El Parque de la Paz ofrece una imagen más propia de una tarde de febrero que de una mañana de sábado a mediados de octubre. A las diez y media, solo se observan dos personas en torno a la fuente, ambas conversando por el móvil. Los precintos de todos los bancos y las gradas acentúan aún más el momento de excepcionalidad que vive la ciudad. (Ver galería de imágenes)

Llega una mujer apresurada, aunque accede a atender un breve cuestionario. Explica que se llama Dolors y aún no se había enterado de que las restricciones en Vila para prevenir contagios de Covid-19 se han prorrogado una semana, pero acepta de buen grado la noticia. «Yo soy sanitaria, así que creo que estas medidas son convenientes para nuestra salud y debemos colaborar», subraya.

Una señora cruza la calle Canarias con un carrito. «Sí, voy al mercado, pero a la floristería», aclara María Tur. «Pero normalmente compro en los puestos del Mercat Nou y en las últimas semanas se ve mucha menos gente», añade. Ella es vecina de la avenida de Isidor Macabich, donde se cumple un mes bajo restricciones.

«No me afecta mucho, porque pienso que es lo que se debe hacer por salud y yo he procurado salir lo menos posible durante este tiempo». En su casa han renunciado a los encuentros familiares que celebraban todos los domingos en Sant Rafel, el pueblo natal de María. «Sigo yendo casi todos los días para cuidar de mis tíos durante la mañana, pero mi marido y mis hijos no han vuelto desde que ya no hacemos las cenas», detalla.

Dentro del mercado, se confirma que hay menos movimiento que antes de que entraran en vigor las restricciones a mediados de septiembre, aunque no se ve tan vacío como en las dos primeras semanas que solo quedó confinada la zona de l'Eixample. Llama la atención un puesto nuevo de productos selectos italianos.

Abrir en plena crisis

Su dependiente, Alessandro, detalla que empezó en julio y admite riendo que es un valiente. «Ahora no queda más que luchar, pero me gusta el mercado y confío en que pronto vuelva todo a la normalidad», se resigna.

Los comercios exteriores del Mercat Nou en la calle Castella se encuentran cerrados. «Cada día está más triste esta zona, porque ya hay ocho o nueve locales con el cartel de 'se traspasa'», lamenta Javier, que viene de comprar la prensa y el cupón de la ONCE. «Si lo pueden alquilar, ya van a tener suerte».

Además de preocuparse por los conocidos que tratan de sacar adelante sus negocios, Javier augura que la apertura de los dos cementerios de Vila, a los que solo se podrá acceder con reserva previa el día de Todos los Santos, generará problemas. «Explícale a mucha gente que se presentará allí que tenían que haber pedido cita, se va a montar un cacao importante».

En cambio, el fin del cierre de los cementerios anunciado por el Ayuntamiento supone para las floristerías «un alivio importante», destaca Carolina Riera, de Ambiental. «En verano teníamos muchas bodas, pero en los últimos meses se ha cancelado todo, también los eventos privados», detalla.

Ella ya ha empezado a recibir encargos para el día de Todos los Santos. Así y todo, este año en su tienda han llamado a los proveedores más tarde que nunca. «Aún no sabíamos qué podríamos hacer, cuando normalmente un mes antes ya hemos pedido las flores que nos harán falta». Pese a la caída generalizada de la actividad, Carolina destaca un nicho de mercado que despuntó con fuerza al reabrir los comercios durante el estado de alarma. «Se empezaron a vender muchas plantas porque la gente quería darle vida a sus casas», valora.

En la calle Bisbe Carrasco, vuelven a estar abiertas las puertas del restaurante Sa Vida. Alex Teodorescu, uno de los socios, barre el comedor tras un mes de parón. «Decidimos cerrar porque, trabajando solo hasta las diez de la noche, no puedes mantener un negocio y una plantillla de siete personas solo con las comidas», explica. Durante esta semana, continuarán con esta restricción horaria, así como el aforo limitado al 50% de la terraza y el 25% en el interior. «Esperamos que después cambien la normativa y mejore la situación».

En la Cafetería Gran Vía, en la avenida de Isidor Macabich, calculan que la actividad ha caído en un 80%. «Mira ahora, un sábado a la hora del vermú la poca gente que hay», lamenta el cocinero, Manuel Izquierdo. Desde que hace un mes el Govern decretó la hora de cierre a las diez de la noche para los comercios del Eixample, en este reconocido templo barcelonista constatan que hay vecinos que se van a Sant Jordi o Santa Gertrudis para ver los partidos de fútbol, ya que aquí solo pueden ver la primera parte. «Por suerte, aquí vendemos mucho menú del día para llevar», destaca.

El primer ensayo de la Simfònica

Además de los cementerios, el Ayuntamiento ha reabierto los polideportivos municipales y el auditorio de Can Ventosa. El patronato de Música ya inició sus clases en este centro cultural el mes pasado, pero ahora acoge el primer ensayo del año de la Orquestra Simfònica Ciutat d'Ibiza.

Los músicos preparan el concierto que, el próximo domingo, supondrá el estreno de Fernando Marina como director y que interpretarán ante ante un tercio del aforo del auditorio. El coronavirus también ha condicionado el repertorio. «Mi propuesta inicial era con 30 o 40 músicos, pero como solo puede haber 18 en este escenario, he preparado un programa de época barroca, cuando las orquestas no eran tan grades, con piezas de Bach y Händel» explica Marina.