«Es una humillación». Así define Mari Carmen Escandell, madre de un adolescente con una gran discapacidad, el trato que recibieron ella y su hijo en dos vuelos de la compañía Vueling, ante la que, no sin problemas, asegura, ha presentado ya una reclamación que también entregará en el departamento de Consumo.

Escandell y su hijo volaron el martes por la mañana hacia Barcelona para acudir al médico. Como siempre, habían solicitado el servicio para personas con movilidad reducida, que les acompañó hasta sus butacas en el avión y tras lo que, como es habitual, entregó la silla de ruedas plegable al personal de handling para que la colocaran en la bodega y se la devolvieran, de nuevo, al aterrizar. «Bajamos los últimos, y cuando vino el chico de movilidad reducida la silla no estaba», explica la madre, que detalla que se trata de una silla especial que sujeta a su hijo, que no puede mantenerse erguido. Precisamente por este motivo, explica, no podía montar a su hijo en la silla convencional del aeropuerto: «No tiene musculatura. Si no va sujeto se desploma».

Así, la madre pidió que le trajeran su silla, pero le explicaron que ésta se encontraba ya en las cintas de equipaje y que no podían ir a buscarla. «Me dijeron que no podían traérmela porque entonces tendría que pasar de nuevo por el control de seguridad y era demasiado tiempo», relata Escandell, que señala que, en ese momento, ya llevaban unos 35 minutos en el avión vacío. Esperando. Fuera de la aeronave, más allá de la pasarela, se encontraban, también esperando, los pasajeros que debían embarcar para el siguiente vuelo. «Lo que no podía hacer era cargar en brazos a un niño de 15 años y de más de 25 kilos de una punta a otra del aeropuerto de Barcelona», indica.

Silla con cuatro señalizadores

Silla con cuatro señalizadores

Así, presionados para abandonar el avión, la única opción posible era que la madre se montara en la silla de ruedas del aeropuerto y que ella llevara, en su regazo y sujeto, al niño. «Y así fui desde la puerta de embarque hasta la zona de equipajes, sentadita en la silla, con mi hijo encima y con todo el mundo mirándonos. Si ya de normal cuando vas con un niño con una discapacidad tan grande la gente te mira, imagina en esa situación. Fue humillante», recuerda Escandell, que señala que confundieron la silla de su hijo «con un carrito de bebé» a pesar de que, afirma, estaba señalizada. En los manillares de la silla, visibles incluso plegada, hay cuatro etiquetas: dos blancas de AENA y dos rojas de Iberia. Escandell explica que se trata de una silla especial, que compró hace unos años, para cuando deben viajar para ir al médico: «Es plegable y en vez de 20 kilos, como la que usa habitualmente, pesa sólo siete».

En ese momento, Escandell no pudo pararse a poner reclamación alguna. «Ya llegábamos tarde al médico», justifica la madre, que denuncia que esto mismo le ocurrió, de nuevo, en el vuelo de regreso a Ibiza, el miércoles por la tarde. En ese caso, critica, el servicio de asistencia a las personas con movilidad reducida fue mal desde el principio. En vez de embarcar los primeros, los dejaron para los últimos, lo que les obligó a estar en uno de los autobuses de la pista «casi una hora». Al subir, además, no tenía espacio para el equipaje de mano, ya que estaba todo ocupado. Eso sí, al explicarle al personal de cabina que no podía dejar al pequeño solo para ir a buscar, luego, el equipaje, le hicieron un hueco.

Al llegar al aeropuerto de Ibiza, sin embargo, madre e hijo se volvieron a encontrar con la misma situación: para salir del avión les llevaron una de las sillas del aeropuerto y no la suya que, otra vez más, habían llevado ya hacia la zona de recogida de equipaje. De nuevo, el chico del servicio para personas con movilidad reducida les explica que le han dicho que es imposible recuperar la silla de ruedas, que debe ir ella hasta las cintas y recogerla allí. Tras más de media hora de discusión, y con la gente del siguiente vuelo ya esperando, a Mari Carmen Escandell no le quedó más opción que volverse a subir ella en la silla sin sujeciones y sostener a su hijo.

Esta vez, sin embargo, nadie se había preocupado de la silla de ruedas, que estaba «abandonada» en una de las cintas de equipaje. «Cualquiera podría haberla confundido con un carrito de bebé y habérsela llevado», critica.

En esta ocasión, sin prisa, se fue directa a poner una reclamación. Sin embargo, no fue posible. Ni AENA ni Iberia, compañía en la que compró el billete, ni Vueling, que operaba el vuelo, quisieron que presentara una queja oficial. «Se pasaban la pelota de uno a otro», denuncia. Al final, ya de noche, optó por marcharse a casa y regresar ayer con la intención de no marcharse del aeropuerto sin las reclamaciones pertinentes. Finalmente, consiguió que se las sellaran en el mostrador de Vueling.

Escandell recuerda que no es la primera vez que le ocurre algo parecido. Denuncia la «falta de sensibilidad» de las compañías con las personas con discapacidad y critica duramente que, en vez de facilitarles coger un vuelo, se lo compliquen aún más. La próxima vez que le ocurra algo parecido asegura que no se moverá del avión hasta que le devuelvan la silla de ruedas de su hijo. «O hasta que venga la Guardia Civil a desalojarme del avión».

Abierta una investigación

Abierta una investigación

Desde el departamento de comunicación de Vueling aseguraron ayer que, tras la llamada de este diario, habían abierto una investigación con el objetivo de averiguar qué había pasado en ambos vuelos. Confían en poder contestar a Mari Carmen Escandell lo antes posible.

Desde AENA, sin embargo, se lavaron las manos respecto a este caso. Insistieron en que el trato y las condiciones «del equipaje» (sic) es responsabilidad de cada compañía. Cuando se le explica a la trabajadora del departamento de comunicación de AENA en Balears que no se trata de un equipaje, sino de la silla de ruedas de una persona con discapacidad y que no se pregunta por eso, sino por el trato a las personas con movilidad reducida, insiste en que no es responsabilidad suya. Sólo hay que visitar su página web, sin embargo, para ver que la asistencia a estas personas, denominado PMR, sí es un servicio que los viajeros que lo requieran deben solicitar a AENA, bien a través de un teléfono de Madrid o de un enlace en la propia página de AENA. A pesar esto, en Balears insisten en que no es responsabilidad suya.