Sergio observa con algo de escepticismo cómo la pala excavadora retira los escombros de la antigua fachada del colegio Sa Graduada. Tras las máquinas que desde hace tres días acometen la primera fase de la demolición de la vieja escuela asoma parte del interior del patio y hasta se aprecian las aulas de un colegio por el que han pasado decenas de generaciones de ibicencos. «La verdad es que estoy un poco asombrado, estudié en este colegio y me da un poco de cosa», comenta Sergio, quien posteriormente aclara que se trataba de un edificio «muy viejo» y que a esta zona de la ciudad «había que darle una vida nueva». Sergio entiende que «había que hacer algo» con un inmueble que llevaba ya muchos años cerrado y en desuso. «Lo suyo es modernizar la zona», zanja.

Unos metros más alejada, en la misma plaza, otra exestudiante del centro, que prefiere no dar su nombre, observa con bastante más nostalgia el derribo. «Me enteré hace tres días de la demolición y he venido a verla. Me da mucha pena porque es un edificio histórico y creo que podían haber hecho algo más por conservarlo», asegura.

Sobre la necesidad de su conservación, «al menos de la fachada», también se muestra favorable Fabiola, empleada de un comercio de una calle adyacente a la plaza. «Da un poco de lástima, pero la verdad es que hay que pensar que si las instalaciones no estaban bien, había que tirarlo y si encima es para construir un edificio nuevo de los juzgados, me parece bien».

Bueno para los negocios

Entre los muchos curiosos que se han acercado a presenciar las obras se encuentra Richard, propietario de un pequeño restaurante que hay en la plaza. «Ya era hora», subraya. «A mi me va bien porque creo que es necesario, ahora va a dar más luz a la zona y además no servía de nada tener este colegio aquí cerrado y abandonado. No soy de Ibiza y no conozco la historia de este colegio y entiendo que haya gente a la que le de pena, pero el edificio no tenía mucho encanto y no era nada elegante», señala este pequeño empresario, que considera que «a veces hay que cambiar las cosas para mejorar». Eso sí, Richard se queja de que ha ido varias veces al Ayuntamiento para preguntar sobre si puede poner una terraza y para que le digan qué van a hacer exactamente ahí al lado «y no hacen más que marearme».

El derrumbe no ha parecido alterar demasiado la actividad en la plaza. A primera hora de la tarde los bancos ya están ocupados y hay niños que juegan en el pequeño parque infantil. En uno de los bares de la zona el trajín a esa hora es similar al de otros días. «La verdad es que no hemos notado nada las obras; estamos trabajando igual que siempre», comenta Nieves, camarera de un bar de la plaza. Para ella el hecho de que tiren el colegio y construyan un nuevo edificio «es necesario» porque la situación de ahora con un colegio cerrado y unos juzgados que se caen a trozos, «no es la mejor» y cree además que será «beneficioso».

Las obras del nuevo edificio de los juzgados se prolongarán, en principio, cuatro años y lógicamente afectarán a la plaza; aunque como señala la concejala de Vías Públicas, Elena López, la intención del Ayuntamiento es «mejorarla». «Tenemos en proyecto varias ideas para la plaza, que además será más grande porque el nuevo edificio se hace unos metros más atrás», señala la edil, quien entiende, «lógicamente», el «sentimiento y la emoción» que provoca el derribo. En este sentido, el Ayuntamiento colocará en ese lugar una placa o algún otro elemento aún por decidir «como recordatorio» de que allí durante más de medio siglo hubo un colegio, el emblemático Sa Graduada.