Las tortugas nacidas en Ibiza ya nadan solas

28 ejemplares de tortugas bobas nacidas de los desoves producidos este verano en Eivissa fueron liberadas al mar ayer en la playa de es Cavallet 

Liberación al mar de tortugas en es Cavallet

DI

Las han cuidado. Las han vigilado. No se han separado de sus huevos. Siete días a la semana, 24 horas al día. Estuvieron con ellas cuando eclosionaron y salieron del huevo. Ahora, es el momento de despedirse de ellas, soltar las al mar y desearles suerte, porque la van a necesitar. Este martes por la tarde se ha producido en la playa de es Cavallet la suelta al mar de 28 crías de tortugas bobas (Caretta caretta) de las 219 que han nacido este verano en las costas de Ibiza, y los cerca de 70 voluntarios reclutados por el GEN-GOB para proteger el nido no podían faltar a este momento.

Los desoves se produjeron durante el mes julio en las playas del río de Santa Eulària (91 huevos), es Figueral (12 huevos) y ses Salines (116 huevos). Una parte de los huevos se trasladaron al Laboratorio de Investigaciones Marinas y Acuicultura (Limia), en Mallorca, pero la mayoría se agruparon en la playa de es Cavallet, ya que tiene las condiciones más óptimas para la nidificación y el desove.

IBIZA. PLA YA ES CAVALLET. LIBERACION TORTUGAS.

Los niños que han soltado las tortuguitas, observan atentamente su evolución por la arena. / Toni Escobar

Algunos de los voluntarios las vieron nacer, pasaron noches en vela junto al nido para evitar que se acercaran curiosos, incívicos o algún posible depredador. Fueron, en definitiva, los ángeles custodios de estos reptiles quelonios. «Estuve dos noches haciendo guardia aquí. De dos a ocho de la mañana», explica Eloy Ruiz, uno de los voluntarios, «tuve suerte porque fueron unas noches espectaculares, con luna llena. Me iba tomando café y me quedaba contemplando el mar, relajado». Nadia Ballester es otra voluntaria que pasó una noche velando el nido: «Me ponía la alarma cada 20 minutos para no quedarme dormida», recuerda.

El momento más crítico se vivió el 3 de septiembre, cuando un violento temporal amenazó el nido. «Fue horroroso», recuerda Roser Tregón, a quien le tocó estar de guardia en el peor momento: «Llovía a cántaros, hacía un viento infernal, con el mar embravecido que iba subiendo de nivel hasta que las olas llegaron hasta el mismo nido».

«Inmediatamente, nos movilizamos a través de nuestro grupo de WhastApp», relata Agnès Vidal, miembro del GEN y coordinadora del grupo de voluntarios, «somos una gran familia y enseguida vino gente a ayudar». Entre todos, levantaron una barrera protectora con maderas y, esa noche, pudieron salvar los huevos. A la mañana siguiente, los trasladaron a un lugar más seguro. «Fue muy angustioso pero ahora es gratificante», recuerda Tregón.

Una de cada cien

Después de tantas aventuras, la llegada de las 29 tortuguitas -de apenas dos meses de vida-, trasladadas en cajas por personal del Consorcio de Recuperación de Fauna de Balears (Cofib), provoca una gran expectación. Todavía son muy pequeñas, apenas pesan 70 gramos y miden 10 centímetros de largo. Son bebés tortugas. «A mí me parecen grandes porque cuando nacieron eran muy pequeñitas», comenta Agnès Vidal. Efectivamente, al nacer suelen pesar entre 12 y 15 gramos. En pocas semanas, han quintuplicado su tamaño.

IBIZA. PLA YA ES CAVALLET. LIBERACION TORTUGAS.

Agnès Vidal, coordinadora de voluntarios, en el centro de la imagen, supervisa el avance de los reptiles hacia su objetivo. / Toni Escobar

Este verano se han batido los récords de desoves de tortugas en las playas de Balears: se han puesto un total de 413 huevos, de los cuales 195 han eclosionado positivamente. La Comunitat no tiene recursos suficientes para cuidar adecuadamente tal cantidad de crías y, además de cuidarlas en las instalaciones del Limia, en el Aquarium de Palma y en el Centro de Visitantes de Cabrera, se han establecido colaboraciones con el Oceanográfico de Valencia, la Fundació per la Conservació i Recuperació d’Animals Marins (CRAM) de Barcelona y el Acuario de Sevilla, para que acojan las tortugas.

El Govern balear espera a que las tortugas tengan un año de vida para soltarlas de manera controlada al mar, y así mejorar su ratio de supervivencia. De hecho, de las 195 tortugas que han nacido este verano, 145 se liberarán el año que viene. El resto se liberan ahora, aunque su posibilidad de supervivencia es escasa: «De manera natural, una de cada cien sobreviven», admite Anna Torres, directora general de Medio Natural y Gestión Forestal. Podría ser peor, ya que la ratio de supervivencia en los multitudinarios desoves que se producen en lugares como Costa Rica es todavía menor, y los depredadores se dan un auténtico festín con las crías. A veces, olvidamos que la naturaleza es cruel y despiadada.

Ante la posibilidad de que continúen aumentando los desoves en Balears, como consecuencia del cambio climático, Anna Torres plantea la posibilidad de que «las tortugas se críen de manera natural en las playas y no en cautividad». Una propuesta que puede parecer utópica, dada la presión turística que sufre la costa pitiusa en verano, aunque Torres no descarta la posibilidad: «En Grecia ya se realizan grandes desoves naturales y se compatibilizan con el turismo».

La hora de la verdad

Finalmente, sobre las 18 horas, llega el gran momento. Un técnico del Cofib da instrucciones al centenar de voluntarios, curiosos y periodistas que se han reunido para asistir a la suelta: «Dejen el espacio abierto para que las tortugas puedan acceder al mar. No hagan ruido, no las pongamos nerviosas». Entrega un ejemplar a unos niños que, con delicadeza, dejan a la cría de caretta caretta en la arena para que, por ellas mismas, alcancen el mar.

Es un espectáculo fascinante, maravilloso. Cuatro metros separan a las tortugas del agua. La arena dibuja una suave curva descendente. Patosas, inquietas, las tortuguitas agitan sus aletas, intentan abrise paso. Algunas se dan la vuelta pero logran girarse. Otras extravían el camino y deben ser reconducidas. Las hay que se meten entre la posidonia. Una pequeña elevación de pocos centímetros supone un duro obstáculo. Poco a poco, guiadas por el instinto, avanzan hacia el agua. Minutos más tarde, la primera de ellas llega hasta donde rompen las olas. La primera ola no lo consigue, pero la segunda ya logra arrastarla y conducirla hacia el mar, que ya es su nuevo hogar. Luego llegan las siguientes. En pocos minutos, todas ellas ya se encuentran en su medio natural. Un espacio en el que vivirán rodeadas de peligros. Es imposible no encariñarse con ellas, pero, ¿alguna podrá sobrevivir?

«Tenía miedo a que se le rompiera una aleta. ¡Es tan pequeña!», comenta Micaela Salvarredi, una de las niñas que ha soltado una. «Ha valido la pena», dice Nadia Ballester, voluntaria, a quien este momento le ha tocado la fibra sensible: «Ha sido maravilloso. Hemos sufrido mucho por protegerlas. Esto es de los más bonito que he vivido». Ballester mira el mar, tan lleno de peligros y amenazas, y suspira: «¡A ver si tienen suerte!».

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