La muy largamente esperada reapertura del Museo Monográfico de Puig des Molins ha devuelto al público ibicenco la posibilidad de visitar de nuevo, entre otras muchas joyas de la arqueología pitiusa, la colección Sáinz de la Cuesta, ahora ubicada en la sala V, considerada como uno de los lotes «más importantes de antigüedades ibicencas en cantidad y singularidad», según escribió en 1982 la investigadora María Eugenia Aubet.

Se trata, sin duda, de una relevante y amplia colección, con piezas muy variadas -desde la cerámica al vidrio o el metal- provenientes de muy distintos yacimientos de la isla -desde Es Culleram a la necrópolis de Puig des Molins-, que fue donada al Estado en 1964, con la condición de que fuera expuesta permanentemente en Ibiza, por los herederos de Rafael Sáinz de la Cuesta (1896-1961), agente de bolsa, miembro de una familia madrileña de banqueros y vinculado a la isla, concretamente a Santa Eulària, desde los primeros años treinta.

La historia -con sus detalles- de esta colección, así como de su donación al Estado, la dejó escrita uno de los hijos del coleccionista, Rafael Sáinz Fuertes (1928-2004), en el último capítulo de su libro, inédito todavía, ´Crónica de las vacaciones truncadas´.

Según Sáinz Fuertes, la iniciativa de formar una colección de piezas arqueológicas ibicencas la tomó su padre a principios de los años cuarenta por sugerencia del pintor Antoni Marí ´Portmany´, quien trabajó un tiempo como administrador de Getsemaní, en Santa Eulària, casa construida por la familia Sáinz a principios de los años treinta y, desde entonces, lugar de vacaciones de verano durante varias décadas.

Causas e inicio de la colección

En aquella época, después de la guerra civil, «surgieron personajes raros -escribe Sáinz Fuertes en su libro- que quisieron aprovecharse de la necesidad colectiva. Buscaban cosas singulares como muebles antiguos, viejos arcones (€). Pero sobre todo se buscaban las cosas susceptibles de fácil transporte y manejo (€) Antonio Marí ´Portmany´, el pintor y buen amigo, entendido y aficionado a las cosas y costumbres ibicencas, serio, discreto y formal en su trato, buen confidente, avisó a nuestro padre de que se estaban ofreciendo y buscando piezas procedentes de excavaciones arqueológicas. Nacía una corriente especial de mercado, la compraventa de objetos arqueológicos, tanto de origen legal, entonces, como ilegal, sobre todo. El tema estaba en que los presuntos compradores eran casi todos forasteros, extranjeros. El destino de lo adquirido, pues, estaba fuera de la isla, lo más probable allende las fronteras. El riesgo que correrían las piezas objeto de estas transacciones sería desaparecer de la isla y de su historia».

La dura posguerra, por tanto, provocó no solamente que muchas familias ibicencas se desprendieran de sus objetos más valiosos, sino que también generó un repentino mercado, poco visible, de piezas arqueológicas, muchas de las cuales salieron definitivamente de la isla. Así fue como, siempre según Sáinz Fuertes en su libro, «nuestro padre autorizó a Antonio Marí ´Portmany´ a que adquiriera, incluso primando el precio, cuantas operaciones pudiera intervenir, con el objetivo principal de evitar que tales piezas salieran de la isla y, desde luego, de España».

A partir de entonces, ´Portmany´ se ocupó de ir comprando piezas arqueológicas en nombre de Rafael Sáinz de la Cuesta, depositándolas en un viejo arcón vasco que el agente de bolsa tenía en el recibidor de Getsemaní, y «uno de los pocos muebles -recuerda Sáinz Fuertes- que se salvaron del saqueo de la casa ibicenca cuando la ocupación de las fuerzas expedicionarias del capitán Bayo, en el verano de 1936». De esta manera, «en el vientre del arca, Antonio Marí iba depositando, una tras otra, infinidad de cajas de zapatos y de mercería, de mayor a menor tamaño, que, durante aqueños años de las posguerras, se fueron acumulando con las reliquias adquiridas; cuidadosamente envuelta, cada pieza, en abundante papel de periódico».

Y allí estaban todavía, en aquel viejo arcón, aquellas «reliquias» cuando, en 1961, falleció Rafael Sáinz de la Cuesta, y su viuda, Socorro Fuertes Fernández Maquieira, decidió trasladarlas a Madrid. «Ninguno de nosotros, incluida ella misma, habíamos visto la colección en su conjunto todavía», escribe Sáinz Fuertes. Solamente su padre había disfrutado observando aquellas adquisiciones a lo largo de casi dos décadas: «no era arqueólogo, pero poco a poco fue adquiriendo una corta pero sabrosa biblioteca sobre el tema, y por encima estaba su gran sensibilidad que le permitía disfrutar en silencio del descubrimiento y de la contemplación de aquellos objetos».

