ENTRETENIMIENTO

Barajas infantiles, mucho más que el juego de las familias

Un libro recopila dos centenares de barajas infantiles editadas en España desde 1961 hasta finales del siglo XX.

Hardy y Laurel, la pareja cómica 'El gordo y el flaco', también tuvieron su baraja.

Hardy y Laurel, la pareja cómica 'El gordo y el flaco', también tuvieron su baraja.

Eduardo Bravo

"Yo que pensé en ganarme la vida de tahúr, imagínate ahora, sería un desastre", se lamentaba Joaquim Jordà en su documental Monos como Becky, después de mostrar ante la cámara su incapacidad para reconocer los cuatro palos de la baraja española. El realizador catalán había sufrido un ictus que le había dejado secuelas cerebrales que le impedían relacionar los signos con sus significados, lo que limitaba su capacidad de leer, interpretar señales y pictogramas o, sencillamente, divertirse.

El caso de Jordà demuestra que, más allá de para ganarse la vida o perder la hacienda, las cartas también sirven para desarrollar habilidades que resultarán útiles en la vida cotidiana. Algo que se puede adquirir desde la infancia gracias a esas barajas sobre familias del mundo, personajes de tebeo, deportes, películas, automóviles o hasta la Biblia, dividida en dos entregas, Antiguo y Nuevo Testamento, porque en 42, 44 o 55 naipes no cabe tanta historia sagrada. Divididas también en varios palos que, en lugar de oros o espadas, son la familia esquimal, Mickey, Minnie y sus sobrinos o Mazinger Z y los Brutos mecánicos, una de las modalidades de juego consistía en hacer más parejas o grupos que los demás jugadores.

"Como todo niño, mi interés por las barajas infantiles comienza porque son un juego muy versátil, fácil de llevar y con el que podías iniciar una partida en cualquier sitio con tus amigos y familiares. Además, en mi caso, las barajas infantiles me atraían por su variedad de temáticas, sobre todo las que estaban dedicadas a las series de dibujos animados y personajes famosos de la televisión", explica Vicente Pizarro, coleccionista de este tipo de juegos desde que tenía 10 o 12 años que acaba de publicar en la editorial Diábolo Barajas infantiles. De la familia Bantú a Dragon Ball.

Los años 60 y parte de los 70 estaban representados por barajas de corte cultural, de amor por la naturaleza, de historia, de deportes… A mediados de los 70, con la explosión de la televisión en nuestro país, se empezaron a incluir todas las series juveniles y series de dibujos"

Vicente Pizarro

— Autor de 'Barajas infantiles. De la familia Bantú a Dragon Ball'

"Los que ahora estamos en los 40, 50 y casi 60 años, hemos aprendido mucho de estos juegos. Además, las barajas infantiles han sido un fiel reflejo de cómo ha ido cambiando la sociedad, nuestros gustos y nuestra forma de ver la vida. Los años 60 y parte de los 70 estaban representados por barajas de corte cultural, de amor por la naturaleza, de historia, de deportes… A mediados de los 70, con la explosión de la televisión en nuestro país, se empezaron a incluir todas las series juveniles y series de dibujos, prácticamente hasta la actualidad".

El hecho de que este tipo de barajas tuvieran en el infantil su público objetivo, hacía que las empresas fabricantes contasen con un equipo dedicado a la gestión de derechos de los personajes favoritos de la infancia, aunque, cuando era necesario, también recurrían a equipos de educadores e ilustradores propios.

"Había temas muy generales, como los de naturaleza, historia, educación vial o medios de locomoción, que eran propuestos por las propias asociaciones de educadores o las personas que formaban los departamentos de marketing, que en aquellos tiempos se llamarían probablemente de otra forma. Las barajas de personajes famosos o de series de televisión dependían de los éxitos de la pequeña pantalla y, luego, Disney siempre estuvo muy presente en todas las barajas infantiles. En esos casos, los dibujos venían ya diseñados desde la compañía estadounidense con sus dibujantes adjuntos. En el caso de barajas sobre temas como deporte, automóviles o historia, las empresas tiraban de ilustradores españoles como, por ejemplo, Emilio Freixas, conocido por ser el responsable de las láminas de dibujo del colegio", explica Pizarro.

