Cuando José Antonio Costa tomó posesión de su cargo como concejal de Fiestas de Sant Antoni, concienzudo como debe ser, se tomó su responsabilidad al pie de la letra y creyó que a partir de ese momento lo que tocaba era ser más fiestero que nadie. Desde ese día hasta la noche del viernes 25, Costa había actuado con moderación pero esa madrugada, en plena farra privada en un bar con sus amigos, la visita de la Policía Local hizo brotar en él el síndrome del polítiquillo que se cree superior al resto de ciudadanos y, lo que es peor, por encima de la ley. En una nueva versión del muy castizo ´usted no sabe con quién está hablando´, el edil se enfrentó a los agentes que le conminaban a bajar el volumen del griterío de su juerguecilla particular. «Yo acabo de hacer el curso de sonometría -les espetó con lengua de trapo a los policías- y esto que hacéis es ilegal. No me hagáis llamar a Javi». El Javi al que con tanta familiaridad se refería el ´sonométrico´ recién diplomado no es otro que el inspector jefe de la Policía Local, que a esas horas dormía plácidamente. El festivalero Costa continuó amenazando a los agentes con un tonito que para sí quisiera el mismísimo Pocholo: «Mirad que la alcaldesa está dentro. A ver si va a salir». La primera edil ya ha salido, pero al paso, y ha admitido que estuvo en la fiesta, sí, pero que cuando llegó la Policía ya se había marchado. ¿No le molestaba a Pepita Gutiérrez el follón del local, que hubiera hecho explotar cualquier sonómetro, como estaban a punto de hacerlo las cabezas de los vecinos que denunciaron el escándalo?

El beodo regidor, sin hacer caso de los repetidos requerimientos de los pacientes agentes del orden, continuó encarándose con ellos y, ante la llamada de los policías al jefe de turno para que acudiera al lugar les soltó: «Que venga, que venga, que ya sabemos dónde va a acabar esta denuncia». Pues si el achispado concejal creía que iba a ir directa a la papelera o al cajón del jefe, se equivocaba, la denuncia ha acabado en manos de la prensa para vergüenza de todo el equipo de gobierno, que ha podido conocer al mismo tiempo que los estupefactos ciudadanos cómo uno de sus concejales pretendía abusar de su autoridad para saltarse todas las normativas a la torera y coaccionar a la Policía. No sé si los agentes sabían esa noche con quién estaban hablando, pero nosotros lo sabemos muy bien: con el enésimo politicastro que cree que su cargo le da derecho a ignorar la ley y a comportarse como un reyezuelo.

´Pocholo´ Costa puso ayer su cargo a disposición de la alcaldesa, como si no lo estuviera siempre, pero sigue representando al Ayuntamiento y cobrando del erario y Pepita Gutiérrez aún no le ha echado. Entiéndanme, a mí lo que haga el concejal en sus horas libres me la trae al pairo, por mí como si se bebe el agua de la bahía a chupitos. Pero el abuso de autoridad, además de repatearme el hígado, es imperdonable en cualquier político. Para conocer a Fulanito, dale un carguito, dice el saber popular. Y si le añades alcohol y lo sueltas en medio de la noche que confunde, ni te cuento.

José Antonio, por si aún no lo sabes, se te acabó la fiesta.