El historiador Ernest Prats afirmó ayer, en el acto de presentación del libro `El monument als corsaris´, editado por el Ayuntamiento de Eivissa y elaborado por Fanny Tur, que los ibicencos del siglo XVIII «invertían en barcos corsarios, de modo parecido a como hoy se invierte en bolsa». A pesar del gasto que suponía construir un buque y contratar a una tripulación, «si la cosa salía bien, se podía conseguir mucho dinero apresando barcos enemigos», afirmó en el claustro del Ayuntamiento ante un público que abarrotaba esta dependencia.

Prats destacó la importancia que tuvo el corso en Eivissa, de cuyos astilleros salían numerosos barcos para combatir al enemigo, fuera éste musulmán o de nacionalidades europeas con las que España estaba en guerra. Precisamente, el historiador desmintió varios mitos sobre los corsarios, como el que apunta que «luchaban por la fe cristiana», cuando en ocasiones los enemigos eran también cristianos. Además, recordó que aún hoy se confunden los corsarios con piratas, cuando son términos completamente contrapuestos.

«El corsario actuaba contra los enemigos de España con el permiso del rey, mientras que los piratas atacaban a todo el mundo», a modo de delincuentes del mar. En todo caso destacó que el concepto de piratas y corsarios cambia según la perspectiva del atacado o el atacante, ya que el propio Sir Francis Drake es definido por la versión británica de la enciclopedia Wikipedia como un excelso navegante, mientras las versión española lo califica de «pirata saqueador».

Macabich y Rosselló

Por su parte, la alcaldesa de Eivissa, Lurdes Costa, aludió a los esfuerzos realizados por celebrar en 1906 el primer centenario del apresamiento del buque inglés Felicity por el corsario ibicenco Antonio Riquer Arabí, a bordo de un pequeño jabeque muy inferior en armamento y tamaño. Recordó que ya en 1905 un joven Isidor Macabich expuso en un artículo en Diario de Ibiza la necesidad de celebrar esa efeméride, aunque sería el alcalde de la ciudad, Bartolomé de Rosselló, quien propondría erigir un monumento.

Numerosas vicisitudes, que se recogen en el libro presentado ayer, retrasaron la conclusión del obelisco, que no pudo ser inaugurado hasta el 6 de agosto de 1915, hace ahora exactamente 93 años.

Fanny Tur rememoró las penurias económicas a las que tuvo que hacer frente el proyecto y los altibajos que sufrió su desarrollo. «Hay cartas del escultor a Isidor Macabich en las que le ruega que no desfallezca en momentos especialmente adversos», afirmó.