Habla de la Flower Power como si fuera una proyección de si mismo. Acepta a regañadientes que una foto suya acompañe esta entrevista y, cuando nos facilita una imagen, su figura sólo se ve de lejos. Afirma que lo importante es la Flower y no él, mientras revisa todos los detalles de un evento que coincidirá con el aniversario de su amigo Juan Suárez, que demostrará sus habilidades como anfitrión.

—¿Qué nos ofrecerá la Flower Power del próximo martes?

–A partir de las once de la noche habrá un pasacalles en el puerto de Vila. Luego, todo se traslada a Pachá. Será una fiesta bonita, con la música de siempre, muchas risas y muy buen ambiente. La Flower, en definitiva.

—¿Cómo surgió la idea de celebrar estas fiestas temáticas?

–Pachá empezó cuando todavía estaba muy reciente la época del flower power. En los setenta terminábamos la noche pinchando éxitos antiguos. Sin embargo, la obligación de una discoteca es poner lo último y esas canciones se alejaban en el tiempo. En el año 1981 recuperamos esta tradición y le dedicamos una noche temática: la primera Flower Power de Pachá.

–¿Por qué conecta con tanta gente?

–Se trata de un público distinto al que habitualmente asiste a la discoteca. No son clubbers. Es una noche diferente, la música es más suave. Después de tantos años, la fiesta ha creado fidelidades.

–¿Qué palabras utilizaría para definir esta fiesta?

–Es diferente, musical y mentalmente. Es muy enérgica. La música dance actual es repetitiva y crea un estadio hipnótico. La Flower Power, en cambio, te obliga a estar despierto. Es más sonriente.

–¿Con qué criterio realiza la selección musical?

–Pongo la música que le gusta a las chicas, porque ellas son las que aseguran el buen ambiente y a las chicas les gusta más el pop que el rock. Cuando ellas salen a la pista, los chicos también bailan porque lo que quieren ligar.

¿Por qué triunfa tanto David Ghetta? ¡Porque gusta a las chicas!

–Usted empezó a pinchar 1967. Después de tanto tiempo, ¿ha aprendido algo sobre el público?

–Creo que los disc-jockeys no son tan importantes. Lo que de verdad importa es tener psicología. Me da igual que un dj sepa más canciones que nadie o que sea un virtuoso con las remezclas. Lo importante es armarla en la pista de baile, que la gente se mueva.

–¿Por qué sigue gustando la música de los sesenta?

–Porque la hicieron auténticos genios. Había mucha competencia creativa: los Beatles, los Stones y los Beach Boys intentaban superarse mutuamente. Ahora, gracias al sistema de sonido de Pachá, esa música suena mejor que nunca.

–Han realizado una gira del Flower Power por Milán, Madrid y Barcelona. ¿Qué tal la experiencia?

–Muy bien. En Milán se quedó muchísima gente en la calle y vino la policía porque les sorprendió esa aglomeración. Los asistentes eran invitados del mundo de la moda y la decoración.

–¿Cómo fue el retorno desde Milán?

–Nos atrapó la dichosa nube de ceniza volcánica y tuvimos que volver en coche: de Milán a Dénia y luego en barco. En verano me preocupa que esto nos dificulte la llegada de los disc-jockeys a la isla.

–¿Es exportable esta fiesta, o es indisociable a Ibiza?

–A otra discoteca no se puede llevar. Sólo es exportable si se organiza como un evento especial. Las discotecas tienen un público clubber. La Flower sólo se puede llevar fuera si creas un marco para un acontecimiento único.

– ¿Cómo se bailaba los sesenta?

–Muy distinto. En España apenas había discotecas. Nadie se drogaba. Tampoco se bebía demasiado alcohol porque los cubatas eran caros y los jóvenes no tenían dinero. En esa época, la droga era la música. Cuando apareció la música pop, la música negra... fue como una explosión. La gente se movía muchísimo, mucho más que ahora. Eso fue una liberación.

–La marca Flower Power ha triunfado, al menos en Ibiza, donde hay muchas fiestas que se llaman así.

–Es un tema que me molesta bastante porque el inventor de la fiesta Flower Power fui yo. Me parece genial que hagan fiestas así, pero sería más honesto si los organizadores le cambiaran el nombre, porque eso es apropiarse indebidamente de una marca. Pero la verdad es que ya me he resignado.