«Palestina es un país ocupado», aseguró la coordinadora del Fons Pitiús de Cooperació, Fina Darder, cuando presentó el viernes en el Club Diario de Ibiza la película ´Palestina´, producida por la televisión asturiana, en la que se refleja cómo sobreviven los palestinos y cómo resisten a la ocupación del Estado israelí.

Precisamente uno de los numerosos entrevistados en el documental criticó que desde la comunidad internacional y, sobre todo, desde Israel, se acusara a los palestinos de ser terroristas con su inmolación para llevar a cabo un atentado. Explicó que a un joven después de ver como asesinan a su familia, sentirse despojado de su tierra, su trabajo y su casa, «no le queda más remedio que dar la vida por su patria». Añadió: «Los palestinos no somos terroristas, somos los dueños de esta tierra».

Por su parte, la integrante de la asociación ´Paz con dignidad´, Marián Suárez, que viajó cuando se rodó el documental el pasado mes de mayo a distintos puntos de Palestina, como Cisjordania; Jerusalén, o Belén, entre otros, confesó que obtuvo una visión global de la situación por la que atraviesa el pueblo palestino con la visita y aseguró que la frase que más repetían las personas con las que se entrevistaba era: «Contad lo que estáis viendo; explicad al mundo la injusticia que vivimos», señaló.

El director de la Axencia Asturiana de Cooperación al Desarrollu, Rafael Palacios, se expresó con una gran vehemencia: «Hay que abandonar el discurso hipócrita y saber que los hospitales construidos con las ayudas internacionales sirven para curar a los palestinos que han sido heridos con las armas que vende el Estado español a Israel».

Por su parte, el portavoz de la Plataforma de Solidaritat amb el Poble Palestí d´Ibiza, Chakir Bouassel, lamentó la «matanza sionista que sufre el pueblo palestino» y animó a los ciudadanos a participar en esta asociación para reivindicar los crímenes y exigir una «solución justa para Palestina».

El documental comenzó con el vuelo de la cámara entre las nubes con el fondo de un cielo azul, representado una libertad que contrasta duramente con las primeras imágenes que aparecen de Palestina en el siguiente plano: numerosos jóvenes deambulando por las calles y los mercados, incontables niños jugando en solares de tierra apisonada junto al muro de la vergüenza. Prisioneros.

Esta tapia de hormigón se inició en 2001; tiene nueve metros de altura y alcanzará los 800 kilómetros de longitud cuando esté acabada. Según Palacios cada kilómetro tiene un coste de un millón de dólares, «pagados por la comunidad internacional».

La impenetrable pared es el hilo conductor del film; tras ella los palestinos «sobreviven sometidos a un Ejército que los invadió por la fuerza en 1947»; la mayor parte de los barrios de las principales ciudades carecen de los servicios mínimos en sanidad, educación, alumbrado y limpieza pública.

«En 1897 se celebró el primer congreso sionista en Basilea (Suiza) y allí se discutió dónde podría implantarse el futuro Estado de Israel, y antes de ir a Palestina se pensó en otros territorios», recuerda Bouassel, para añadir que finalmente «un cuerpo sionista armado se implantó por la fuerza en Palestina obligando a los que vivían en sus casas a integrarse en los campos de refugiados», añadió. Los entrevistados en el documental expresaron en la mayor parte de sus intervenciones la necesidad de volver a vivir «como antes de la ocupación» y caminar en paz los musulmanes, los judíos y los cristianos en Jerusalén, la ciudad tres veces santa.