-¿Cómo deben prepararse los padres para la llegada a la adolescencia de sus hijos? ¿Es cierto que se sobrevive a esta etapa?

-Es absolutamente cierto, afortunadamente. Lo que pasa es que a los padres les pilla totalmente desprevenidos el debut, el inicio de la adolescencia. Pensamos en una edad de 14, 15 o 16 años, pero esta es una etapa intermedia de la adolescencia que empieza con el cambio del cuerpo y este a su vez se inicia a los 11 años. De manera que tenemos un niño o una niña de esa edad que está dirigiendo su mirada ya no a sus padres, sino a sus amigos y hacia el mundo de fuera.

-¿Por qué ese cambio? ¿Cómo dejan los padres de ser el referente para ser casi el enemigo?

-Forma parte de la evolución. Toda crisis no es más que una necesidad de cambio, donde la persona deja lo que tiene para ir a por lo que quiere. En un adolescente son anhelos de crecimiento personal, ya no monitorizado y dirigido por los padres, sino un descubrimiento del mundo con sus propios recursos. El problema, como la propia palabra indica, es que un adolescente ´adolece´ de experiencia para abordar los desafíos de la vida que se le presentan. Va a necesitar un apoyo y en este caso ya no van a ser los padres, que hasta ahora han venido solucionando incluso demasiadas cosas, sino los amigos.

-¿Qué papel han de tomar ahora esos padres?

-Los recursos que nosotros tenemos o la experiencia se deben a nuestras vivencias, que van a ser diferentes a las de nuestros hijos, pero en función de lo vivido, hemos de prepararles lo mejor posible. Es absolutamente clave que la crisis de la adolescencia se produzca a la edad cronológica que corresponde, y aquí suele haber bastantes problemas, también porque las chicas suelen madurar dos años antes que los chicos. Los padres tenemos que ser el referente y poner en todo lo que hagamos sentido común y coherencia. De nada sirve reprender u orientarle si nosotros no tenemos una actuación que corresponda con eso que estamos diciendo.

-¿Cuáles son los errores más habituales de los progenitores?

-Particularmente, creen que van a ser rechazados por sus hijos cuando ponen límites. Son absolutamente necesarios para el crecimiento. De hecho, cuando los adolescentes hablan de un amigo que no tiene límites, normalmente te dicen: «A fulanito le dejan venir a la hora que le dé la gana, sus padres pasan de él». De manera que aunque protesten muchísimo en casa, los adolescentes se van a fijar en esa referencia, la necesitan. ¿Cuáles son nuestros límites y cómo hay que ponerlos? Pues hay una variedad grandísima y es un foco de muchísimo conflicto. Yo invito a que se sea muy rígido y ambos progenitores tienen que tener el acuerdo de no desautorizarse delante del otro en todo lo que tenga que ver con la seguridad de su propio hijo o hija y con el atentado flagrante de lo que es importante para la familia. Esto va a ayudar a los hijos a prepararse para vivir en un mundo en el que la convivencia es necesaria. Va a necesitar llevarse bien con sus congéneres y contribuir a la sociedad en la que se va a sentir inmerso.

-¿Hay que escuchar sin juzgar?

-Es más importante escuchar que dar sermones. Los adolescentes se cierran mucho a los sermones de los padres, que son muy frecuentes, valoran ser escuchados. Cuando los padres se mantienen tranquilos y ofrecen un momento de silencio, de escucha y de no juicio, tendrán mucha más facilidad para expresar lo que les pasa, dentro de que va a ser difícil, porque la turbulencia hormonal no permite a su cerebro racional utilizar las palabras adecuadas para definir cómo se sienten. Hay una especie de analfabetismo a la hora de interpretar lo que les está pasando y traducirlo en palabras. La pulsión institiva es demasiado fuerte y todavía no demasiado controlada. Por eso son tan impulsivos, y tan ´violentos´ y poco racionales, la adolescencia es pura emocionalidad.

