El edificio abandonado y okupado de es Viver está dejando de ser un vertedero en pleno núcleo urbano, después de que los servicios de limpieza municipales retiraran ayer 21 toneladas de residuos, en la primera de las tres jornadas de trabajo que se prevén necesarias. El Ayuntamiento ha procedido a esta limpieza de manera subsidiaria, después de que la propiedad de los terrenos no haya dado ninguna respuesta al requerimiento oficial, realizado el pasado mes de julio, para que retirara toda la basura acumulada.

A las ocho de la mañana se trasladaron a la zona dos retroexcavadoras, dos camiones y una furgoneta de limpieza, además de un equipo formado por seis operarios y un encargado de servicio. Los trabajos se centraron en retirar toda la basura acumulada en la planta baja que debía destinarse al aparcamiento del edificio, donde los residuos llegaban hasta el techo. Para ello, primero hubo que demoler parte del muro con el que el propio Ayuntamiento tapió el recinto, también de manera subsidiaria.

Los vecinos que al mediodía pasaban por la calle Cosme Vidal Llàser, que une el barrio de Cas Serres con el de es Viver, mostraban su alegría después de tantos años de quejas por la basura allí amontonada, aunque precisaban que en este edificio los inquilinos no crean problemas de convivencia.

«Hace años sí que hubo gente más conflictiva, pero la verdad es que ahora no hay ruidos ni molestias», apuntaba Francisco Marcos, camino de su casa en Cas Serres. «Aquí viven familias y parejas de gente trabajadora», añadía. Una apreciación que confirmaba Jordi Costa, del mismo barrio, quien sufre «por la imagen que da esto cuando paso con los niños». «También hay ratas, pero no hay problemas con los que viven aquí», explicaba Costa.

«Conmigo no se meten y supongo que hay personas con necesidades que se ven obligadas a estar aquí», apuntaba Manuel González. «Pero me fastidia que algunos tiren tanta porquería, porque se puede ser pobre sin ser un guarro.

El edificio está tapiado por las calles Cosme Vidal y la perpendicular, Jacint Aquenza, a la que se puede acceder desde el carril con destino a Vila de la avenida Sant Josep. En el lado más cercano al centro de salud de es Viver, la manzana se termina y queda separada de un descampado por una zanja de unos «40 metros de largo, uno y medio de ancho y dos de profundidad», detallaba a primera hora de la tarde Paco Muñoz, el jefe de servicio de Valoriza, la empresa concesionaria de la limpieza en Vila. En ese momento, la zanja ya estaba prácticamente cubierta de tierra que depositaba una retroexcavadora, pero al mediodía eran toneladas de desechos las que cubrían ese desnivel.

Muñoz explicaba que ya se habían trasladado al vertedero cinco bañeras repletas de residuos y se enviarían otras dos antes de las seis de la tarde, hora de finalización de la primera jornada de la campaña de limpieza. «En cada bañera caben unas tres toneladas, así que hoy vamos a retirar 21». «No sé cuántos residuos podemos llegar a sacar, porque hay muchísimo acumulado, pero nos quedan dos días de trabajo seguros», aventuraba. Para dar un ejemplo de la dimensión de la basura retirada, Muñoz comparaba «un contenedor normal de la calle, que tiene un volumen de tres metros cúbicos» con las bañeras «de 20 metros cúbicos» que ayer fueron transportadas hasta en siete ocasiones.

Inquilinos

Por la tarde ya se había dejado prácticamente arreglado el descampado colindante al edificio, donde una retroexcavadora alisaba el terreno ya libre de basura. Sólo quedaba por retirar los restos de vegetación, que deberán ser previamente triturados.

El otro lado del edificio abandonado da a un pasadizo sin asfaltar, que lo separa de un par de viviendas de planta baja. Allí queda un lado sin tapiar que accede al patio interior del recinto, completamente repleto de todo tipo de chatarra en el primer piso. Allí vivía hasta hace un mes el vagabundo rumano que llegó en septiembre de 2014 a Ibiza a bordo de un catamarán destartalado. «Se fue hace un mes a la Península», explicaba un hombre de unos 40 años, centroeuropeo, que iba a salir a pasear con su perro. Se negó a dar su nombre, pero informó de que trabaja en una oficina y reside en un primer piso del bloque desde hace medio año «porque es imposible pagar un alquiler una sola persona».

«Aquí somos unas 30 personas, gente normal casi todas, el problema es que ha habido gente muy sucia que lo ha llenado de mierda», aseguraba. Se ofrece a enseñar su vivienda para constatar su versión.

Él vive en el bloque más pequeño de los dos que forman el proyecto residencial a medio construir. Sube por unas escaleras hasta el primero de los dos pisos, una zona despejada de desechos. Cuenta con una sala exterior, delimitada por una reja y donde ha habilitado una cocina. Abre una puerta y muestra un estudio impoluto, con ducha y muebles construidos por él mismo y una estantería repleta de libros.