Tal día como hoy, el 4 de diciembre de 1999 se acabó un largo camino en el que la ciudad de Ibiza logró la declaración de Patrimonio de la Humanidad. Los representantes de la candidatura ibicenca viajaron a Marrakech donde la asamblea de la Unesco recompensó la labor iniciada trece años atrás. Sin embargo, en la ciudad marroquí lo que se reconoció viene de mucho más lejos. De decenas de miles de años en el pasado.

La primera piedra del proyecto que hizo a Ibiza Patrimonio Mundial fue, a la postre, la piedra angular de la propuesta ibicenca. La posidonia y su encaje en una candidatura que mezclaba, por primera vez en la historia, los bienes históricos y culturales con el medio natural y el patrimonio medioambiental, fueron claves para que Ibiza lograse el beneplácito de los delegados reunidos, aquellos días de diciembre, en Marrakech.

Esta planta marina retrotrae los méritos de la candidatura ibicenca 100.000 años atrás, nada menos. Los científicos han logrado demostrar que un mismo conjunto de especímenes, con idéntico ADN, es el organismo vivo más antiguo del planeta y, también, el más grande, ya que cubre una zona de costa de 8 kilómetros.

Enrique Fajarnés, alcalde de Ibiza cuando se inició el proceso, y Xico Tarrés, primer edil cuando se consiguió el objetivo, están de acuerdo: «Incluir la Posidonia oceanica y el patrimonio natural en el proyecto fue fundamental para lograr que la Unesco declarase Ibiza Patrimonio de la Humanidad», coinciden.

Y es que no hay que olvidar que la declaración de la Unesco no se circunscribe a la ciudad. Los bienes declarados Patrimonio Mundial son cuatro: la ciudad amurallada y sus murallas, Dalt Vila; la necrópolis fenicio-púnica de Puig des Molins, la mejor conservada del Mediterráneo; el poblado fenicio de sa Caleta, el primer asentamiento en la isla habitado desde el siglo VIII a.C., y las praderas de Posidonia oceanica que se extienden entre Ibiza y Formentera.

La historia de cómo Ibiza inicia su camino hacia Marrakech 99 y la consecución de su objetivo, comienza en 1986. De la mano de Lluís Llobet, por entonces presidente de la Asociación de Vecinos de Dalt Vila, surge la idea de presentar Dalt Vila para que la Unesco la declare Patrimonio de la Humanidad. De hecho, la asociación, en la que Enrique Fajarnés era tesorero, se entrega al reto de elaborar el proyecto para presentar la candidatura, con la ayuda de amigos y contactos en Europa y en la propia Unesco.

Un primer escollo

En aquel momento, la Unesco rechazó la propuesta ibicenca, por considerarla insuficiente. Lo que nadie se imaginó entonces es que la buena voluntad de Llobet y sus vecinos a punto estuvo de costarle a Ibiza sus opciones de alcanzar el estatus de ciudad Patrimonio de la Humanidad. Y es que la Unesco no es amiga de ofrecer segundas oportunidades.

Así pues, a mediados de los 90, el Consistorio gobernado por Fajarnés y el Partido Popular decide atacar de nuevo esa cima. «Empezó en una conversación que tuve con Abel Matutes Juan, ministro de Exteriores, sobre la posibilidad de presentar Ibiza Patrimonio de la Humanidad, aprovechando que el director general de la Unesco era [Federico Mayor] Zaragoza. Tanto Abel como yo teníamos muy claro que eso suponía un sello de calidad importantísimo para Ibiza en promoción. Y, además, no solo en turismo de sol y playa, sino en los aspectos culturales e históricos de Dalt Vila», explica Fajarnés.

La primera acción que realiza el Consistorio, siguiendo el consejo del Ministerio de Exteriores, es solicitar la ayuda de la ONG asesora de la Unesco, Icomos. En sus primeras visitas, los expertos de esta asociación hacen saber al Ayuntamiento que «el hecho de que hubiese una declaración negativa era un condicionante casi definitivo y que era muy complicado», detalla Fajarnés.

A pesar de ello, Vila contrata a Icomos para realizar el proyecto. En ese proceso, su principal problema es el de encontrar la forma de presentar una candidatura diferente de la del primer intento. Así pues, el recinto amurallado, por sí solo, no era suficiente.

«En esa búsqueda, en multitud de reuniones, de repente se enciende una luz: ¿Y si presentamos un proyecto conjunto, cultural y con algún tema medioambiental? Así, la clave fue presentar la posidonia, que ya estaba protegida en algunas zonas, como factor determinante de las playas y los alrededores de la propia ciudad», afirma Fajarnés.

No solo posidonia

Sin embargo, las praderas de Posidonia oceanica no fueron la única opción que se barajó, tal y como explica Fajarnés: «Se pensó en ses Feixes, pero hay humedales parecidos y, además, de época árabe; las salinas, pero hay muchas salinas... Pero lo que se busca es que sean elementos exclusivos y únicos en el mundo o casi».