-Nos encontramos con retos como las nuevas tecnologías, ¿cómo regular esa irrupción?

-El sentido común, de nuevo. No son malas, todo lo contrario. Cerrarse a la posibilidad de que nuestros hijos usen las nuevas tecnologías es cortarles un poco las manos en todo lo que tiene que ver con la sociedad que viven. Hay que controlar el uso razonable y potenciar que nuestros hijos tengan amigos de carne y hueso, con los que pueden negociar, discutir. Pero no refugiarse detrás de una pantalla para que las relaciones sociales sean virtuales. Nuestros hijos tienden a eso porque el miedo al rechazo se disipa.

No importa tanto que a uno le rechacen o le bloqueen de una red social, sin embargo duele mucho que le contradigan su opinión en una relación de tú a tú. Y esto es absolutamente necesario en la adolescencia, porque nos va a preparar para relacionarnos con gente que igual discrepa de nuestras propias opiniones.

El caldo de entrenamiento es la adolescencia.

-¿Es posible limitar el uso del móvil sin enfrentamiento?

-Es casi una utopía. Naturalmente que va a haber enfrentamiento, la familia no es una democracia.

Alguien tiene que asumir el papel de adulto y ese rol es incómodo. Reaccionamos mal a la imposición y mejor al razonamiento, dentro de que en la adolescencia es complicado.

-En esta etapa de despertar y desarrollo de la sexualidad, parece que los adolescentes prefieren Internet a preguntar.

-Demonizamos mucho esta cuestión porque ahora el acceso a una información muy explicita es muy sencillo, los adolescentes y los niños acceden a una información sexual puramente instintiva donde se omite el amor y es la búsqueda del placer y el sexo como anestesia. El ejemplo de los padres va a ser absolutamente básico, hay que poder hablar de ello pero sin esperar a que entren en la adolescencia. Si esperamos estarán mucho más cerrados a lo que les digamos y darán mucho más valor a lo que dicen los amigos.

-¿Cuándo hay que abordarlo?

-Siempre. Entre otras cosas, se evitaría el abuso sexual a menores.

-En la isla saltaron las alarmas tras conocerse que 15 menores fueron atendidos por intoxicación etílica en Sant Antoni. ¿Como se pone freno al abuso?

-Hay que ser absolutamente drástico con eso, tiene que ser un límite drástico por parte de los padres en general, es muy dañino para un cerebro en desarrollo anestesiarse con alcohol hasta el extremo de perder el control. Es muy malo para su sistema neurológico.

-¿Muestra la dejadez de los progenitores?

-Es que la adolescencia conlleva mucha tensión, porque la vida se mueve rápido, hay una adicción en la adolescencia a la aprobación externa, corremos el riesgo de que no nos admitan en la pandilla, que no nos admitan en el grupo, y esto de toda la vida ha sido difícil. Hay que pasar un rito casi iniciático donde corres el riesgo de que te rechacen. Hoy día ese dolor se anestesia con alcohol, con lo cual no aprenden a afrontar el ser admitidos y a hacer que sea apetecible estar con ellos. No es dejadez de los padres, que hacemos lo mejor que podemos. Hay que ser muy rigurosos con los sitios que venden alcohol a menores, el comercio que lo hace es profundamente responsable también.

-Esta es una etapa de experimentación. ¿Cómo se les prepara para decir no a las drogas ilegales?

-¿Ganan el dinero para consumir?

-Obviamente, no.

-Hay que prepararles, porque va a suceder. Pero no hay que olvidar que va a suceder tanto en cuanto tengan dinero para gastar en eso.

-¿Se les limita la paga, pues?

-El problema es que los padres no controlan la vida de sus hijos las 24 horas del día. Tienen que asumir que la oferta anestesiante es muy sencilla de conseguir, no podemos evitar que la consuman, pero sí prepararles para decir que no.

-¿Cómo?

-Para la respuesta, que vengan a la conferencia. Si lo digo todo, ¿para qué van a venir?