Después de los sufrimientos que había padecido, hasta parece razonable que Sing-Gbe ensartara con una espada al capitán del ´Amistad´, el ibicenco Ramon Ferrer Ferrer. Dos veces. Las dos hasta la empuñadura. Incluso se puede juzgar que Sing-Gbe se ensañó poco si se tiene en cuenta la odisea que pasó junto a 52 de sus paisanos desde que fue secuestrado en Mende (Sierra Leona). Engrilletados, cruzaron el Atlántico en esa goleta, una travesía en la que, convertidos en mercancía humana, los mataron de sed y hambre. En 1997, Steven Spielberg contó en el film ´Amistad´ la sublevación, el 30 de junio de 1839, de aquellos esclavos. Años más tarde, los investigadores Michael Zeuske y Orlando García publicaron un estudio en el que sacaron a relucir que al frente de aquella infame, «larga, baja y negra» (según fue descrita en esa época) goleta había un pitiuso. Los ibicencos Pere Vilàs, Joan Planells y Antoni Ferrer tiraron de aquel hilo hasta averiguar que Ramon no era el único paisano que en aquella época se dedicaba a comerciar con esclavos. Además de su hermano, Damià, estos investigadores han hallado pistas sobre otros tres vecinos de Vila: Gabriel Matutes, Joan Prats y, probablemente (en este caso no lo tienen claro pero todo apunta a que así fue), Vicent Arabí, tal como acaban de publicar en ´Caribbean studies´.

Ramon Ferrer no solo era el propietario y armador de la goleta ´Amistad´, de 40 toneladas y destinada al tránsito marítimo costero en Cuba, «sino también de algunos barcos más», señalan los historiadores: por ejemplo, poseía el 50% del moderno vapor ´Principeño´. Además del transporte comercial de bajura, dedicaban algunos viajes a comerciar con carne, humana, desde África. Los Ferrer, que tenían una gran visión comercial, siguieron la máxima de no colocar todos los huevos en la misma canasta: el capital obtenido en el comercio de esclavos lo invertían en más barcos y en las nuevas zonas de producción de caña de azúcar de Cuba, además de en las nuevas tecnologías de la época, como los ferrocarriles y las máquinas de vapor. Diversificación del riesgo: los Warren Buffett pitiusos.

Ibiza-Cuba, un viaje frecuente

A raíz del trabajo de Zeuske y García, los tres investigadores de Ibiza iniciaron un estudio genealógico en los archivos de la isla que les condujo a una serie de datos inesperados: Ramon no fue el único ibicenco que abandonó la isla en el siglo XIX para probar suerte como negrero en la perla del Caribe. La emigración a Cuba de los hermanos Ferrer, así como de Gabriel Matutes y Joan Prats, «se enmarca en un contexto de relaciones fluidas de Ibiza con el continente americano», afirman. Así, entre 1836 y 1889 se realizaron al menos 144 viajes desde las Pitiusas a ese continente, 73 de ellos a Cuba. Es una frecuencia de travesías que califican de «desmesurada si se tiene en cuenta la población que entonces tenía la isla»: en 1790 la habitaban 13.544 personas.

La ocupación laboral de buena parte de los habitantes de la ciudad de Ibiza era el mar, lo que «generaba un número importante de oficiales graduados de marina con despacho para todos los puertos», subrayan los historiadores. En el padrón de habitantes de 1825 se alude, por ejemplo, a la existencia de tres pilotos y 12 patrones.

En ese sentido, el capitán del ´Amistad´ era de estirpe marinera. El padre de Ramon Ferrer, Ramon Ferrer Riusec, nació en la Marina en 1758. En el padrón no se menciona su profesión, pero sí la de su padre, el patrón Damià Ferrer (nacido en 1713), a su vez hijo de otro patrón, Damià Ferrer Costa (nacido en 1679), que también era hijo de otro marino, Damià Ferrer (fallecido en 1720). Incluso Antoni Ferrer, el tío de Ramon Ferrer Ferrer, el capitán del ´Amistad´, era patrón.

Muerto junto a su esclavo

Damià Ferrer, hermano del capitán del buque negrero, también era marinero y nació alrededor de 1797 en Ibiza. Partió a Cuba «en algún momento de 1825». La primera vez que aparece documentada su presencia en esas aguas del Caribe es en febrero de 1836. Los investigadores ibicencos creen haber dado con la pista del hijo mayor de Damià Ferrer, hermano del capitán del ´Amistad´: se llamaba Ramon Ferrer Riusec y, tras partir de Ibiza en la polacra-goleta ´Adela´, navegó por aguas de Cuba y Puerto Rico entre 1854 y 1860.

