José del Río Mons (Santander, 1951) es un marino mercante que hace treinta años cambió los barcos por las cámaras fotográficas y la publicidad. Dejó los barcos pero no quiso estar lejos del mar, por eso desde hace treinta años también pasa largas temporadas en Ibiza, en una casa payesa de las de antes, es decir, sin luz eléctrica ni agua. Mañana inaugura su primera exposición en la isla, en el Club Diario de Ibiza, una muestra retrospectiva de fotografías que han aparecido en sus cinco libros publicados hasta el momento en colaboración con poetas.

—Lleva viniendo a Ibiza desde hace 30 años, pero no había expuesto nunca en la isla.

—Bueno, sí, pero no por nada especial, sólo que he empezado a exponer tarde. Mi primera exposición fue en Santander en 2006. Desde entonces he expuesto sólo cuatro o cinco veces más. Lo que sí había hecho era publicar algunos libros.

—Pero sus primeros trabajos fotográficos son de 1981.

—Empecé en Nueva York, durante una temporada que pasé allí. Un día me presentaron a Ernst Hass, un grandísimo fotógrafo, por entonces director de la agencia Magnum, y aquel encuentro me impactó. Arraigué desde aquel momento, y de manera definitiva, en el mundo de la fotografía. Hass me pidió entonces que hiciera unas fotos para un audiovisual que, por cierto, no llegué a ver nunca. Y sé que también las utilizó para unos seminarios que hacía en verano.

—¿Y qué siguió a estos primeros pasos en Nueva York?

—Lo que siguió es que regresé a Madrid y me puse a hacer fotos. Ahora bien, yo era marino, éste había sido mi oficio hasta entonces, y todavía hice un último trabajo: patrón de un yate en un viaje de siete meses por el Mediterráneo. A mi regreso, entré de ayudante fotográfico en el estudio de Max Sachs y poco después en el de José Luis Porrúa. Este último era el fotógrafo de la agencia de publicidad Clarín. Y con él estuve muchos años. Todo esto tiene que ver a su vez con mi mujer, Paloma Gardoqui, arraigada en el mundo de la publicidad, y a la que conocí cuando regresé de Nueva York. Y finalmente puse yo también mi propio estudio de fotografía publicitaria.

—¿Empezó pronto también a hacer otro tipo de fotografía?

—Sí, al mismo tiempo, empecé a hacer otras fotos con los retales que me quedaban de las fotografías de publicidad. Empiezo a hacer retratos de poetas: José Hierro, Gabriel Celaya, Rosa Chacel...

—¿Por qué poetas?

—Bueno, no puedo menos que evocar aquí a mi abuelo, José del Río Sainz, gracias al cual siempre he tenido, desde niño, un vínculo con la poesía. Mi abuelo fue un importante poeta modernista, nacido en 1884 en Santander, premiado en diversas ocasiones y, sobre todo, un hombre muy beligerante en el mundo del periodismo. Estas cosas al final afectan con el tiempo en la vida de uno. En mi infancia he conocido las tertulias de los años 50 y 60, con aroma de coñac y puros apagados, con mi abuelo y sus amigos poetas e intelectuales: José María Cossío, José Hierro, Gerardo Diego, Concha Espina, los de la Serna...

—¿Le interesaba hacer retratos?

—Me interesaba el retrato, pero sobre todo la poesía. He seguido desde entonces haciendo fotografías de poetas, hasta alcanzar casi un centenar, así que hay autores en mi colección de muy diferentes generaciones. Pero es que, además, he publicado cinco libros de fotografías en colaboración con poetas amigos.

—¿Qué va a encontrarse el público de la exposición que presenta en Club Diario de Ibiza?

—Son fotografías escogidas de mis cinco libros publicados. El primero se titula ´Animales domésticos´, con poemas de Luis Alberto de Cuenca. Son fotos que hice en el Antiguo Colegio Imperial, en las aulas de ciencias naturales. El segundo libro se titula ´El enemigo oculto´, también con poemas de Luis Alberto de Cuenca y diseño de Alberto Corazón. Es una propuesta a un mundo que tal vez no existió pero que lo soñamos todavía. El tercer libro, ´Años jubilares´, lo hice en colaboración con Rafael Gutiérrez Colomer, amigo mío y paisano, arquitecto, poeta, galerista, editor. Me llamó un día para decirme que se estaba muriendo y que estaba escribiendo unos poemas para despedirse. Me dijo que le gustaría que pusiera algunas fotos al libro. Así que fui a verlo y le hice unos retratos de sus últimos días, interpretando un poco lo que le iba ocurriendo día a día... El cuarto libro se titula ´Roto Madrid´, nacido de la rabia, después de cerrar mi productora, con ganas de salir a la calle y hacer fotografías sin parar. Son imágenes de Madrid con poemas de Amalia Bautista. Y finalmente, el quinto libro, que he publicado recientemente, ´Elogio del desierto´, con poemas de Julio Martínez Mesanza e imágenes del desierto de Túnez, donde estuvo viviendo Julio durante unos años.

—¿Ha hecho también fotografías en Ibiza?

—Sí, claro. De hecho en la exposición hay una sección dedicada a la isla, que forma parte de un proyecto que he empezado hace un año, titulado ´Ibiza, siglo XXI´, y que espero acabar dentro de muchísimos años... Es un proyecto que no tiene fin.

—¿Hay una Ibiza aún por fotografiar?

—Sí. Hay una Ibiza en pleno cambio muy interesante. Me gusta fotografiar siempre dos cosas a la vez: las que se ven y las que no se ven. Hay también un aspecto muy interesante: siempre puedes encuadrar la cámara en algún lugar y encuentras un fragmento antiguo de Ibiza. Esto no ocurre en todas partes, ni mucho menos. Lo normal es que el desarrollo y los cambios desfiguren completamente el lugar. Sin embargo, aquí todavía hay una pervivencia que no sólo está en ciertos objetos, rurales o urbanos, sino también a veces en las personas.

—¿Cómo está la fotografía hoy en España?

—Hay muchos nombres muy buenos. He estado en jurados de premios nacionales y lo sé. Me gusta mucho, por ejemplo, Chema Madoz, Rafa Sámano... Pero a mí me gusta hablar también de los fotógrafos que curran todos los días y que nadie conoce, que tienen estudios, se juegan las habichuelas y les resulta difícil vender una foto. Los hay buenísimos. Me gusta destacarlos, porque para mí la fotografía siempre ha sido sobre todo oficio y trabajo.

—El filósofo y poeta Ignacio Gómez de Liaño vendrá la semana que viene a su exposición para hablar de ella así como de su experiencia ibicenca en los años 70.

—Ignacio es amigo mío, un poeta que admiro mucho, un intelectual que piensa y sabe de lo que habla.