Sant Bartomeu a oscuras y el «no despellejarás»

Sant Antoni de Portmany celebra el día grande de Sant Bartomeu con la tradicional misa solemne, la procesión por el centro del pueblo, el ‘ball pagès’ y un final de fiesta con la música de Tanxugueiras

A San Bartolomé (Sant Bartomeu) lo desollaron hasta la muerte. Y ante tal sacrificio por parte de uno de los doce apóstoles, qué menos que aguantar el sofocante calor que ayer se respiraba en la iglesia de Sant Antoni de Portmany. Un calor húmedo e intenso, pero que es un castigo mucho menor a que te arranquen la piel a tiras.

«Llevo 45 años en este pueblo y, desde que nos instalamos, venimos siempre a la misa de Sant Bartomeu», comenta Maria Planells. Faltan veinte minutos para la misa solemne -que debe empezar a las ocho de la tarde- y los asistentes más puntuales son mujeres de edad, como Nieves y Paquita, una pareja de amigas que se abanican acompasadamente y que aprovechan el encuentro en misa para ponerse al día de sus asuntos. «Yo soy de Vila, pero tengo un piso en Portmany y hace 28 años que vengo por Sant Bartomeu», explica Nieves, «el pueblo está muy animado y aquí veo a las amigas». «Se está bien, pero se pasa mucho calor», apostilla Paquita.

Mientras en el interior se espera el inicio del oficio religioso, en el exterior, los que antaño se denominaban ‘las fuerzas vivas de la localidad’ hacen tiempo y esperan que el tañido de la campana indique el momento de entrada en el templo. Frente a la fachada de la iglesia, los políticos del PP están en un corrillo y, a tres metros, los del PSOE tienen su propio corrillo. Al final, ambos grupos se funden tras los pasos del obispo y al son que marca el Grup Floklòric Brisa de Portmany.

Sant Bartomeu a oscuras y el «no despellejarás» |

El ‘ball pagès’ esperó a que se iluminara la plaza. / Toni Escobar

Sant Bartomeu a oscuras y el «no despellejarás» |

Miembros de la colla Brisa de Portmany sonríen durante la procesión. / Toni Escobar

No despellejar a nadie

La misa dura una hora y, en ella, el obispo de las Pitiusas, Vicent Ribas, rememora la figura de Sant Bartomeu, el apóstol a quien le arrancaron la piel y que la Iglesia, en un alarde de humor negro, nombró patrón de los encurtidores. «Ya sabéis que a Sant Bartomeu el van espellar», explica el obispo, «es decir, que los despellejaron. Y es una palabra que nos recuerda a ese vicio tan feo que es ‘despellejar a alguien’, criticarlo».

Ribas señala que no hay que despellejar sino imitar el ejemplo del santo: «Bartomeu reconoció al bon Jesús como esa figura que estaba esperando, él nos enseña el valor de la fe». Simultáneamente, los asistentes a la misa también conocen las penas del purgatorio, ya que con el templo abarrotado el calor alcanza cotas asfixiantes y los abanicos se agitan con un crepitar parecido al de las brasas de una fogata.

Tras el oficio religioso es el momento de sacar las imágenes de la parroquia en procesión. Encabeza la comitiva una cruz y la imagen del santo, que es portado a hombros en un recorrido que sale de la iglesia, baja por la calle Ample, alcanza el paseo de ses Fonts y sube por la calle de Bisbe Torres para regresar al punto de partida.

Durante la breve procesión se produce otra de las estampas inevitables en cada Sant Bartomeu, que es el contraste entre el ambiente bullicioso que tiene el centro de Sant Antoni en pleno mes de agosto con el rigor y la solemnidad religiosa de las imágenes sagradas. La comitiva se abre con una gran cruz plateada, convertida en una especie de mascarón de proa de la fe, abriéndose camino en un océano de pecado, diversión, hedonismo y, en definitiva, la inevitable relajación de costumbres del turismo juvenil. Por la calle Ample retruenan las castanyoles mientras unos turistas italianos, ellos sin camiseta, ellas en bañador, devoran unas hamburguesas en la terraza del Burger King y. Los italianos, por contagio, empiezan a seguir con la cabeza el ritmo repetitivo e insistente de la percusión de la música folklórica, como si ese trueno telúrico les recordara las profundidades sonoras del minimal techno.

Sant Bartomeu a oscuras y el «no despellejarás» |

Políticos en la primera fila de la misa solemne. / Toni Escobar

Sant Bartomeu a oscuras y el «no despellejarás» | FOTO DE TONI ESCOBAR

Las imágenes de la parroquia desfilaron por el paseo de ses Fonts. / Toni Escobar

De regreso a la iglesia, es el turno del ball pagès, que tiene que demorarse unos minutos ya que la plaza está entre tinieblas. El alumbrado público es mínimo y la fachada de la iglesia está a oscuras, pese a que es el día grande de la fiesta patronal. «No han encendido las luces de la iglesia ningún día, y eso que son fiestas», comenta la trabajadora de un negocio de la plaza de la iglesia, «¿tampoco las encienden hoy? ¡¡Hay que ver!!». Y la mujer está a punto de hacer un comentario anticlerical pero, en ese momento, quizás imbuida por las palabras del obispo, que recomienda no despellejar a nadie, comenta: «Bueno, a lo mejor es que se ha estropeado un cable».

Pero los cables van bien y, por fin, se encienden las luces de la fachada del templo. Una de las espectadoras del ball pagès es Maite, una turista madrileña que se confiesa fascinada por esta muestra de cultura popular: «Lo vi por primera vez hace cinco años y me dejó loquísima. No se parece en nada a lo que haya visto nunca. No sé si es fenicio o árabe, es muy poderoso y muy estético». Una amiga suya interviene en la conversación y comenta que a algunas amigas suyas este baile les genera rechazo por el papel sumiso de la mujer. «Pero es que no puedes ver con ojos del siglo XXI algo que hunde sus raíces en muchísimos siglos atrás», le replican, y se inicia un interesante debate.

Y mientras sigue el baile, el color, las luces y el abigarrado enjambre de gente se extiende por el paseo de ses Fonts, la feria y la playa, donde se prepara el concierto de Tanxugueiras , y la efervescencia de ruidos y risas indican que esta noche es especial, ya que Sant Bartomeu es solo una noche al año.

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