En 1730 (s´any des tro) una explosión destruye el polvorín del baluarte de Santa Lucía, matando a quince personas, hiriendo a muchísimas más y destrozando la espadaña de la iglesia de Santo Domingo.

En el año 2007, el pasado día 3 de julio para ser más precisos, ha sido presentado en el Ayuntamiento un anteproyecto para acondicionar un aparcamiento dentro de este baluarte, que si no tendrá las consecuencias trágicas de aquella explosión, confío en que hará más ruido, mucho más, y tendrá consecuencias muy ventajosas para la ciudad, toda la ciudad.

Para los que vivimos en Dalt Vila, y para todos los ibicencos en general, ha sido un día que quedará marcado por la presentación del estudio que debe poner fin a la degradación que la ciudad histórica sufre de una manera continuada y que no frenarán los esfuerzos meritorios que la Administración hace restaurando edificios, pavimentando calles, abriendo museos, etc., pero que en el fondo es un parcheo que no ataca el problema principal.

El problema que hay para la ciudad histórica es que paulatinamente se va despoblando, siendo en invierno una ciudad prácticamente muerta, y en verano con demasiado trajín debido a la afluencia turística. Los que vivimos en ella unas veces nos encontramos encerrados, aislados, y cuando viene el verano parece que sobramos, mirando atónitos ese flujo que nos invade. Ante estos problemas, ¿nuestros hijos continuarán en las casas donde nacimos o, como tantos otros, abandonarán el barrio?

Los barrios históricos tienen muchos problemas: casas que no reúnen las condiciones a las que todos aspiramos, coches que invaden unas calles que no fueron hechas para ellos y que impiden la entrada a las propiedades y el paso de bomberos o ambulancias, imposibilidad de aparcar estos coches, sin saber muchas veces dónde dejarlos; dificultades para personas incapacitadas debido a la falta de un transporte público, frecuente, subvencionado y a veces inexistente; elevados costes de cualquier reparación en el inmueble debido al continuo deterioro que sufre; falta de espacios públicos para disfrute de niños y vecindario.

La Asociación de Vecinos de Dalt Vila, que preside don Luis Llobet, ha tratado de subsanar estos problemas poniendo en conocimiento de nuestras autoridades todas las necesidades del barrio y ha denunciado además los atropellos que arquitectónicamente se cometían; por esto pensó en el vaciado del baluarte de Santa Lucía para crear en él un gran aparcamiento que permitiera eliminar los coches que siempre invaden nuestras calles y humanizara más nuestro barrio. Los redactores de este estudio fueron la arquitecta ibicenca Amelia Molina Marí y el catedrático e ingeniero de Caminos, Canales y Puertos Eugenio Oñate Ibáñez de Navarra. Este anteproyecto presentaba varias posibilidades, pero deja clarísimo que para nada afectaría ni a las murallas ni al polvorín, monumentos históricos que tienen la máxima protección.

El baluarte de Santa Lucía, situado sobre sa Penya, es la parte situada más a levante de la ampliación que Jacobo Paleazzo (El Fratin) hizo en 1578 sobre la muralla inicial que, bordeando la medieval existente, trazó J. B. Calvi en 1554. Este baluarte fue levantado sobre el Puig de Santa Lucía que, al dominar por su altura parte del recinto dibujado por Calvi, era imprescindible incorporarlo y al mismo tiempo permitía una ampliación de la Vila. Como se puede ver en planos antiguos esta colina está bordeada por unas cortinas inclinadas (como actualmente podemos apreciar en el Revellín, frente al Ayuntamiento, o en las excavaciones que se hicieron en la Ronda Calvi, detrás del Convento de las Monjas) que se apoyan en unos contrafuertes que están separados unos cinco metros. O sea, que al vaciar el baluarte quedaría visible la parte interior de la muralla, sin ningún peligro para ella; al contrario, puesto que los diversos forjados del aparcamiento se adosarían a dichos contrafuertes.

Este estudio consta de cinco niveles con entradas y salidas por la Carroza y al pie del baluarte, detrás de la Peixateria. Esta última se rebajaría para horadar en la roca, sin tocar la muralla. La planta superior podría ser en parte un centro cultural, con camerinos para las funciones que se hacen sobre el baluarte, aseos, etc. La capacidad sería de unas 326 plazas, según lo que se hiciese en la planta superior.

En fin, esto es un estudio, técnicamente posible y con una financiación que debería buscarse en diferentes instituciones de la Unión Europea, y que los vecinos de Dalt Vila deseamos y queremos que pronto se transforme en un proyecto y más tarde en realidad.

Hemos promovido esta solución, que creemos es una gran idea y merece el apoyo de todos los ibicencos, de todos sin excepción, pues de realizarse (después de las decisiones que el Ayuntamiento tendrá que tomar, de las ayudas que tendrá que buscar), cuando se inaugure harán más ruido el júbilo y las esperanzas de una vida ciudadana mejor, que el que pudo hacer la explosión de 1730.