El tribunal del jurado declaró ayer no culpable a Francisco Ribas, el expolicía local de Sant Josep acusado del homicidio de la venezolana Karina Rosales, ocurrido el 11 de mayo de 2012 junto a una casa en ruinas cercana a Cala Salada. Ribas ha pasado en prisión provisional tres años y dos meses, la mayor parte en el Centro Penitenciario Madrid VII, en la localidad de Estremera. Ayer, tras el veredicto, el presidente del tribunal, el magistrado Juan Jiménez, disolvió el jurado y dictó sentencia absolutoria in voce, por lo que el acusado quedará en libertad. El ministerio público acusaba a Ribas por un delito de homicidio y pedía una condena de 12 años de prisión, además de una indemnización de 200.000 euros para los padres de la víctima. La defensa, por su parte, solicitó la absolución, puesto que considera que no hay «ninguna prueba directa biológica ni material» para incriminarle.

El jurado leyó su veredicto ayer sobre al cuatro de la tarde. El jurado consideró no probado que Ribas fuera el autor de la muerte por una mayoría de ocho a uno. En su veredicto señalan que «no ha quedado demostrado que el acusado, de forma inequívoca, fuera el autor» del homicidio y añaden que «se desconoce quién o quiénes fueron los autores de la muerte de Karina Rosales».

Según el jurado, no hay «indicios concluyentes de que el acusado pudiera haberse desplazado a Cala Salada», el lugar donde mataron a la mujer, que murió degollada después de haber sido golpeada en la cabeza con piedras.

El jurado también señala en su veredicto que «existe una imposibilidad material de poder determinar su culpabilidad, entendiendo que no se han seguido todas las vías de investigación posibles, habiendo surgido muchas dudas respecto a los datos aportados por los peritos forenses en cuanto a la data de la muerte».

Versiones enfrentadas

Durante el juicio, que comenzó el lunes y acabó el jueves, el acusado, de 48 años de edad, negó haber matado a la mujer y afirmó: «Esto es una barbaridad que yo soy incapaz de hacer». Por su parte, el fiscal del caso, Mario López, mantuvo al acabar el juicio su petición de doce años de prisión. Acerca de que no encontraran huellas del acusado en el lugar del crimen ni ninguna evidencia, el fiscal se agarró a la posibilidad de que destruyera pruebas. «Es policía, no es tonto y sabe cómo funciona esto», dijo el representante del ministerio público. También resaltó el fiscal que en la investigación «no se encontró ni la ropa que llevaba el acusado el día de los hechos, ni el arma homicida, ni el bolso de Karina, ni su Blackberry, ni el calzado de la mujer» y dijo sobre Ribas que «tuvo tiempo más que de sobra para deshacerse de ello desde el 11 de mayo hasta que se le detuvo, el 21 de julio». «Demasiado tiempo para quitarse de en medio pruebas», argumentó el acusador público.

La víctima vivía en acogida con el acusado, con el que mantenía una relación desde semanas antes de su muerte. María Karina Rosales murió con 38 años de edad, era natural de la ciudad venezolana de Mérida, aunque se crió en Valencia, también en Venezuela, y vivía en Ibiza desde casi tres años antes de su muerte

Era ingeniera industrial, explicó su padre, pero en la isla se dedicaba al maquillaje artístico. En las semanas previas a su muerte vivió en una casa de campo de la zona Benimussa en compañía de Francisco Ribas, que interpuso una denuncia por su desaparición. La mujer había iniciado una relación sentimental con el policía local, una relación que, según Ribas, no se hallaba muy consolidada.

Cuando Ribas fue arrestado, el padre de la venezolana declaró: «La verdad es que nunca se puede saber, porque Karina nos había dicho que este hombre era una buena persona». Algunos de los compañeros de Ribas en la Policía Local de Sant Josep siempre mantuvieron su incredulidad respecto a la posibilidad de que fuera él el autor de la muerte. «Es algo que para quienes le conocemos resulta imposible de creer», dijo uno de sus compañeros cuando Ribas fue detenido por la Policía Judicial de la Guardia Civil.

El jueves, día final del juicio, el acusado empleó su derecho a la última palabra parta arremeter contra el capitán que condujo la investigación que desembocó en su detención: «El capitán don Bartolomé del Amor es el más incompetente que ha pisado Balears y lo puedo demostrar», dijo.

El capitán, hoy comandante, testificó el martes, segunda jornada del juicio, y apuntó que «el punto de inflexión» que llevó a considerar al acusado sospechoso fue que relató que el cadáver estaba tapado con tablones, un detalle que no se había hecho público.