La historia de Paul Stéphane Sarkozy de Nagy-Bocsa es la de un inmigrante húngaro que llegó a Francia a finales de los años cuarenta y logró hacer carrera como publicista de moda e imagen en el difícil mundo de París. El padre del presidente francés, Nicolás Sarkozy, cuenta en esta entrevista exclusiva para Diario de Ibiza la relación con su hijo, con su nuera, Carla Bruni, el éxito de su libro ´Tant de vie´, publicado en varios idiomas, y su próxima exposición en Brujas junto a su colega Werner Hornung en la famosa galería Salvador Dalí. Este octogenario autodidacta mantiene, tras cuatro matrimonios, una enorme vitalidad, una simpatía y galantería innatas y una lucidez sorprendente.

—¿Cómo es posible que un señor francés como usted veranee en España y le guste tanto Ibiza?

—Soy de origen húngaro, ahora soy francés y vengo a España desde 1966. Me gustan los españoles. De Ibiza me encantan el mar, el sol, la playa, la comida, la vida, los ibicencos e ibicencas y Formentera. Me gusta todo lo de aquí.

—Usted pasa largas temporadas en la isla. ¿En qué estación del año disfruta más?

—Hemos comprado un piso y pasamos dos o tres meses al año, cuando me lo permiten las exposiciones y el trabajo, pero me encanta la primavera, especialmente mayo y junio.

—¿De dónde le viene su pasión por la pintura y el dibujo?

—De niño ya pintaba en la pizarra y hacía esculturas con las propias tizas a los seis años. En un rincón al lado de mi cama esculpía en la pared y mis padres se ponían furiosos porque cada vez que la reparaban volvía a hacer lo mismo y al día siguiente había otra escultura. Me pusieron la cama en el centro de la habitación para que no tuviese una pared cercana en la que pintar.

—A una edad importante usted se pone a trabajar de nuevo y a exponer sus obras. ¿Por qué?

—Lo explico todo en mi libro ´Tant de vie´. En 1945, con 16 años estalló la guerra, yo estaba recién casado, muy enamorado de mi primera mujer y empecé a pintar fulares para ganarme la vida y mantener a la familia. Estuve con ella 15 años. Sin embargo, empecé realmente a pintar cuando llegué a Francia, haciendo retratos de mi mujer. Luego empecé como dibujante de publicidad con un sueldo fijo durante ocho años hasta llegar a director de arte para Europa de una importante empresa. Con 27 años inauguré mi primer estudio en París y no he parado hasta ahora.

—Por tanto su vida profesional ha estado siempre ligada al dibujo y a la pintura…

—Nunca he dejado la pintura, he dibujado toda la vida en diferentes ámbitos. He hecho originales para los pósters gigantes de las campañas publicitarias de grandes marcas. He colaborado con L´Oréal, Christian Dior, Biotherm, Gillette, Procter & Gamble y Nivea, entre otras

—¿Ha cambiado mucho el mundo de la publicidad desde entonces?

—Totalmente, sobre todo porque no había ordenadores. Ahora trabajamos con la tecnología informática aunque dibujamos hasta lograr el concepto final. Ahora estoy preparando una exposición con mi amigo Werner Hornung, que no sabe dibujar nada, pero es un genio de la informática. Yo hago un boceto de un dibujo y comenzamos a trabajar con el ordenador en los colores y los fondos hasta conseguir un arte final.

—¿Qué tiene para usted más valor, el dibujo original, como el que hacía antes, o el trabajo de postproducción informática que se hace ahora?

—La técnica cambia, ahora todos tenemos un teléfono móvil, la informática es una técnica más, como lo puede ser dibujar con un bolígrafo o un pincel. El pintor o dibujante necesita un papel y un pincel, el informático utiliza otras herramientas.

—¿Hoy en día es posible pensar en algo conocido sin publicidad?

—Es más fácil trabajar con algo que es conocido, sin duda. La publicidad juega un papel importante en el nivel de conocimiento de un producto o una marca, sin duda.

—¿Cómo comenzó a hacer exposiciones a los ochenta años?

—Hicimos la primera exposición con Alicia Viladomat en Madrid, tuvo éxito y en tres años hemos hecho 14 en Valencia, Amsterdam, Budapest, El Cairo, Marrakech y París, entre otros lugares.

—¿Se ha tomado esto como una aventura o una nueva forma de vivir?

—Toda mi vida he vivido en el futuro y ahora sigo teniendo la misma ilusión por tener proyectos. De hecho, tengo iniciativas en marcha para tres o cuatro años. Esto solo se puede hacer si estás vivo y quieres hacerlo.

—Su mentalidad no va con la edad que figura en su pasaporte. ¿Se considera un vanguardista?

—Miro siempre hacia adelante, nunca hacía atrás, ése es el secreto.

—Y por eso se ha casado cuatro veces.

—Digamos que he tenido cuatro mujeres en mi vida y con Inés, mi actual esposa, llevo ya 38 años casado.

—¿Entonces ya no piensa pasar por la vicaría otra vez?

—Eso no se puede decir, no sabes lo que te depara la vida [ríe]. No creo que me vuelva a casar. En Francia hay un refrán que dice: el caballo ha entrado en la cuadra.

—¿Qué piensa su hijo Nicolás Sarkozy de esta vida azarosa de artista que lleva usted ahora?

—Le gusta mucho que trabaje, que haga exposisciones y que escriba libros. He vendido cien mil libros en Francia en cuatro meses. No está mal para ser el primero.

—¿Y cómo es la relación con su hijo, Nicolás, el presidente de la Republica Francesa?

