Fotógrafa, escritora y, sobre todo, ilustradora. La artista italiana Judith Lange participa por segundo año consecutivo en las jornadas Puerto Mediterráneo del Libro. Si el año pasado presentó en Ebusus sus dibujos para los ´Cronopios y Famas´ de Julio Cortázar, en esta ocasión muestra los diseños que ha creado para las obras de Juan Carlos Onetti dentro de la exposición homenaje al escritor organizada por el Centro de Arte Moderno de Madrid.

—¿Los libros ilustrados han dejado de ser sólo para niños?

—Sí. Los libros ilustrados son para niños grandes. Una parte de mis diseños pueden parecer infantiles, porque son jocosos. Es una compensación, cuando son terribles son siempre irónicos.

—Como el póster que ha diseñado para las jornadas Puerto Mediterráneo del Libro.

—El que finalmente han escogido recuerda un poco a las ilustraciones que hice para ´Cronopios y Famas´, de Julio Cortázar. Esos personajes todavía están en mi cabeza. Para el póster hice cuatro diseños basándome en los versos del pueblo cuna que me enviaron y que son el lema del encuentro: ´Cuando el pez está en el océano, el océano es infinito. Cuando el pájaro está en el cielo, el cielo es infinito´. El que escogieron es el primero que pinté. Luego diseñé otros dos que no gustaron tanto como el primero, y finalmente creé un rostro con tinta china en color sepia que se ha convertido en el logotipo de la asociación Puerto Mediterráneo del Libro.

—Muchos de sus dibujos tienen un punto oscuro.

—Sí. Cuando empecé las ilustraciones de Onetti también mostré la parte oscura. Unas son las mujeres de la obra de Onetti, otras son las atmósferas, los personajes, el misterio. Historias muy dramáticas.

—¿También es así cuando ilustra para niños?

—Sí. Cuando mi hija era pequeña, diseñé un libro para ella, un libro infantil, ´Hanna la cabra´. La cabra era una persona, mi abuela, una cabra semítica que tiene un final muy dramático. Para la niña, sin embargo, la historia no era dramática, sólo melancólica. Casi siempre he hecho libros para mayores, aunque ´El cuento del minotauro´ tiene cierta inocencia infantil. Me gusta mantener esa inocencia, incluso en el drama, y me gusta que la gente se asombre con los personajes.

—¿Hay alguna diferencia entre ilustrar para niños y para adultos?

—No. En el trabajo, la seriedad es la misma. Me tomo igual de en serio a los niños que a los adultos. En ambos casos, y como para todas las artes, es necesario imaginación y mucha disciplina.

— ¿En qué se inspira para ilustrar?

—La inspiración de muchos de los diseños que he hecho en mi carrera está en la literatura. En mitos, en fábulas. Soy una lectora voraz y las ideas me vienen de lo que ya está escrito. Siempre que leo pongo en marcha la imaginación, creo las imágenes en mi cabeza. La primera fantasía es la de la palabra escrita. Con ella imaginas situaciones, atmósfera, colores, paisajes… La buena literatura siempre te regala imaginación para las ilustraciones.

—Hay quien dice precisamente lo contrario, que las ilustraciones de los libros hacen que la imaginación trabaje menos.

—No, para nada. Al revés. Precisamente ése es un gran problema cuando haces ilustraciones para grandes autores, como fue el caso de los ´Cronopios y Famas´ de Julio Cortázar. Nadie había diseñado hasta entonces estos personajes, cada lector había creado su propia imagen de ellos. Abstractos, animales, personas. Le di muchas vueltas porque era una responsabilidad muy grande y al final opté por algo mixto. Figuras grotescas pero humanas. Creo que encontré el camino para dibujarlos y al mismo tiempo dejar al lector que continuara imaginando. Esos personajes de las ilustraciones son sólo una posibilidad, una interpretación, la mía, pero todo el mundo sigue teniendo las suyas. Yo he pintado algo muy personal que no debe afectar a la imagen del que lee. Aunque Monet pinte nenúfares, cada uno sigue viendo las flores de manera diferente. La imagen de un ilustrador es sólo una imagen más que se suma a todas las demás.

—¿Hay algún libro que le gustaría ilustrar?

—Sí. El ´Bestiario´ de Cortázar. De hecho ya he empezado con la historia del hombre que vomitaba conejitos. También un libro de Rosalba Campra, ´Herencias´. Mientras lo leía se me ocurrían miles de imágenes que están ahí esperando.

—¿Las ilustraciones cuentan más detalles que las palabras a las que acompañan?

—Sí, una ilustración no es sólo una ilustración. Siempre cuentas algo más. Muestras una atmósfera. En uno de los cuentos de Onetti, por ejemplo, hay una mujer que no tiene nombre. A la hora de dibujar tuve un flash. No he pintado a la mujer, sólo dos piernas con zapatos rojos caminando. Seguramente tiene más fuerza que siga siendo una desconocida sin nombre que camina en la noche por una calle que mostrarla por completo. A veces puedes inventar lo que ves porque las palabras son miteriosas. Si pintas un perro con una mano que se le acerca no sabes si la mano va a acariciarlo o a pegarle.

—Cuando ilustra textos de autores tan conocidos como Onetti o Cortázar que ya ha leído muchísima gente, ¿no le da miedo?

—¿Miedo? Sí. Mucho, pero cuando te pones a pintar desaparece. Sacas tu propia personalidad y recuerdas que el trabajo es un gran intercambio de ideas y pensamientos entre artistas. El miedo se pasa rápido.