La edad de oro de las barajas infantiles se produjo en la década de los sesenta, en plena dictadura franquista. Sin embargo, a diferencia de otros sectores, el régimen apenas aprovechó el medio para hacer propaganda, censurar contenidos o difundir el ideario nacionalcatolicista entre los más jóvenes.

Para el gobierno franquista eran juegos de cartas inofensivos, sin ningún tipo de intento de llevar a los niños hacía una forma de pensar contrario al régimen, sin tintes religiosos o políticos. Además, como las series de dibujos eran muy familiares, no hubo censura en las barajas"

Vicente Pizarro

— Autor de 'Barajas infantiles. De la familia Bantú a Dragon Ball'

"Durante los años que coincidieron con la dictadura los títulos que salían al mercado estaban dirigidos a que los niños adquirieran conocimientos casi como en la escuela. Para el gobierno eran juegos de cartas inofensivos, sin ningún tipo de intento de llevar a los niños hacía una forma de pensar contrario al régimen, sin tintes religiosos o políticos. Además, como las series de dibujos eran muy familiares, no hubo censura en las barajas. Por otro lado, la empresa Heraclio Fournier, que era quién más presupuesto tenía para comprar derechos y licencias y, por lo tanto, quién sacaba más títulos al mercado de naipes, tenía una mente muy abierta y muy europea para aquellos años. Por eso, no creo que se dejasen influenciar por ningún régimen dictatorial a la hora de decidir las temáticas de sus barajas", explica Vicente Pizarro.

En todo caso, es innegable que, como productos vinculados al espíritu de su época, algunas de las barajas infantiles más populares, como Familias de 7 países, reprodujeron durante años estereotipos de género y raza, herederos de las políticas colonialistas de muchos países europeos, entre ellos España.

"No creo que los estereotipos de género que había en aquellos momentos llevasen ningún mensaje subliminal para los que éramos niños entonces. Hoy en día, igual se cuestionan un poco, pero tenemos que ponernos en otros tiempos y, en mi opinión, no llevaban ningún tipo de malicia para generarnos un debate sociológico en nuestras cabezas", reconoce Vicente Pizarro que apunta que, "hoy en día, la baraja de familias, con varias reediciones a lo largo de los años, se sigue viendo como una baraja muy tierna y entrañable, en la que distinguimos distintas tribus y países, sin pensar si unos llevan taparrabos o si otros tienen los ojos demasiados rasgados. Simplemente jugamos de nuevo con nuestros hijos, formamos las familias y nos divertimos sin más».

El de los estereotipos tampoco ha sido un tema que haya quitado el sueño a los responsables de Heraclio Fournier. De hecho, cuando la compañía vitoriana decidió modernizar la baraja de las familias, no fue para retocar rasgos físicos, vestimentas o escenarios, sino para incorporar una nueva familia, para lo que tuvo que tomar una decisión que no gustó a todo el mundo.

"Se intentó hacer el mismo formato de baraja, pero con ocho países, en vez de los siete originales. Eso obligó a cambiar el número de cartas que componían la baraja y se decidió quitar a los abuelos para meter un nuevo país con su familia. Al final la propuesta fue bastante criticada, no solo por lo de los abuelos, sino porque la nueva familia no tenía el mismo estilo de dibujo que la original y no tuvo mucho éxito en el mercado. Definitivamente, la familia vikinga no fue bienvenida", explica Pizarro, que aprovecha para comentar que solo Familias de 7 países se sigue comercializando en la actualidad por parte de Heraclio Fournier, la única empresa que, en los últimos tiempos, producía este tipo de barajas.

"A lo largo de más de sesenta años, marcas como Ediciones Recreativas, Naipes Comas o Editorial Zaragozano, entre otras, sacaron títulos muy interesantes que intentaban hacer competencia a la todopoderosa Heraclio Fournier que, hasta el año 2021, fue la única que siguió apostando por editar sus barajas infantiles. Aunque se seguían vendiendo muy bien, por decisiones comerciales que a veces se escapan de nuestra lógica, lamentablemente dejó de fabricarlas. Las barajas infantiles, en principio, han llegado a su fin, quizá por los nuevos modelos de ocio, quizá porque ya les tocaba", se lamenta Vicente Pizarro que, aunque apunta que hay marcas extranjeras asociadas a Fournier que siguen comercializando algunas barajas semejantes a las que recopila en su libro, los formatos y la mecánica de juego son diferentes y en su opinión "sin ningún encanto".