También intuyen que, al no aparecer en el padrón general de 1825, Ramon Ferrer Ferrer ya no estaba en Ibiza aquel año y habría emigrado a Cuba con menos de 28 años de edad para probar fortuna. Allí, en Regla (La Habana), se casó con Juana González en octubre de 1830. Tenía 42 años cuando Sing-Gbe le hizo un siete en el abdomen con una espada. Según la película de Spielberg, tal era su furia que la hoja atravesó el enjaretado. Su filo sobresalió en la bodega donde se hacinaban los esclavos. Junto a Ramon falleció (posiblemente a machetazos) Celestino, un esclavo negro que había comprado en Camagüey (Cuba) legalmente (existe acta notarial al respecto) y que formaba parte de la tripulación como cocinero.

Un Matutes en el ´negocio´

En la tripulación de Ramon Ferrer Ferrer había enrolado un marinero llamado Gabriel Matutes. Si bien no se especifica su origen en los documentos de navegación, los historiadores pitiusos creen que su origen debía de ser la Marina, donde ya existía ese apellido. En la primera mitad del siglo XIX vivían en ese barrio cuatro personas que se llamaban igual: Gabriel Matutes Sorà, que era patrón corsario nacido en 1768; Gabriel Matutes Prats, hijo del anterior y nacido en 1802; Gabriel Matutes Pujol, sobrino del primero y nacido en 1815, y Gabriel Matutes Riera, nieto del corsario, nacido en 1833 y sacerdote.

«De todos ellos, el que por edad tiene mayor probabilidad de haber emigrado a Cuba es Gabriel Matutes Prats», deducen los investigadores. Es más «improbable» que fuera Gabriel Matutes Pujol, que en todo caso habría zarpado a Cuba el mismo año de su boda, en 1837.

En el padrón de 1825 aparece Anna Prats, madre y viuda «pobre» de Gabriel Matutes, entonces soltero, que vivía en la calle de la Virgen. Vilàs, Ferrer y Planells no aclaran si, como marinero, participó en el traslado de esclavos. Pero se le supone dadas las (malas) compañías.

Solidaridad entre ibicencos

«El caso del ibicenco Gabriel Matutes no es único. Da la impresión de que entre los isleños emigrados se dio una cierta solidaridad», comentan los historiadores en su investigación. Por las fechas de nacimiento vuelven a deducir que «debían conocerse desde niños, habrían compartido juegos infantiles por las calles de aquella Eivissa familiar, entrañable y dura en la que no había extraños y de la que tantas muestras hay de ayuda mutua entre individuos y familias», afirman.

Por ejemplo, han localizado documentación que «permite relacionar a los hermanos Ferrer, ya dedicados a sus ocupaciones en el Caribe, con un recién llegado Joan Prats». Prats había nacido en la Marina en 1811, era piloto mercante y procedía, también, de una familia de patrones. Abandonó Eivissa tras acabar sus estudios de náutica y se trasladó al Caribe a bordo del queche ´Catalina´. Como segundo piloto, también zarpó de Málaga con destino a Santo Tomás (Cuba) el 16 de septiembre de 1837. En 1839 partió de nuevo desde Málaga con destino al puerto de Trinidad (Cuba), una vez más como segundo piloto, en este caso a bordo del bergantín goleta ´Bateta´.Sospechas sobre el ´Principeño´

La conexión entre Prats y los hermanos Ramon y Damià Ferrer se encuentra en el vapor ´Principeño´, sobre el que aquellos años recaía la sospecha de dedicarse al tráfico ilegal de esclavos. Los comisionados británicos que vigilaban ese comercio instaron a las autoridades españolas en Cuba a que llamaran a declarar a sus responsables tras saber que había atracado en La Habana el 21 de mayo de 1838. Su patrón era Damià Ferrer: «Los comisionados del Reino Unido estaban seguros de que Ferrer había cargado en el ´Principeño´ 300 africanos bozales (los esclavos recién extraídos de África) o más que habían sido llevados a un punto de la costa cubana cercana a los bajos de Colorados (a 100 millas al sudeste de La Habana) por el bric ruso ´Gollupk´, para posteriormente desembarcarlos en un muelle llamado Tallapiedra, cercano a Factoría, en La Habana», explican los autores del estudio. En esa época, se podía traficar con los ladinos (los que desde hacía tiempo tenían la condición de esclavos), pero no con bozales, a los que se consideraba hombres libres.

En su declaración, Damià negó esa acusación y afirmó que en esas fechas lo único que hizo fue rescatar al bric español ´Amnistía´, que procedente de Montevideo había quedado sin timón tras tocar los fondos de Colorados. Le largó un cabo y lo remolcó hasta puerto. Ahí quedó todo: el tribunal descartó el contrabando de africanos. También fue llamada a declarar su tripulación, entre ellos Joan Prats (Juan Prast en el original). Los historiadores pitiusos intuyen que era «muy probablemente ibicenco»: «Sabemos que Joan Prats Marí continuó [después] cruzando el Atlántico con destino a diferentes puertos del Caribe hasta 1869, como oficial y como capitán». Durante su vida realizó esa travesía «en más de 40 ocasiones». Lo extraño sería que, metido en esos negocios, algún esclavo no deseara hacer con él lo mismo que Sing-Gbe con Ramon Ferrer.