Manuel García no pensaba verse, a sus 74 años, en la calle con una pancarta. Es naranja y en ella ha escrito un contundente: «No al 0,25 ¡¡¡Dignidad!!!». Sí, con tres exclamaciones. Por si a alguien no le queda claro hasta dónde está. Manuel, sentado en el parque de la Paz y protegido del sol por una boina, ha trabajado toda su vida, desde adolescente, como pintor, y se jubiló con 65 años. «¿Cuánto dinero he aportado yo al Estado?», se pregunta Manuel, que confiesa que va «apurado». Cobra unos 900 euros de pensión y paga «más de 500» de alquiler. «Así no se puede», afirma. A su lado, compartiendo protesta, reflexión y pancarta naranja -«¿Por qué pagas vitalicias si todos los españoles somos iguales?», ha escrito-, está Brahim Ahmed, de 67 años, que se jubiló siendo basurero. «972 euros no te dan para vivir, no en Ibiza», asegura tratando de hacerse oír por encima de los aplausos, gritos y consignas de los manifestantes.

Will Turner hace fotografías de los manifestantes. Es su afición. Especialmente desde que se jubiló. Tiene 77 años y, en España, este profesor de inglés trabajó 30 años. «Y como autónomo», matiza. La pensión que le ha quedado es de 700 euros. «Con eso, no podría vivir si no tuviera algo ahorrado», comenta. No tiene que pagar piso, pero afirma que, incluso así, «es muy complicado» porque hay muchas facturas que abonar. «Estoy indignado», concluye justo en el momento en el que dejan de sonar Celtas Cortos por la megafonía -«...tranquilo, no te pongas nervioso, tranquilo, tranquilo majete en tu sillón...»- y coge el micrófono Juan, al que aún le quedan unos cuantos años para jubilarse. «Hay que darles apoyo», comenta el joven, preocupado porque los que se han subido a los escalones que rodean la fuente para tratar de ver hasta dónde llega el mar de cabezas le echen abajo la pancarta.

Pilar y Dolores parecen dos polvorillas. Lucen camisetas de la plataforma Basta Ya, llevan silbatos colgados del cuello y mueven las pancartas, que se han hecho ellas mismas con rotuladores, un cartón y unos palos, como si estuvieran en una clase de zumba. «No 0,25%», se lee en la que lleva Pilar que, a sus 63 años,y tras toda una vida como camarera de piso, ya está jubilada. «Comencé a trabajar con 14 años, que entonces se podía, y después de tantos años sólo me quedan 800 euros», explica Pilar, cuyo marido cobra una paga que no llega a los mil euros. Con ambas prestaciones tienen que sobrevivir ellos y, además, ayudar a sus hijos y nietos. De estos últimos tienen cinco y muchos días comen en casa con ellos. «Que se hace con mucho gusto y cariño, pero...», indica.

Dolores asiente. Ella también tiene que echarle una mano a su prole. Y su pensión es de apenas 637 euros. «Empecé a trabajar de muy niña, con nueve años, en el campo y sirviendo en las casas de los ricos», comienza a relatar Dolores, que enumera toda una serie de trabajos que ha desempeñado: camarera, vendedora de bocadillos en Sant Antoni, y de flores, en hoteles, en un bar de holandeses... «Esto no puede ser», concluye levantando bien su pancarta: «Gobierno dimisión, sube la pensión».

Ambas se desgañitan gritando consignas. Y bailan. Y jalean a todos y cada uno de los que cogen el micrófono para arengar a las masas. Se ríen con algunas de las consignas más bestias. Y con algunas de las pancartas. Como la que pide una pensión vitalicia como la de la reina Letizia, a la que han pegado un cerdito-hucha, por si cae algo. O la de una pequeña que apenas levanta unos palmos del suelo, pero lo tiene claro: «A este paso me voy a jubilar a los 90».