Podría decirse que una de las características de la actual crisis económica es su fuerza para hacer tambalear y destruir incluso aquello que parecía inamovible. Algunas conquistas en educación, sanidad o cultura, que llegaron con la transición, suponíamos que para quedarse, ahora desaparecen con una facilidad pasmosa. La cultura está siendo tal vez una de las víctimas más silenciadas o silenciosas de esta crisis, seguramente porque en la sociedad no ha llegado a calar nunca la idea de que se trata de un bien tan importante como cualquier otro. Asistimos casi diariamente a las justificadas protestas por los recortes en educación y sanidad, por los chanchullos bancarios, por la subida de impuestos y hasta por el chandal de los deportistas olímpicos, pero apenas se escuchan voces que protesten por el cierre sistemático en nuestro país en estos últimos años de centros de cultura, con todo lo que su desaparición conlleva: conferencias, cursos, exposiciones, lecturas, conciertos...

La crisis se ha cebado especialmente con muchos centros de cultura que fueron pioneros en España: aquellos que, dentro de sus programas de promoción cultural, fundaron las Cajas de Ahorro en los años 80 y 90, antes incluso de que, en muchos lugares de provincia sobre todo, las instituciones públicas empezaran a abrir los suyos. El futuro de estos centros parece hoy tan complicado como el de las mismas Cajas de Ahorro, inmersas en procesos de absorción bancarios y, por tanto, cada vez más lejos de la filosofía social y cultural que las inspiró al menos en sus primeros tiempos.

En Eivissa asistimos en estas semanas -se diría que entre impasibles y resignados- al cierre de la que ha sido sin duda la sala de cultura más importante que ha habido en la isla a lo largo de toda su historia: Sa Nostra. Porque la importancia de cualquier centro cultural se mide por el nivel y la frecuencia de sus actividades, por la aceptación del público y por su influencia social. De todo ello puede presumir esta sala y pueden presumir quienes han disfrutado de su oferta. Buena parte -pero sin duda la más relevante- de las expresiones culturales que ha generado esta isla en los últimos treinta años ha estado vinculada a esta sala: desde las mejores exposiciones de pintura o escultura a las más interesantes y variadas conferencias. Sin proponérselo, puede decirse que la sala de cultura de Sa Nostra albergó y, en cierto modo, también propició, sobre todo durante el periodo que va desde mediados de los años ochenta hasta finales de los noventa, una época dorada de la cultura ibicenca.

Escribir sobre la sala de cultura de Sa Nostra significa por tanto recorrer la historia cultural de una Eivissa que, en 1981, es decir, cuando se abrió la sala, no disponía de ningún espacio de estas características, ni privado ni público. Fue Ángel Lloreda, director de la Caja de Ahorros de Sa Nostra en Eivissa, su principal impulsor. Por entonces, Sa Nostra en Palma no tenía aún su sala de cultura, la tendría años después -y la tuvo, por cierto, siguiendo el modelo ibicenco. Y el primer director de la sala de la calle Aragón -que después lo sería también de la de Palma- fue Albert Ribas, a quien debemos sin duda que aquel espacio nuevo fuera desde el principio un centro vivo y dinámico, con una polivalencia cultural que acogía a los creadores de la isla y hacía que se sintieran como en casa. Catina Costa, que empezó a trabajar con Ribas en 1987, se convirtió dos años más tarde en la responsable de la sala, logrando dar continuidad a aquel espíritu de variedad, cohesión y rigor iniciado en los ochenta y que ha durado hasta hoy mismo.

Su polivalencia cultural la fue convirtiendo con el tiempo en mucho más que una sala de exposiciones -ha sido aula de conferencias y cursos, entre otras muchas cosas-, pero lo cierto es que, desde el punto de vista estrictamente artístico, ningún otro espacio de la isla -a excepción tal vez de la galería Van der Voort- ha logrado tener la relevancia que esta sala ha conseguido con sus numerosas exposiciones desde su fundación, lo que le ha permitido también atesorar una valiosa colección de pintura, escultura y fotografía.

