La ocupación turística se dispara y el tráfico tanto aéreo como marítimo ha desbordado todas las previsiones. Ibiza y Formentera no dan abasto. Su litoral ofrece ya pocos espacios vacíos y la sensación de agobio está haciendo mella en los residentes. Todo en el turismo está magnificado. Mientras los hoteleros invierten más y más dinero en elevar la categoría de sus establecimientos, la proliferación de beach clubs limita el acceso a la costa de cada vez más pitiusos. Hasta el punto de que en Sant Antoni, por primera vez, se ha limitado el acceso a una de sus playas: Cala Salada.

La situación de peligro ante posibles emergencias ha obligado a actuar a las instituciones. Las colas de vehículos en los accesos a muchas zonas de baño se convierten en barricadas que impiden el acceso de vehículos de emergencia en caso de accidente o de incendio, por ejemplo. Por este y otros motivos, hasta el Consell de Eivissa anunció a final de temporada que estudia cerrar al tráfico de coches Cala d´Hort, Comte y ses Salines, algunos de los puntos más conflictivos de la isla.

Miles de embarcaciones fondean en la costa de Formentera cada verano. Foto: César Navarro

Pero el problema no se limita a la línea de costa. La masificación turística está poniendo en grave riesgo la supervivencia de las praderas de posidonia, pulmón del mar pitiuso. Los miles de yates que recorren estas aguas y que fondean en estas costas representan una presión demasiado grande para una planta marina que encima tarda décadas en regenerarse. A todo ello se une la pasividad de las instituciones, que agrava la situación con su incapacidad para poner en marcha medidas eficaces para evitar que las anclas y los vertidos de estas embarcaciones y procedentes de tierra reduzcan, cada año un poco más, la extensión de este bien natural protegido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.

Como ejemplo de esta presión desbordada, los datos de acceso de vehículos a la zona del Parque Natural de ses Salines ubicada en Formentera: desde mayo a octubre se registró la entrada en este espacio terrestre protegido de 221.523 vehículos, lo que representa un 11% más que en el mismo periodo de 2015. Peor está no obstante la zona ibicenca de este parque, que ni siquiera dispone de un control de acceso de coches, motos y otros vehículos.

La situación se vuelve insostenible en zonas como Benirràs durante la fiesta de los tambores. Diario de Ibiza contabilizó hasta 3.000 personas y un millar de vehículos en esta cala, que se convierte en un peligroso agujero en caso de una emergencia.

"Corregir excesos" sin poner límites

"Corregir excesos" sin poner límitesLa polémica por la sensación de saturación vivida este año, que se arrastra desde hace al menos dos temporadas, ha llegado al Govern. La propia presidenta, la socialista Francina Armengol, aprovechó el discurso de apertura del debate de política general de la Comunitat en el Parlament para advertir a sus socios de gobierno, Més y Podemos, sobre este problema. En esencia, y pese a reconocer la masificación que sufren las islas, rechazó poner límites al turismo y apostó por adoptar medidas para «corregir excesos».

Como la ocupación de ciertos espacios del litoral que son de dominio público y que generaron alarma e indignación social este verano. Como el caso del cierre de parte de la costa de Comta por el propietario de una mansión, que provocó incluso una marcha ciudadana para reivindicar este pedazo de la isla para uso y disfrute de todos.