Noemí y Coral no dudan en coger un par de bicis, de su tamaño, y echar una mano. Las conducen hasta los pies del contenedor, donde dos voluntarios las cogen y las colocan con cuidado. «Tienen maña», comenta, admirada, Alba Pau al ver las primeras bicicletas apiladas perfectamente, como un tetris. Lleva desde las diez de la mañana sacando bicis de la casa que han utilizado como almacén durante los últimos meses. Una casa en la que ayer había cerca de 300 velocípedos. Todos ellos están ya rumbo a Tanzania, al Kilimanjaro Orphanage Centre, en la región de Moshi, a los pies del techo de África, donde las recibirán los cerca de 80 niños acogidos. «Hay desde bebés hasta chicos de 18 años», detalla Carlos Ramón, que recuerda que la iniciativa surge del deseo de los propios niños del hospicio, con el que colabora. Después de pasar un rato jugando con la única bicicleta con la que cuentan en el centro les pidió que dibujaran lo quem ás deseaban y todos, los 79, dibujaron una bicicleta.

«El contenedor va lleno», apunta, contenta, Alba Pau, impulsora de la iniciativa, que desarrolla con Proyecto Juntos. Explica que la mayoría de las bicicletas las han donado ciudadanos de las Pitiusas y el resto, las policías locales y la Policía Nacional. Casi 300. Muchas más de las que, en un principio, se habían marcado como objetivo.

«Nos hemos puesto en contacto con África Directo y todas ellas se repartirán a adultos para ayudarles en su día a día», explica Carlos Ramon. A los niños las bicicletas les ayudarán, principalmente, a llegar al colegio. Además, les darán «una alegría». A los adultos, en cambio, les permitirá poner en marcha pequeños negocios. Repartir leche. O frutas. O verduras. Incluso gallinas.

Todas las bicicletas que suben al contenedor están «en perfecto estado». A todas, excepto a las nuevas que algunos colaboradores han comprado para donarlas, les han dado un repaso en Kandani. Algunas sólo necesitaban una puesta a punto, otras han requerido más trabajo e incluso cambiarles varias piezas. «Ha costado alrededor de 25 euros por bicicleta», apunta Alba Pau, que detalla que para este proyecto han contado con 6.000 euros de Pachá y Space.

De la casa, junto a la plaza de Jesús, continúan saliendo bicicletas. De todo tipo y tamaño. Ésa era la idea. En el contenedor cargan, incluso, ruedines. Por si, una vez allí, tienen que enseñar a los niños a ir en bici. También algunos repuestos. Por si hay que hacer algún arreglo. Pero eso será dentro de un mes, el tiempo que durará el viaje de estas cerca de 300 bicicletas hasta su destino.