Para tratar de identificar a los autores de la agresión, la Policía mostró a las dos víctimas las fotografías de diversos hombres con antecedentes, entre ellos algunos que han trabajado como personal de seguridad en discotecas. Aunque inicialmente aseguraron no reconocer a ninguno, José Joaquín Fernández quiso investigar por su cuenta entre personas relacionadas con discotecas y bares y realizó una búsqueda por internet de individuos que ya conocía y otros con los que pudieran relacionarse, hasta dar con un español al que identificó como el agresor que había actuado a cara descubierta. Fernández imprimió la fotografía y la llevó a la Guardia Civil, porque consideraba que era aún la encargada de la investigación.

A partir de ahí los agentes de Sant Antoni localizaron al segundo sospechoso, el que iba encapuchado, del que José Joaquín y su esposa reconocieron solo los ojos y las cejas en las fotografías que les mostraron. Los agentes, para formalizar la identificación, mostraron a los denunciantes varias imágenes, no sólo de los dos sospechosos.

A partir de ese momento, sus teléfonos fueron intervenidos y el 11 de enero de 2014, fueron detenidos por amenazas, lesiones y detención ilegal en grado de tentativa.

La juez, a pesar de calificar de «altamente irregular» el reconocimiento fotográfico que, entonces y ahora, se constituía en la prueba principal del caso, autorizó la extracción de muestras de ADN de los sospechosos (el detenido rumano se había negado) por si podían compararse con alguna prueba y mantiene, de momento, la imputación contra ellos.