Calidad y variedad

En esta sala de Sa Nostra los aficionados ibicencos al arte han tenido la oportunidad de asistir por primera vez en la isla a exposiciones de artistas internacionales de la talla de Joseph Beuys, Joan Miró, Hans Hartung, Julio González, Chillida, Picasso, Fortuny o Manolo Valdés (por citar solamente a unos pocos). Y del mismo modo han podido conocer la evolución de los artistas locales (nacidos en Ibiza o residentes) más destacados de estas últimas décadas, desde Vicent Calbet a Erwin Bechtold, Tur Costa, Will Faber, Rainer Pfnür, Manuel Bouzo, Josep Marí, Toni Cardona, Leopoldo Irriguible, Pedro María Asensio, entre otros muchos. No menos importante ha sido la recuperación de artistas también locales a través de exposiciones que ofrecían siempre aspectos desconocidos u olvidados de sus obras: Antoni Marí Ribas, Narcís Puget, Frank El Punto, Erwin Broner, Tur de Montis…, a menudo con la publicación de catálogos de referencia. Y la fidelidad de un público siempre encariñado de sus pintores más populares ha propiciado exposiciones casi anuales de Ferrer Guasch, Antoni Pomar, Antoni Prats Calbet, entre otros.

La fórmula del éxito de las exposiciones de Sa Nostra tiene que ver sin duda con el arraigo que desde sus inicios ha conseguido la sala con el público ibicenco, con sus artistas y aficionados al arte. Por ello sus exposiciones siempre fueron acogidas con la mayor expectación.

A Albert Ribas se le deben también, en aquellos primeros años, algunos interesantes ‘inventos’ que tuvieron gran acogida, como las ‘lecturas poéticas’: una actividad por entonces casi desconocida en España pero que en los años siguientes iba a proliferar por toda la Península. La fórmula consistía en invitar a un poeta a leer sus poemas, publicando un elegante cuaderno con los poemas escogidos para la lectura -diseñado por Toni Cardona- y casi siempre ilustrado por algún pintor ibicenco. Inauguró la serie Marià Villangómez y a éste le siguieron, durante más de una década, además de todos los poetas ibicencos o residentes en la isla, otros muchos y destacados nombres como Rafael Alberti, Antonio Gamoneda, Francisco Brines, Jaime Siles, Biel Mesquida, Juan Carlos Mestre, Antoni Tàpies-Barba, Antoni Nadal o Àlex Susanna.

En realidad, tanto como los pintores, los escritores ibicencos siempre han estado vinculados a esta sala, con la presentación de sus libros sobre todo. Marià Villangómez, por ejemplo, presentó sus ‘Obres Completes’ en 1986; Enrique Fajarnés Cardona, Joan Marí Cardona, Jean Serra, Josep Marí, Antonio Colinas, Bernat Joan i Marí, Julio Herranz, Milagros Pierna y Manel Marí, entre otros muchos, también escogieron esta sala en más de una ocasión para dar a conocer sus novedades literarias.

En la sala de cultura de Sa Nostra se han celebrado habitualmente tambien los cursos y jornadas temáticas que mayor arraigo social y continuidad han conseguido en la isla, como el Curs Eivissenc de Cultura, organizado por el Institut d’Estudis Eivissenc, el Curs de Cultura Popular, las Jornadas de Arqueología Feniciopúnica y el Curso para adultos. Los aficionados a la música han tenido también aquí su espacio y han podido disfrutar de diversos y muy variados ciclos, desde los dedicados a la música romántica a los de jazz o soul. Hay que mencionar aquí a la Camerata Sa Nostra, otro ‘invento’ de Albert Ribas. También los aficionados al cine han tenido en esta sala una amplia oferta con ciclos temáticos.

Resulta de todo imposible resumir en unas líneas las actividades que, durante tres décadas, se han celebrado en esta sala, pero sí son suficientes para lamentar su pérdida. Sa Nostra ha asegurado que no se trata de un cierre definitivo y que de forma esporádica se abrirá la sala para actos muy puntuales. Pero tanto Catina Costa como su ayudante Sandra Gálvez ya han dejado de trabajar en Sa Nostra, y ahora mismo la sala está abierta al público solamente tres horas por la tarde para que pueda visitarse, hasta el 21 de septiembre, la última exposición que estaba programada. Se trata de la muestra ‘1x1 La mirada escrita’, en la que escritores y pintores de las Pitiüses se han unido en torno a cuadros y textos, como si fuera, por supuesto sin saberlo, inesperadamente, un último y merecido homenaje a esta sala que tanto ha hecho por la cultura durante los últimos treinta años.