La pesadilla de Rosa González, Rafael Gálvez y su hijo ya se fraguaba desde hacía meses aunque ellos no lo habían advertido. Una primera señal fue cuando el casero les avisó de que en verano les subiría el alquiler de 500 a 900 euros y en abril les cambiaría a otro piso porque el del edificio Géminis que ocupaban desde diciembre lo iba a alquilar durante la temporada, a lo que ellos no pusieron ninguna pega. Pero en marzo el casero les dijo que en abril se tenían que ir, sin darles más opciones ni facilitarles otro lugar. «Nos dijo que nos buscáramos la vida», recuerda Rafael. Ellos se negaron a marcharse, puesto que su contrato de alquiler estaba en vigor y además en abril ya era imposible encontrar una vivienda a precios razonables.

Fue entonces cuando apareció otro hombre que decía que era el verdadero dueño de la casa y que no pagaran más al otro. Rafael fue al registro de la propiedad y descubrió que ninguno de los dos era propietario del piso en el que vivían. De modo que en abril dejaron de pagar el alquiler (deben dos meses), ya que los dos que decían ser los dueños no lo eran en realidad. Nadie inició un procedimiento judicial de desahucio contra ellos, la única forma de echarlos de su casa legalmente. Simplemente, su casero cambió la cerradura aprovechando su ausencia. El piso está ahora alquilado a precios de temporada.

De hecho, la juez señala en la sentencia que «la falta de pago de la renta no legitima al denunciado para acudir a las vías de hecho, como es haber cambiado la cerradura y formalizado contrato con terceras personas. Ante el incumplimiento contractual, el denunciado podía haber exigido judicialmente el pago de las rentas, pero en modo alguno, cambiar las cerraduras».