Traslado, donación y regreso a la isla

La ´colección´ -nadie la llamaba así todavía- fue trasladada a Madrid desde Santa Eulària en 1961 por el propio Rafael Sáinz Fuertes, en compañía de su mujer y de una prima de ésta. «Al llegar a Getsemaní -recuerda en su libro- y abrir el arca, nos dimos cuenta de que el encargo que habíamos de realizar era más laborioso y delicado de lo que pensábamos. No eran solamente piezas de artesanía lo que empezamos a descubrir en las cajas de cartón. Era todo un mundo irreal que ni soñado podía ser verdad. Enormes cáscaras de avestruz, pintadas con variedad de colores o ´talladas´ esculpidas en finísimos trazos formando una decoración sosprendente€ En aquel momento no teníamos ni idea de lo que era todo aquello».

El traslado se efectuó sin problemas. «Conseguimos que todo lo guardado en el arcón vasco cupiera, embalado y clasificado debidamente, en el mismo orden que tuvieron en las viejas cajas de zapatos, pero ahora metidas en otras cajas también de cartón, más grandes y consistentes, que antes contuvieron botellas de vino de marca y resultaban más seguras de manipular y transportar en el coche».

Así fue como las ´reliquias´ del arcón de la casa de Santa Eulària pasaron a empezar a ser una de las colecciones de arqueología ibicenca más importantes. Centenares de pequeñas piezas guardadas en cajas de zapatos -solamente de la cueva de es Culleram hay más de trescientas-, adquiridas por el pintor Antoni Marí ´Portmany´ con el dinero del agente de bolsa y mecenas de pintores (Rigoberto Soler, Amadeo Roca, etcétera) Rafael Sáinz de la Cuesta, uno de los personajes más vilipendiados, por cierto, en la novela ´Vida y muerte de un pueblo español´, de Elliot Paul, sobre la cual, Sáinz Fuertes también escribe largo y tendido en su libro inédito, contradiciendo al novelista norteamericano en muchos de sus pasajes.

Respecto a la procedencia de las piezas de la colección, Rafael Sáinz Fuertes explica en su libro las dos fuentes básicas. De un parte, «compras y aportaciones de campesinos y muchos pequeños coleccionistas anónimos que, por desgracia, ignoraban o no quisieron decir el lugar donde se encontraron los objetos». Por otra, que constituyen la base de la colección, «piezas procedentes de los yacimientos conocidos y excavados por los Román, Vives y Escudero y Pérez Cabrero. Y sobre todo la importante adquisición de parte de la colección Román a sus herederos en 1945. Muchas de estas piezas están reproducidas y datadas en las obras de Juan Román ´Importancia arqueológica de las islas Phytiusas´ (1907) y en la de su hijo Carlos Román, ´Antigüedades Ebusitanas´ (1913)».

Esto quiere decir, entre otras cosas, que la colección alberga objetos procedentes, por ejemplo, de los yacimientos más importantes de la isla: Puig des Molins, Es Culleram, Illa Plana y Puig d´en Valls. Y quiere decir también que hay en ella piezas de origen púnico, romano y árabe.

Socorro Fuertes Fernández Maquieira, viuda del coleccionista, decidió donar al Estado la colección, imponiendo solamente dos condiciones: que llevara el nombre de su marido y que se expusiera de manera permanente en su lugar de origen, Ibiza. El legado fue aceptado por el ministro de Educación Nacional Manuel Lora Tamayo y depositado en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, cuyo Jefe de Sección, Augusto Fernández Avilés, se hizo cargo «con la misión de dirigir el estudio, la clasificación, limpieza y restauración de las piezas que lo requerían, con el objeto de que quedasen debidamente preparadas y catalogadas para su adecuada exhibición permanente en el Museo de Ibiza». La primera exposición de la colección tuvo lugar en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, en 1967. Un año después, llegó a Ibiza. Fue depositada y expuesta, «provisionalmente, con carácter restringido y limitado, por razones de seguridad, en el edificio de la plaza de la Catedral, conocido como Curia», en 1974, coincidiendo con la Primera Semana Cultural de Ibiza, dirigida por Vicente Ribas. Y ya en 1981 la colección pasó al Museo Monográfico de Puig des Molins, expuesta en la sala VII, coincidiendo con la inauguración del edificio, que quedó cerrado al público en enero de 1995.

«¿Hasta cuándo tendrá que esperar todavía la ´colección-donación Rafael Sáinz de la Cuesta´ para ver cumplida la condición sine qua non de permanente exposición pública, honrando a su fundador y para satisfacer la curiosidad cultural de la isla y de sus visitantes?», se preguntaba Rafael Sáinz Fuertes en su libro, inédito aún, ´Crónica de las vacaciones truncadas´. Y añadía: «Aún sigue cerrado, y ya estamos en el año 2004».

Pues bien, desde la semana pasada, ya vuelve a ser posible.