—Diría que como las cuatro estaciones. Hay días con sol, otros con nubes y a veces en invierno hay sol y llueve en verano. [Ríe] Somos dos carácteres fuertes, depende del día que tengamos o de la época que estemos viviendo. Nos entendemos bien y la relación va bien.

—¿Qué opinión tiene de Sarkozy como presidente de Francia, no como su hijo?

—Un cura tiene vocación por la religión y un político, por la política. Uno está enamorado de su dios y otro de su patria. La vocación por la política no se tiene ni por dinero, ni por poder. Quien hace política la hace por amor a su patria, respeto mucho este concepto de patria porque Francia me ha abierto sus brazos y me ha aceptado enseguida, sin ningún problema. Mis hijos son franceses y me gustaría que fueran buenos franceses.

—¿Y cree que el presidente podrá remontar el bajo momento de popularidad que vive ahora?

—No me parece que esté en un momento bajo de popualaridad. Todos los gobernantes de Europa están pasando por el mismo problema. Tenga en cuenta que lleva tres años en la presidencia soportando una crisis terrible a nivel mundial, como no ha habido nunca, y otros problemas internos e internacionales. Si tuviera la economía de hace cinco años no tendría ni la mitad de esos problemas. No hay dinero en el mundo para pagar el esfuerzo que hace un gobernante hoy en día.

—¿Y qué le parece el papel que juega su nuera, Carla Bruni, como primera dama de Francia?

—Muy bien, la quiero mucho, es una mujer cariñosa, tranquila, inteligente y… ¡Es guapísima!

—¿Y cómo ve su papel como actriz a las órdenes de Woody Allen?

—Me parece bien. Hace seis meses que hablamos de eso y creo que será una buena película.

—Cambiemos de tema. ¿Le gusta el fútbol tanto como a su hijo?

—No tanto como a él. Me gusta ver un buen partido entre dos buenos equipos, pero no soy tan apasionado como Nicolás.

—¿También se ha enfadado por el papel de la selección francesa en el Mundial de Sudáfrica?

—No soy el seleccionador, pero parece que no ha ido demasiado bien. Nicolás estaba muy enfadado con ese asunto y ha llamado al capitán de la selección francesa al palacio de El Elíseo para hablar con él. Algunos jugadores no volverán a jugar con el equipo nacional.

—Hábleme se esa gran exposición que prepara con su amigo Werner Hornung.

—Werner había visto algunos cuadros míos en Internet y me llamó para para reunirnos en París. Me djo que quería hacer una exposición conmigo en la galería Salvador Dalí de Brujas. Me hizo mucha ilusión la idea de exponer 30 cuadros nuestros junto a otros tantos de Dalí. Se inaugurará el 23 de septiembre en esta ciudad holandesa. Es la exposición más importante de mi vida.

—¿Qué diferencia ve entre l el estilo de vida de los años cincuenta y el de hoy?

—Todo ha cambiado, mira cómo viven los jóvenes de hoy. Yo he hecho cosas mucho antes que ellos, me he divorciado antes y ahora todo el mundo se divorcia. Los matrimonios se separan hoy a los cinco años, mis padres no se divorciaron porque nadie se lo planteaba. El estilo de vida cambia con los tiempos y los lugares en los que vives. Cuando llegué de Hungría a Francia me parecía que estaba en la luna, porque la vida era completamente diferente. No conocía a nadie y he dormido en la calle y sin zapatos. Eso ahora es impensable.

—¿Se considera un precursor de ciertas costumbres?

—Para nada, creo que es una cuestión de libertad. Si mañana te vas a Sudámerica, lejos de tu familia y todo lo que te rodea, harás cosas que no te atreves a hacer aquí y ahora.

—La inmigración de ahora no es la misma que la de 1948 cuando usted llegó a Francia. ¿Se ha vuelto un problema para Europa?

—Antes había trabajo, ahora no, y la inmigración es masiva. Encontré un empleo la primera semana que llegué a París, ahora es un problema para los gobiernos y los países. Ha venido mucha gente para trabajar en la construcción y ahora están aquí con sus papeles en regla pero sin trabajo y no quieren volver a su país.

—Usted vive a caballo entre Ibiza y París. ¿Encuentra alguna similitud entre estos dos destinos tan dispares?

—Son mundos diferentes, pero tengo muchos amigos franceses que viven la mitad del tiempo en Francia y la otra aquí, así que nos vemos, nos relajamos y nos divertimos más. Ten en cuenta que en París soy el padre del presidente, soy mucho más serio. Y, además, si te pones serio en Ibiza parece que estás de broma.

—¿Cómo definiria su pintura?

—No me gusta definir lo que hago, para eso están los críticos. Creo que lo importante de la pintura es que no hable para los ojos. Un paisaje o un bodegón están hechos para mirarlos. Y ya está. Mis cuadros cuentan historias que puedes interpretar de forma diferente. No quiero hablar a tus ojos con mi pintura, sino a tu cabeza para que veas qué hay detrás del lienzo.

—¿Qué pintores españoles le gustan?

—Hay tantos y tan buenos que no sabría qué decir. Picasso, Tàpies, Barceló… La diferencia en la pintura moderna es que, por ejemplo, Tàpies pinta para tus ojos, no cuenta una historia. Yo busco una idea para contar y entonces comienzo a dibujar. La historia debe estar antes del dibujo.

—¿Qué le gustaría hacer que no ha hecho todavía?

—Estoy retirado y jubilado desde hace tiempo. Estoy trabajando en dos nuevos libros, pinto y no tengo tiempo libre. No sé qué hacer.