Puig des Molins

«El pan del ritual funerario púnico tenía estampados florales»

La cuarta edición de la Tríada Mediterránea comenzó ayer en Puig des Molins con una charla sobre la importancia de los alimentos en los funerales fenicios y púnicos de la necrópolis

Meritxell Ferrer y Mireia López ayer con los panes en Puig des Molins. | TONI ESCOBAR

Meritxell Ferrer y Mireia López ayer con los panes en Puig des Molins. | TONI ESCOBAR

Estela Torres Kurylo

Estela Torres Kurylo

Como el pan, el aceite o el vino desaparecen con el paso del tiempo, la presencia de la conocida como «tríada mediterránea» en el Puig des Molins se conoce gracias a los moldes, las lucernas o las copas que se hallaron en las tumbas de las civilizaciones fenicias (625-525 a.C.) y púnicas (525-25 a.C.) que se enterraron en la necrópolis. Algunos de estos elementos estuvieron presentes en la primera sesión de la cuarta edición de la ‘Tríada Mediterrànea: Pa, oli i vi a l’Eivissa antiga’ que se celebró ayer en el Museo Arqueológico con el título ‘Los alimentos presentes en los rituales funerarios de Puig des Molins’.

«La tríada era bastante relevante, por el tipo de alimentos que se consumían y por cómo se consumían», apunta Meritxell Ferrer Martín, investigadora postdoctoral en el departamento de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, que participó en la charla.

En el ritual funerario púnico «desde el primer momento se daba de comer al muerto de manera simbólica, porque tenía que alimentarse en el viaje al más allá», indica la investigadora, antes de añadir: «Los vivos que le acompañaban, ya fuera en el sepelio o en los momentos posteriores, también comían, y eran los alimentos de la tríada».

Tríada Mediterránea

El pan, el aceite y el vino tienen importancia en la simbología y en todas las culturas del Mediterráneo, «son la base de la dieta mediterránea desde ese momento hasta hoy en día. Tal vez en los países del Magreb no tienen vino, porque no pueden beber alcohol, pero tienen pasas», añade Ferrer.

Además de los de la tríada, en los funerales también se utilizaban otros alimentos, como la granada «símbolo de fertilidad y de renacimiento», indica la investigadora. Asimismo, se han encontrado «restos de piña, que contenía los piñones, una fruta silvestre muy presente en el ritual funerario, igual que el pescado», apunta Mireia López Beltrán, profesora del departamento de Historia del Arte en la facultat de Geografía e Historia de la Universitat de València, que también participó en el coloquio.

Como los rituales funerarios de Puig des Molins abarcan civilizaciones fenicias y púnicas, culturas que recorrieron todo el Mediterráneo, no hay diferencias entre las ceremonias y los alimentos utilizados en esta y en otras necrópolis: «La presencia de muchos alimentos la conocemos por los análisis que se han llevado a cabo en distintos lugares de la costa mediterránea, porque es muy difícil encontrarlos. Más que difícil, lo que pasa es que cuando se empezaron a excavar las tumbas de Puig des Molins, hace muchísimos años, no se registraban ni conservaban los huesos de los humanos, y menos la tierra... En las excavaciones más recientes sí que se investigan estos datos», explica Ferrer, antes de apuntar: «Una granada desaparece completamente. Tendrías los piñones pequeñitos, pero para encontrarlos se requiere un análisis de los sedimentos, y esto se realiza desde los últimos diez o quince años».

Una de las costumbres funerarias que facilitan encontrar alimentos en las tumbas es cuando estos «se han quemado con el muerto, en el caso de las incineraciones, o se han quemado para cerrar el banquete, que eso también se hacía. Se carbonizaba la semilla. Eso permite a los especialistas saber si se trataba de vid, olivo, o lo que fuera», asegura López.

Según apunta la profesora: «Queda todavía mucho recorrido... Son aún pocas las tumbas excavadas con una metodología bien científica».

El ritual funerario

Las ceremonias de los inhumados en Puig des Molins eran «bastante similares a las que se celebraban antes de la existencia de los tanatorios. Cuando la persona moría, se constituía la comunidad de los dolientes, que se instalaba en casa, donde el cadáver era tratado. Uno de los primeros actos consistía en ungirlo con aceite, para esconder el olor», explica Ferrer. En este ritual, el aceite cumplía una función de ungüento más que de alimento: «En casi todas las tumbas hay ungüentarios y lucernas para poner el aceite», apunta Ferrer, sobre una práctica que se desconoce con qué aceites exactos se realizaba, pero que seguramente incluía el de oliva.

Una vez preparado y cuidado el cuerpo del difunto, se trasladaba al cementerio, en un transcurso que sería más humilde o más pomposo, según la clase social a la que perteneciese la familia. Una vez ahí, «por la época que comprende Puig des Molins, la mayoría de veces habría una inhumación, pero también había cremaciones», señala Ferrer. Si se llevaban a cabo estas últimas, quedaban muchos restos y, por la manera en que se encontraban, «se cree que se lavaban... Se ungían y, según la clase social, se ponían en un recipiente cerámico o entre telas y se enterraban», apunta López, sobre un proceso en el que la presencia femenina era fundamental.

Una vez cumplido el entierro, llegaba el momento del primer banquete funerario, en el que «se celebra que el muerto ya está en el más allá y, después, considerando que aún participa en la vida de los vivos, a modo de muerto o ancestro, se van haciendo fiestas en las que también está presente», aclara Ferrer sobre los banquetes que se celebran en recuerdo de los fallecidos.

En las tumbas no se encuentran restos de pan, pero, según apunta López: «En muchas hay unas pequeñas placas de arcilla, con motivos de flores y plantas, que se utilizarían para decorar los panes. El que se comía en el ritual funerario se diferenciaba del cotidiano a través de esta decoración, con formas que siempre remitían a la abundancia, al mas allá, al Renacimiento...».

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