Opinión | Desde la marina

Cruceros en la Savina

Formentera desborda el vaso con los visitantes que ya tiene

Diario de Ibiza recogía hace unos días la brillante propuesta de un tal Alberto Pedraza –según nos dicen, condenado por estafa por la Audiencia Nacional- de ampliar a lo bestia en Formentera, con un nuevo dique, paralelo al que ya existe, el puerto de la Savina. Una ocurrencia de juzgado de guardia, cuando Formentera desborda el vaso con los visitantes que ya tiene. Los especímenes que pululan, como es el caso, por estos mundos de Dios buscando una pasta gansa, ven su particular El Dorado en nuestras islas. Alguien ya propuso en su día una base de hidroaviones de pasaje en s’Estany Pudent –la publicidad, por supuesto, diría ‘de los flamencos’-, y una línea interinsular y ordinaria de helicópteros, y una macrourbanización en Barbaria. Es posible, incluso, que algún espabilado quiera montar un casino en la Mola y, puestos a decir estupideces, se podría construir un puente espectacular entre sa Punta de ses Portes, s’Espalmador y Trocadors. Aunque sólo serviría para epatar al personal, porque de hecho ya tenemos en los freos, mientras dura el estiaje, una auténtica autopista marina, posiblemente la más transitada del todo el Mediterráneo.

Sorprende el descaro y la desvergüenza de don Alberto –me cuesta ponerle ‘don’- cuando se atreve, incluso, a tentar con comidas y halagos a algunos empresarios locales para venderles su disparate. A tan ingeniosos promotores y muy especial al señor Pedraza –empresario vinculado a Puertos y Litorales sostenibles (PyLS), personaje que les sonará por la jugada, mala jugada, del Club Náutico ibicenco-, uno les aplicaría lo que recoge el bueno de Samaniego en ‘las moscas’, una de sus aleccionadoras fábulas: “A un panel de rica miel, / dos mil moscas acudieron, / que por golosas murieron / presas sus patas en él. // Otra dentro del pastel / enterró su golosina. / Así, si bien se examina, / los humanos corazones / perecen en las prisiones / del vicio que los domina”. Pues eso. ¡Que no nos vendan la moto! ¡Que se vayan con la música otra parte.

Suscríbete para seguir leyendo