan Miguel. Además, estaban escolarizados en Ibiza y se han tenido que adaptar a la vida en el pueblo, explicó para finalizar.