El voleibol es un deporte hecho para detallistas. Como le ocurre a los mejores tenistas, para alzar títulos al cielo de la gloria es fundamental saber manejarse en los momentos que deciden un cara a cara. En el vóley, ese ´tenis´ en el que a cada lado de la red actúan doce manos en vez de dos, doce raquetas (formadas por las palmas y los puños) en vez de una, una milésima es capaz de decidir un punto, un set y, por ende, un partido. Eso le ocurrió ayer al Ushuaïa, que llegó a saber que la conquista de la Copa del Rey era posible. Pero esa opción se escabulló contra el experto Unicaja Almería por unos pocos lances que se almacenaron en la estadística.

Porque ayer, en el Palacio Multiusos de Guadalajara, ganar fue más que un sueño. Muchos tuvieron que frotarse los ojos cuando en el electrónico vieron un esperanzador 6-2 tras el primer suspiro del partido por el título. Fue un feliz espejismo que hizo olvidar por un momento el equipazo que estaba enfrente, una maquinaria de músculo y talento que ya ha puesto al máximo de sus revoluciones el italiano Piero Molducci, serio y tenso durante toda la final, sin perder ese rictus de entrenador adicto a la victoria que le acompaña.

Tras ese primer tanteo se encadenó un parcial adverso de 2 a 7. La previa del 20-25 con el que acabó el primer set del encuentro, donde el CV Eivissa acabó por enterrar sus opciones de empezar a acariciar la Copa del Rey con tres saques fallados de forma casi consecutiva. Guilherme Hage hizo estragos desde la zona de ´4´ y los amarillos, ayer de azul, ya empezaron a pensar en el segundo set. Había que aprender lo adquirido en los primeros compases para afinar la tonada.

Con 6-7, Saulo Costa y Nico Ronchi bloquean un remate almeriense y empatan un marcador que se desnivelará 7-8 en el primer tiempo del segundo capítulo de la final. Hasta entonces, el Unicaja siempre ha ido por delante, pero el Ushuaïa se ha dedicado a poner tablas y un aliento de esperanza con acciones de rabia. Una diagonal picada de Edmond Solanas, un manotazo de rabia de Xavi Folguera, una intervención milagrosa de Víctor Sánchez... El colocador andorrano, templados los nervios, tiró del carro y lo puso a mil por hora. Con su poco más de metro ochenta de estatura demostró hasta con un bloqueo, que acabó en punto, por qué ha hecho olvidar al gran Carlos Mora, que sigue enfadado con la Copa pese a mudarse a Teruel.

Sánchez, ángel de la guarda

Víctor, el canterano que cuenta con más minutos en los sietes pitiusos, saltó de líbero a ángel de la guarda cuando se estampó contra las vallas que separaban la pista de la zona de prensa. Levantó una pelota que, después de muchos toques y muchos ¡ays! en la grada acabó en la palma de la mano de Saulo Costa, que no tuvo piedad para empatar a 15. Ni los saques marrados frenaban a un CV Eivissa lanzado, que se fue hasta el 18-17 sin que los brasileños de los ahorradores dieran señales de vida. «¡Sí se puede!» se empezó a gritar en la sección de graderío ibicenco cuando los dígitos rojos del marcador se pusieron 22-21. El set tenía aroma de plebiscito. «Quien lo gana, me lleva a casa», parecía susurrarle el trofeo a los doce hombres que saltaban como posesos sobre el Teraflex.

El miedo a ganar, el tener acogotado a todo un campeón de Superliga, al equipo más laureado del voley español que sigue en activo, cundió en las filas azulonas. Costa, primero, se chocó con Sánchez y se les fue una bola al suelo. Después, a Ronchi, que estaba rallando a gran nivel hasta entonces, le bloquearon una pelota. 23-24 y oportunidad para encarar la finalísima que los de Molducci -que llegó a ponerse algo nervioso y le enseñaron tarjeta amarilla por sus protestas-?no arrojaron al retrete. Con 0-2 en sets, el público vilero enmudeció por unos segundos antes de que se reiniciaran los cánticos.

Quedaba un set, quedada ilusión, había posibilidades de volver a la isla con una Copa que podía marcar un verdadero antes o después en el devenir del CV Eivissa. Por eso, más por rabia que por otra cosa, se peleó el último set.

Inconmensurable Hage

Pero Hage, incomprensiblemente obviado como MVP de la competición en favor de su compañero Pablo Bugallo, seguía cargándose a las espaldas el juego de los verdiblancos. Poco a poco, la diferencia del Unicaja, que con el trofeo de ayer igualó a nueve sus títulos coperos y ligueros, se fue estirando. Solanas brincaba para puntuar y, al aterrizar en el suelo, chillaba al grito de «¡vamos!», dándose ánimos, creyendo que aún había vida. El halo de vida lo cortó, eso sí, después de alargar el parcial hasta un disputado 22-25, el propio Hage con un saque directo. La pluscuamperfecta defensa de los cajistas fue un caparazón que no supo penetrar el Ushuaïa pese a haber encontrado ciertas rendijas que no pudieron traspasar. Las que condenaron a los amarillos a un subcampeonato que, hoy, en frío, sabrá mucho mejor. Porque nadie se olvida de que, hace solo seis años, se jugaba en los pabellones de 1ª Balear.