Un joven estudiante y trabajador de Baleares: «Existe una falta de confianza en la juventud de hoy en día»

Las perspectivas de futuro son una de sus grandes preocupaciones uLa polarización entre los jóvenes y los estigmas a los que están sometidos también forman parte de su realidad

Un joven patinando mientras su compañero filma la acción.  | GUILLEM BOSCH

Un joven patinando mientras su compañero filma la acción. | GUILLEM BOSCH / Jordi Sánchez

Jordi Sánchez

Conseguir una radiografía exacta de la juventud balear es una tarea prácticamente «imposible». Esta semana se ha publicado el Anuari de la Joventut de Balears 2023, una aproximación más bien estadística hacia la realidad diaria de los jóvenes de las islas, la cual trata de recoger en un conjunto de 17 artículos escritos por más de 40 autores y autoras.

Sin embargo, tal y como explica Ventura Catany, coordinador de Bachillerato del colegio Pius XII, esa realidad va más allá. Tras más de 30 años impartiendo clases, Catany confiesa que «sobre la juventud hay muchos estereotipos», pero «cuando trabajas con ellos, se desmontan solos».

Los estigmas

Alba Puig tiene 18 años y estudia segundo de Bachillerato en un instituto de Palma. Para ella, uno de los mayores estigmas con el que cargan los jóvenes está relacionado con la fiesta y, concretamente, con el alcohol y las drogas. Reconoce que consume alcohol esporádicamente -«algunos findes»- y lamenta que «la brecha generacional con los más mayores» provoque que en muchas ocasiones «no nos entiendan». «Si eres joven y responsable, creo que se puede tener una relación sana con las drogas. No quiere decir que a los 30 te sigas drogando, ni tampoco que durante tu juventud debas hacerlo a diario, simplemente que no somos criminales por hacerlo», cuenta. Afirma, además, desconocer la existencia del Anuario.

El vicepresidente del Consell de la Joventut de Balears, Jordi Prunés, explica que esta estigmatización es injusta y asegura que «no se puede generalizar porque algunos salgan y sea un desfase, ya que los adultos también salen y se desfasan y no se les estigmatiza». Apunta además que es muy importante la «contextualización» de estas situaciones: «También hay jóvenes abstemios, que no salen, o que si saben que deben conducir no beben alcohol».

Unas chicas esperan en un paso de cebra en Palma.  | ENRIQUE CALVO

Unas chicas esperan en un paso de cebra en Palma. | ENRIQUE CALVO / Jordi Sánchez

Otro factor importante en este estigma proviene de la propia aceptación cultural del alcohol y las drogas. Eric Cano, estudiante de 22 años del grado superior de Laboratorio Químico, destaca que «desde que eres pequeño ya relacionas la fiesta con beber». Reconoce que «no es bueno», aunque también confiesa que «todos lo hemos hecho alguna vez».

No obstante, esta estigmatización no es el único problema al que se enfrentan los jóvenes de Balears. Las perspectivas de futuro son uno de los temas que más preocupan. Puig y Cano coinciden en una de las preguntas que más se repiten entre la juventud una vez se supera la mayoría de edad: «¿Cómo me voy a poder independizar?».

«La sociedad, de alguna manera, nos ha fallado, porque hemos hecho todo lo que se espera de nosotros», lamenta Prunés. La vivienda y la estabilidad económica son preocupaciones que incrementan exponencialmente con la edad.

El futuro

«Tengo las mismas expectativas, o menos, que en Sevilla». Así de contundente se muestra Rocío López, una sevillana de 19 años que junto a su familia se mudó a la isla tras la pandemia y que ahora empalma trabajos en el sector de la hostelería. «Es verdad que nuestros padres a lo mejor tenían condiciones más favorables, pero lo que nos espera a nosotros no tiene nombre», lamenta. Se pregunta cómo podría pagar «un mísero piso de dos habitaciones si con lo que cobro no llega ni para que tenga que hacer la declaración». En este aspecto coinciden todos los entrevistados por este diario.

Lluís Casasayas, con 22 años, está estudiando un máster tras haberse graduado en Magisterio mientras va cubriendo suplencias en varios colegios de la isla para ganar algo de dinero. Para él es «imposible» independizarse. «Ahora que he entrado en la rueda de la vida adulta, o suben los sueldos o baja el alquiler, porque si no, no lo veo», relata.

«Aquellos que consiguen emanciparse, de alguna manera, dejan por el camino en muchos casos la libertad individual de escoger qué vida queremos llevar», apunta Prunés.

Además, aseguran todos, no tienen expectativas positivas ni esperan que se produzca ningún cambio que pueda modificar la situación.

Dos estudiantes recorren el campus de la UIB.  | N.CUÉLLAR

Dos estudiantes recorren el campus de la UIB. | N.CUÉLLAR / Jordi Sánchez

La polarización

Algo que tanto López como Puig destacan, y en lo que Casasayas y Cano están de acuerdo, es la polarización que ciertos temas que en los últimos tiempos han agitado la agenda política han generado entre la juventud.

«Ya no hay un punto medio casi. No hay un punto medio, o estás de un lado o del otro», cuenta Puig. López, por su parte, destaca «la educación en casa», factor que considera también influyente. La inmigración, la independencia de Cataluña o el feminismo son, según Catany, algunos de los temas más polarizantes que han surgido entre los jóvenes.

«Les gusta o el blanco o el negro. A su edad, no están para grises. Los grises son una rica zona de profundidad que solo te da la experiencia de la vida, y ellos todavía no la tienen», relata Catany.

En definitiva, son muchos los problemas a los que se enfrentan los jóvenes de hoy en día en Balears, aunque entre los mismos también se respiran aires de confianza y esperanza en ellos mismos. «Al final, pese a que tener una buena situación socioeconómicaes vital, somos los encargados de mantener vivos ciertos derechos y valores que se han conquistado durante nuestro tiempo», reflexiona López.

Para Casasayas, las generaciones de hoy en día están subestimadas: «Existe una gran falta de confianza en la juventud de hoy en día». Catany, quien ha visto crecer a cientos de jóvenes durante su larga trayectoria como docente, también lo tiene claro: «Estos años me han ayudado a aprender a no juzgarlos. Uno no puede pretender ver resultados inmediatos, tiene que esperar a un factor fundamental: el tiempo. Ahora tienen otras prioridades, pero cuando me encuentro a exalumnos pasados unos años, veo cómo han evolucionado y me doy cuenta de que al final lo logran y se convierten en buenos adultos».

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