La promoción turística que financian las instituciones públicas es una inversión útil para aquellos destinos que están consolidándose en los mercados, que son poco conocidos aún en el mundo de las vacaciones y que, en resumen, necesitan un empujoncito para que los turistas vayan allí. Ahora bien, cuando un destino turístico como es Ibiza está viendo cómo se desborda cada verano su capacidad física de acogida, con acuciantes problemas de saturación y masificación causados por el excesivo número de turistas, resulta totalmente absurdo e insensato seguir gastando dinero público para traer aún a más turistas y aumentar así el daño.

Cuando no tenemos suficientes depuradoras para sanear los residuos fecales que genera tanta gente, cuando no hay carretera suficiente para tanto coche, cuando ya no queda playa para tender la toalla, cuando no queda agua potable y cuando el mar está infestado de yates que destruyen la posidonia, ¿para qué necesitamos ir a buscar más turistas? Esto es como si, ante una plaga de insectos que destruyera cada año un cultivo, el payés de turno decidiera como solución ir a buscar más insectos.

El turismo es fuente de riqueza y de ello llevamos viviendo desde hace más de medio siglo. Nadie discute su continuidad como principal industria de la isla. Ahora bien, hace falta ser zoquete para no ver que el turismo está degenerando en una marabunta humana que destruye nuestro bienestar y nuestra calidad de vida.

Como anuncian los expertos, la masificación turística, con récords de locura, continuará produciéndose todavía algunos años más. Ello es así porque, desgraciadamente, los conflictos en los países árabes no tienen pinta de arreglarse rápidamente y, es más, no es descartable que aparezcan otros nuevos que agraven incluso la situación. Resultado: continuará la estampida turística en dirección a nuestras islas.

Hay quienes alegarán que la promoción no sólo sirve para aumentar la cantidad, sino también para mejorar la calidad del turismo. Valiente tontería. ¿Realmente hay algún modo de decir a los mercados emisores algo así como ´que vengan sólo los guapos y educados´? Además, desde la irrupción de las redes sociales, cualquier chisme que se propague por ellas ya tiene más eficacia que todas las ferias turísticas juntas.

Nada impide que, el día en que realmente haga falta, pueda volver a activarse la inversión en promoción turística, la asistencia a ferias o la inserción de publicidad en el exterior. Pero mantener esas partidas presupuestarias en un momento como el actual constituye una contradicción manifiesta, un ejemplo de ignorancia y una memez sólo propia de esos políticos que afirman que la culpa de la masificación no es del turismo. ¿De qué lo es, entonces?

El dinero que se dedica a esta finalidad debería ser desviado (al menos temporalmente, durante unos años) a necesidades más apremiantes que tiene la isla. La contratación de más vigilantes turísticos, inspectores medioambientales, celadores urbanísticos y, en definitiva, todo ese personal del que carecen las administraciones para hacer cumplir sus propias leyes sería una buena inversión alternativa. Pero lo que no puede ser es que cuando nos hundimos en un océano de masificación, encima vayamos a buscar... ¡más masificación!