En el verano de 2013 la historia de la aeronáutica pitiusa debería poder señalar un nuevo hito: la finalización de la cuarta ampliación importante que sufre el aeropuerto. Entonces está previsto que culmine un proyecto que se inició en 2007, tendrá un coste total superior a los cien millones de euros y se ha estructurado en dos fases. La duración total de la obra es de casi seis años, aunque la estacionalidad del tráfico aéreo en la isla obliga a reducir al mínimo la actividad en verano, por lo que a efectos prácticos la dirección de AENA divide el calendario en «inviernos».

Esta remodelación se explica desde la dirección del centro como una «adecuación de las instalaciones». La palabra «ampliación» está desterrada, sobre todo por cuestiones técnicas. La estructura principal de la terminal únicamente crece hacia los lados, en concreto setenta metros hacia el noreste y cincuenta metros hacia el suroeste. Incluso, el director del centro, José Antonio Álvarez Fernández, sostiene que esta «adecuación» no prepara al aeropuerto para recibir muchos más pasajeros.

De hecho, cuando las obras estén finalizadas el aeródromo podrá absorber entre un diez y un quince por ciento más de usuarios al año, cuando ahora gestiona cuatro millones (contabilizando las entradas y las salidas). «Es importante recalcar que prácticamente no hay ampliaciones, sino mejoras en la calidad del servicio y se modernizan y optimizan todas las instalaciones», recalca Álvarez.

En cuanto al proyecto, la primera fase, que se prevé que finalice en mayo del próximo año, se inició en 2007 y ha tenido un coste de 35 millones de euros, aunque salió a licitación por casi 43 millones. La segunda parte de la obra ha sido adjudicada por 59 millones y se desarrollará durante los meses de invierno próximos hasta 2013. A estos costes, que suman 94 millones de euros, hay que añadir al menos otros siete u ocho millones en «expedientes asociados», como la dotación de nuevas cintas e hipódromo de facturación (esta zona crece diez metros en profundidad, así como la sala de recogida de equipajes), una red multiservicios y equipamientos, entre otros detalles.

Derribo de estructuras

En la primera parte del proyecto se derribaron antiguas estructuras (como la terminal de carga de Iberia para ampliar el área de facturación) en ambos lados del edificio. En la cara suroeste también ha desaparecido la antigua cantina de la misma compañía aérea y un punto limpio que ha sido trasladado; toda esta superficie acogerá nuevos mostradores de facturación.

Concluyendo con los nuevos anexos, en el ala noreste (donde se ubicaba el aparcamiento de los autobuses del servicio discrecional, que cambiará de sitio) se ha demolido el edificio de los talleres de Iberia para crecer la terminal. En esta nueva estructura se instalará la sala de autoridades (en su actual ubicación se reforzará la estructura y se construirá uno de los dos nuevos núcleos de comunicación verticales de pasajeros de llegada a través de los fingers), un nuevo aparcamiento y las oficinas de la Guardia Civil, aduanas y la Policía Nacional.

Estos dos añadidos laterales del bloque principal y el crecimiento previsto en la «zona aire», que es como se conoce el frontal de la terminal que linda con las pistas, «son las únicas nuevas estructuras que se crearán» dentro del proyecto, matiza el jefe de ingeniería y mantenimiento del aeropuerto, José Manuel Díaz Aused.

En el frontal del recinto, que mira hacia las pistas y el Parque Natural de ses Salines, se construirá un tercer «dique» en la zona más próxima a la torre de control, que saldrá de la fachada y desde el que partirá uno de los cinco fingers que se prevé instalar en una fase posterior, aunque se quiere hacer coincidir su puesta en funcionamiento con el final de la obra de la terminal. La construcción de estas cinco «pasarelas telescópicas» desde la terminal hacia los aviones exige una tramitación especial y separada del resto de las obras debido a las complejidades técnicas que implica.

Precisamente, la instalación de los fingers es una de las causas de la ampliación hacia los laterales de la terminal. Ahora, el aeropuerto recibe a los pasajeros en la primera planta y los despide en la segunda. La altura de los fingers situará la terminal de llegadas también en la segunda planta, lo que obligará a construir en el centro de la terminal las dos estructuras de comunicación (como ya se ha comentado, una ocupará la sala de autoridades actual) y escaleras mecánicas para desalojar a las llegadas directamente a la zona de recogida de maletas, ubicada en la planta baja. «Es todo bastante complicado, pero como no crecemos demasiado, tenemos que reubicar algunos servicios y éstos deben ir a ambos lados de la terminal», matiza el director.

Cambia la fachada principal

Uno de los principales cambios que percibirá el usuario afectará a la fachada principal desde la zona de «tierra», esto es, la entrada de la terminal. Se construirá un paramento exterior que ganará diez metros a la acera y la calle de entrada de vehículos y que consistirá en una estructura independiente que se apoyará en la fachada actual. La estructura (ver imagen superior) cambiará la fisonomía de la fachada y será de cristal con láminas verticales orientables para evitar la influencia directa del sol, lo que permitirá controlar la temperatura en el interior.

Con esta actuación se ganarán diez metros de profundidad en la sala de recogida de equipajes, otros diez en facturación, donde se forman colas importantes en verano, y el mismo espacio en la zona común de la terminal, que ganará en altura dando una mayor sensación de amplitud.

Dos entradas subterráneas partirán desde la fachada de la terminal hasta el aparcamiento de vehículos privados, ya que en un futuro no se descarta ampliar esta estructura bajo rasante. Las puertas de entrada al aeropuerto serán giratorias, lo que ayudará a ahorrar energía.

Las medidas para lograr la eficiencia energética han propiciado en los últimos nueve años reducir a la mitad el consumo de agua (el riego de todos los jardines se realiza con agua reutilizada) de 100.000 a 50.000 toneladas al año. En un terreno situado al suroeste se construirá un aljibe de 1.500 toneladas de capacidad.