El pasado viernes nos dejó Michel Galera, pionero de la música en la isla, gran artista y uno de los personajes más queridos y admirados que irrumpieron en aquel Sant Antoni mágico de los años sesenta en los que cualquier cosa era posible. Michel se ha ido demasiado pronto, con tan solo 75 años, y deja tras de sí lo más importante que un ibicenco, ya sea de nacimiento o adopción, puede legar: haber paseado el nombre de Ibiza y Sant Antoni por el mundo y haber contribuido de forma sustancial a esa atmósfera de libertad que marcó una época y que abrió para la isla un camino de éxito que aún perdura.

Michel Galera en realidad se llamaba Miguel. Nació en 1946 en Cúllar, un pequeño pueblo de Granada, pero se mudó a Francia con su padre cuando aún era un niño, donde ‘Miguel’ evolucionó a ‘Michel’ y ya se le quedó para toda la vida. Pasó la adolescencia en Barcelona, donde quiso ser torero y cantante. Su madre, ante el temor de que se acabara decantando por lo primero, le ayudó a hacer realidad una fructífera carrera musical, que comenzó en la adolescencia formando grupos.

A Ibiza llegó por primera vez en 1965, con solo 19 años, para actuar con su formación, The Masters, en La Gitana, el inolvidable tablao flamenco que había puesto en marcha Marita Nágera, madre de los hermanos Fioravanti, en 1961, en la esquina de las calles Vara de Rey y Bartomeu Vicent Ramon, hoy pleno West End. A Marita, que era una señora elegantísima, todo el mundo la llamaba ‘la marquesa descalza’, por su título nobiliario y por andar con los pies desnudos por la calle, como hacía Ava Gardner en ‘La condesa descalza’.

El local estaba justo enfrente del restaurante y bar de guitarras Celler El Refugio, que la familia Roselló abrimos en 1963. Esta cercanía y proximidad hizo posible que los artistas que actuaban allí, grupos flamencos en los primeros años, mantuviesen con nosotros una estrecha y enriquecedora convivencia, que se mantuvo cuando La Gitana evolucionó a night club con actuaciones en vivo de pop rock.

Michel ya llevaba un año girando por distintas salas catalanas con su grupo The Masters, cuando Antonio Fioravanti, uno de los hijos de Marita, decidió ficharles para La Gitana. Así fue como Michel y su grupo, que él lideraba como vocalista, desembarcaron en Ibiza y se convirtieron en la primera banda foránea de este estilo que se instaló durante una temporada completa en la isla.

Ese mismo verano inauguré mi primera sala de fiestas, Capri-Playboy, en la avenida Doctor Fleming, y trajimos al grupo de rock ceutí The Brisks, iniciando entre los dos locales una oferta de espectáculos inspirada en la nueva música que se producía por toda Europa y que también comenzaba a despuntar en España.

De los Masters a los Cheyenes

Michel formó parte también de otros grupos importantes, como Los Blackmans y Los Cheyenes. Con estos últimos, tras dos temporadas completas, volvió actuar en La Gitana, que entonces ya había cambiado de nombre a Zoom Zoom y que acabaría perteneciendo a Pepe Torres, de s’Estany, otro de los ilustres vecinos que han contribuido a expandir el nombre de Sant Antoni por el mundo.

Los Cheyenes, el más internacional de los grupos de los que Michel formó parte, tenían fama en todo el país porque eran los de melena más larga. Eso a Michel le trajo algunos problemas con las autoridades de Sant Antoni, que aún no se habían acostumbrado a los pelos largos que estaban por llegar, y que con los años han quedado como simpáticas anécdotas acerca de cómo pasado y futuro colisionaban en aquel presente de cambios acelerados.

Desde mediados de los años setenta hasta principios de los noventa, Michel permaneció en Formentera, actuando en un hotel durante toda la temporada. Tras unos años viviendo en la península, el amor por Ibiza pudo más y en 2009 regresó a Sant Antoni con su esposa y sus hijos.

Aquí ha pasado sus últimos años de vida, rememorando en buena parte aquellos tiempos gloriosos en los que la bahía de Portmany era el lugar más glamouroso, divertido y bohemio de toda España. Con Pep Pilot y otros amigos se involucró en la Asociación Retro y desde las redes sociales se ha dedicado a publicar fotos y recuerdos, despertando la emoción y nostalgia a quienes vivimos esa época irrepetible, y enseñando a las nuevas generaciones un pasado esplendoroso que probablemente no habían ni imaginado.

Como cantante, Michel fue una gran figura; y como vecino de Sant Antoni, un portento. El año pasado nos dejó José Padilla, otro pionero que con su música ponía banda sonora a los atardeceres en la costa de ses Variades. Ahora lo ha hecho Michel Galera, uno de los primeros en dar vida a la noche de Sant Antoni.

Nos quedan de recuerdo aquellas veladas de rock en las que agitaba la melena sobre el escenario como hacían Los Beatles y los Rolling, y esas conversaciones en las que irremediablemente se le encendía la mirada al hablar de arte, música y cultura.

Pero cuando de verdad demostraba una auténtica pasión por la vida era al ilustrar las relaciones sociales, humanas y culturales de todo el vecindario, como ocurrió en el último encuentro que tuvimos en la barra del Rincón de Pepe con Miguel y pudimos comentar con inmenso placer el legado elaborado en sus memorias, de las cuales su hija Eva nos dará testimonio. Todos te echaremos de menos.