Entender más

Chiara Ferragni cae del olimpo de las diosas 'influencers'

El desliz ha llegado desde probablemente donde menos (ella) se lo esperaba, esto es, la Autoridad para la Competencia y Mercado transalpina, conocida en el país como' Antitrust'

Irene Savio

Una tragicomedia nacional se ha ido gestando en Italia en estos días. Chiara Ferragni, la admirada modelo, empresaria digital e 'influencer' italiana, ha caído en desgracia. Rubia, perfecta, multimillonaria, comprometida con las buenas causas, parecía intocable. Ríos de tinta ya se han escrito sobre esto y su espectáculo voyeurístico. Pero el desliz ha llegado desde probablemente donde menos (ella) se lo esperaba, esto es, la Autoridad para la Competencia y Mercado transalpina, conocida en el país como' Antitrust'.

Según comunicó el organismo en diciembre, la estrella del marketing posmoderno —su caso fue incluso estudiado por la universidad de Harvard y Forbes la llegó a considerar una de las mejores en su sector— es culpable de prácticas comerciales desleales. El origen de la polémica está en noviembre de 2022, Ferragni y la marca de dulces Balocco, promocionaron un panettone a un precio más alto que el habitual, supuestamente para destinar parte de los beneficios a un hospital de Turín especializado en investigaciones sobre el cáncer infantil. Pero no era así, la donación ya había sido realizada por Balocco meses antes. O al menos, eso es lo se ha descubierto hasta ahora. Resultado: 'Antitrust' ha pedido sancionar a la empresa con una multa de 420.000 de euros y a la influencer con una pena de más de un millón de euros.

Desde que salto el escándalo casi un año después de producirse, todo han sido malas noticias para Ferragni. Casi 15 años después de que la modelo saltara a la fama con su blog TheBlondeSalad.com y aún con de casi 30 millones de seguidores tan solo en Instagram, la han abandonado diversas marcas con la que trabajaba y también acabó en la mira de la política. Incluso de Giorgia Meloni, la primera ministra de Italia. Sin citarla expresamente, Meloni criticó días atrás a “aquellos que ganan mucho dinero enseñando ropa o bolsos o promocionando panteones caros y haciendo creer a la gente que se hará caridad, pero cuyo precio solo servirá para pagar cachés millonarios”. Y una guinda sobre el pastel: Meloni también aprovechó del asunto para atacar a sus adversarios políticos. “Lo que me llamó la atención fue la reacción de la izquierda […] como si hubiera atacado al Che Guevara”, dijo. 

Ataques de todos los frentes

Ferragni y su marido, el rapero Fedez, habían a su vez criticado ellos mismos a la mandataria italiana por sus políticas derechistas y al parecer la política solo tuvo que esperar el momento adecuado para desenterrar la hacha de guerra. Dicho y hecho. Ni que Ferragni abandonara las redes por unos días, ni un vídeo de disculpas que la influencer divulgó —pidiendo perdón con cara triste y prometiendo donar un millón de euros al hospital turinés—, han frenado las críticas de insospechados bienpensantes —periodistas, intelectuales, y políticos de todos los bandos- que desde entonces se han lanzado en contra de la empresaria de 36 años de Cremona.

Archivado en un cerrar y abrir de ojos el espejismo, inigualables también han sido los (muchísimos) comentarios de indignación de la gente. Entre otras cosas, la han tildado de “avara”, “ridícula” y “falsa”. Y aún más crueles, claro, fueron los desconocidos que incluso se hicieron responsables de un acto de vandalismo contra una de las tiendas de Ferragni en el centro de Roma. “Estafadora” y “ladrona”, escribieron en unas pintadas garabateadas en las vitrinas y en un muro lateral.  

Armas de doble filo

En verdad, en plena época de fiestas navideñas, el asunto podría no haber interesado demasiado y haberse cerrado pronto, si no fuera que no se detuvo el impiadoso goteo de las marcas que han confiramdo su intención de desmarcarse de Ferragni. Uno de los últimos ha sido el gigante de refrescos Coca-Cola que, según transcendió, incluso decidió no usar el material ya grabado con la empresaria digital. En paralelo, en medio del gran escándalo público, la Fiscalía de Milán también ha decidido abrir una investigación sobre todas las actividades de la modelo relacionadas con el mundo de la beneficencia.

La hipótesis de delito: fraude agravado, ha escrito la prensa italiana. De esta manera, además del caso de Balocco, también se ha empezado a hablar, entre otros, de una campaña publicitaria para la venta de huevos de Pascua que llevó adelante con la empresa de chocolates Dolci Preziosi, y de un muñeco de la marca de juguetes Trudi.

Un epílogo viciado que, en las páginas del diario turinés 'La Stampa', el periodista Alberto Mattioli ha sabido sintetizar mejor que muchos. “Tal vez deberíamos hacer un esfuerzo para evitar los habituales moralismos y también quizá respetar la sagrada presunción de inocencia […] pero lo que queda de esta historia es la sensación de una misteriosa inversión de tendencia por una fatalidad propia de una tragedia griega o de una película bienpensante de Hollywood”, ha escrito Mattioli. Sin embargo, el grano de la cuestión es uno: que el gran “patrimonio de Ferragni era su imagen” y si “algunos son tontos y compran algo porque se lo dijo Ferragni, ella tiene todo el derecho de venderles [sus productos]”. Pero esto no quita que, en las sociedades en las que lo que se prima es el producir, recurrir a tu imagen sencillamente equivale a usar “un arma de doble filo”. 

Suscríbete para seguir leyendo