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Viejos oficios: maestro campanero

El último de una saga

José Enrique López Ocampo mantiene el único taller artesanal de fabricación de campanas que hay en España, en Arcos da Condesa. Trabaja igual que hace siglos, con barro y bronce, y sus obras repican en catedrales e iglesias de todo el mundo

José Enrique en el taller de Badoucos, en Arcos de la Condesa.

La tradición familiar se remonta a 1630, fecha en la que se establecieron en Caldas de Reis, probablemente en una de las rutas itinerantes que seguían los campaneiros de antaño, procedentes del norte. A partir de entonces Felipe Blanco Ocampo se ubica en O Ameal, Arcos da Condesa (Pontevedra), y empieza la historia documentada de la saga hasta llegar a José Enrique López Ocampo, maestro campanero y último representante –al menos por ahora– de un oficio que se extingue.

Igual que en otras profesiones ambulantes, los artesanos fundidores se juntaban en una aldea, montaban un horno y hacían las campanas para todas las parroquias colindantes. Y así se desplazaban de un lugar a otro. A comienzos del siglo XIX la familia traslada el taller de O Ameal a su emplazamiento actual en Badoucos, y ahí sigue. Son cuatrocientos años de historia, y prácticamente no hay pueblo en Galicia que no lleve la firma en las alturas de las espadañas o torres de Campanas Ocampo.

De Arcos han salido campanas famosas como las de la iglesia de San Fiz de Anllóns que inspirarían a Eduardo Pondal, las de San Xulián de Bastabales, evocadas por Rosalía Castro, las de la Colegiata de Vigo o las que repicaron en la catedral de la Almudena de Madrid con motivo de la boda real de Felipe y Letizia.

El proceso de elaboración sigue siendo el mismo que hace siglos, “empleamos como materias primas el barro, la leña y el bronce y se comienza primero haciendo los moldes”, explica José Enrique. Es una parte complicada porque se trata de tres moldes de barro superpuestos de los que se elimina la parte intermedia, haciendo encajar los otros dos entre los que se introduce el metal fundido.

Los modelos varían en función de las campanas porque cada uno de estas obras sonoras “puede ser de veinte o cien kilos a más de dos mil”, dice el artesano. El diámetro y el espesor del bronce determinará el tipo de sonido final que emitirán las campanas, como también la adecuada proporción entre peso y altura. Como pieza indispensable de todo el proceso está el escantillón o 'regla de buxo' que guarda, en sus símbolos tallados en los tres costados, los secretos del oficio.

"El peso de cada campana varía. puede ir de veinte kilos a cien o más de dos mil. primero se comienza haciendo los moldes de barro, una tarea compleja y precisa”

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Los conocimientos y la forma de construir las campanas, siguiendo la tradición, han pasado de generación en generación. Los Ocampo son los últimos campaneros de España que confeccionan piezas de forma totalmente artesanal. Se tardan unos tres meses en construir una campana, aunque suelen hacerse varias a la vez. Una de las próximas será para una parroquia de Oza-Cesuras.

José Enrique, maestro nacional campanero, con varios premios en la larga trayectoria de la empresa, aprendió desde niño, pero no sabe si su hija, que tiene ocho años, podrá ser el eslabón que mantenga la saga. De momento, él, a sus cuarenta y cinco, perpetúa un oficio con cuatrocientos años de historia familiar.

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