Durante meses se produjeron infinidad de reuniones, trabajo a diferentes niveles, se contó con un « lobby de influencia» y mucho trabajo por parte del Ministerio de Exteriores. En cuanto al apartado de la posidonia, la ayuda experta llegó de la mano del biólogo marino, fotógrafo y documentalista Manu San Félix, uno de los mayores expertos mundiales en la materia.

La candidatura no fue fácil. Había que superar el escollo del primer intento, afianzar aspectos históricos, como certificar con su correspondiente investigación que las murallas de Ibiza sirvieron de modelo para varias fortificaciones en América latina, y encontrar un elemento que diferenciase la segunda propuesta de la primera.

Otro de los inconvenientes fue la coincidencia de la propuesta ibicenca con la de San Cristóbal de la Laguna, en Canarias. No es habitual que se presenten y acepten dos proyectos de un mismo país en una asamblea. La propuesta canaria era la de un ejemplo único de ciudad colonial no amurallada. Ambas candidaturas tenían sus reservas y algo de miedo a que la Unesco se decidiese solo por una de las dos. Finalmente, la asamblea del organismo de la ONU concedió el certificado a las dos.

Todo 1999 fue un año de intenso trabajo, entre otras cosas, para recibir a diferentes visitas de expertos de Icomos y la Unesco que debían inspeccionar los bienes incluidos en el proyecto de declaración. Un ejemplo fue la visita a principios de año de dos inspectores: el italiano Pietro Laureano, experto en bienes culturales, y el biólogo cubano Pedro Rosabal, encargado de evaluar los bienes naturales. La visita fue recogida el 28 de febrero por Diario de Ibiza, que destacó la inspección de Dalt Vila que hizo Laureano, que llegó a bajar a una cripta de la catedral; y de ses Salines y es Vedrà que realizó Rosabal, encargado de evaluar las praderas de posidonia.

Más tarde, el 22 de mayo, Diario de Ibiza recogía una nueva visita. En este caso la de un grupo de expertos desplazados a la isla para participar en la conferencia internacional sobre fortificaciones abaluartadas hispano-lusas, que se deshicieron en alabanzas hacia las murallas de Vila. Dicho congreso comenzó tres días antes, el 19 de mayo, organizado por el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos), con una conferencia titulada 'Ibiza y las fortificaciones de la monarquía española en el Renacimiento'.

El parón electoral

El 13 de junio de 1999 se celebraron elecciones municipales y hubo cambio de gobierno. El PP de Enrique Fajarnés tuvo que ceder el poder al PSOE de Xico Tarrés, que se convirtió en el nuevo alcalde. Las elecciones y el cambio de gobierno paralizaron los trabajos de la candidatura ibicenca durante dos meses, tal y como señaló Diario de Ibiza el 6 de septiembre con el siguiente relato: «La promoción de este proyecto ha estado paralizada durante dos meses por las elecciones del 13-J y el relevo en la alcaldía de la capital insular, además del parón en los trabajos hasta que Enrique Fajarnés aceptó el mes pasado ser comisionado de la candidatura a Patrimonio de la Humanidad».

«Cuando llegamos al Ayuntamiento, en el pleno de constitución de la corporación yo le ofrecí a Enrique ser comisionado para la candidatura Patrimonio de la Humanidad, de forma que se continuase con el trabajo sin que sufriera un parón por el relevo electoral. En los meses siguientes antes de llegar a Marrakech, se trabajó mucho poniendo a punto el proyecto», explica Tarrés, que añade: «Fue un trabajo en equipo en el que intervinieron muchas personas, muchos técnicos y especialistas, no solo de la casa sino de fuera también. Creo que hay que reconocer la labor de todos, incluida la diplomática que realizó el gobierno con los embajadores en Marrakech».

La asamblea de la Unesco comenzó el 1 de diciembre y según Tarrés, las semanas previas fueron intensas: «Las semanas previas a Marrakech fueron de incertidumbre. Sufrimos mucho porque no teníamos nada claro que fuésemos a conseguirlo. Tú vas trabajando desde aquí y sabes lo que tienes y el valor que tiene, pero no sabes si los que deben votar lo van a ver igual que tú. Una cosa era lo que pensábamos nosotros y otra cómo lo iban a valorar los delegados en la asamblea de la Unesco».

Por su parte, Fajarnés destaca el ofrecimiento de su rival político y a la postre aliado en el proceso: «Fue una de las claves. Ir los dos juntos. Ojalá hoy muchas más cosas fuesen tan consensuadas».

Tarrés recuerda las dudas que asistían al equipo de trabajo de la candidatura: «Por aquel entonces, Ibiza era conocida pero no se conocía su valor patrimonial y cultural, por lo que no sabías lo que iban a votar. Sabíamos que era un paso muy importante para Ibiza , era un destino que podía dejar de ser visto como lugar de playa y con la imagen de los hippies, para pasar a ser conocido por su historia, su patrimonio, su cultura? Saber la historia que tienes hace que la gente la ame y respete más».