Opinión | Tribuna
Lo que se juega en Europa
Comienza una campaña electoral que desembocará el próximo día 9 de junio en unas elecciones al Parlamento Europeo que pueden ser históricas. Y lo pueden ser por varios motivos. El primero, sin duda, por el resultado directo de las mismas. La composición de la cámara puede sufrir cambios sustantivos que, de producirse, con toda probabilidad afectarán al devenir de algunas de las políticas que se han convertido durante los últimos años en políticas motoras de la propia UE, quizás aquellas vinculadas a la lucha contra el cambio climático y la transición verde sean las más evidentes, pero, desde luego, no es la única.
Los retos por delante en el nuevo ciclo político que ahora se abre no son menores. La manera y el orden en el que se introduzca la nueva agenda política que salga de la nueva Comisión determinará durante los próximos años el rumbo y la naturaleza que adopte la UE, algo que no es menor en absoluto. En junio se votará entre políticas de austeridad o escudo social, sobre la expansión de los presupuestos en Defensa para sostener una autonomía estratégica meramente militar. Pero también votaremos para definir el papel de Europa en el mundo tras el enorme descrédito por la aplicación de los dobles raseros en Ucrania y Gaza.
La puesta en marcha de la transición verde con toda su complejidad, será también de vital importancia, dadas las resistencias que existen y las contradicciones que incorpora el lanzamiento de las energías renovables en relación con las cuestiones de sostenibilidad y sus relaciones con África o con América Latina como países ricos en materiales raros y necesarios para llevar a cabo dicha transición. Y, por supuesto, las políticas de migración y asilo seguirán siendo protagonistas especialmente ahora que, una vez aprobado el Pacto de Migración y Asilo existe luz verde para avanzar en la necropolítica que construye la Europa Fortaleza y en el proceso de externalización migratoria. De este modo es más comprensible la declaración emitida por quince Estados miembros el pasado día 16 de mayo en la que piden de manera explícita que externalice la política de inmigración y asilo para “romper las estructuras de incentivos que impulsan los movimientos migratorios irregulares”. Es decir, la externalización de la gestión mediante la transferencia de competencias a los países terceros, y, por tanto, perdiendo cualquier jurisdicción en el caso de vulneración de derechos humanos. Todos aquellos valores que la UE se ha enorgullecido en mostrar al mundo están quedando opacados ante este tipo de políticas y de propuestas.
Y, finalmente, por supuesto, hacia lo que todo el mundo mira en este momento, a una mayor presencia de las derechas nacionalistas y ultras que pueden hacer determinar un punto de inflexión entre las fuerzas políticas que apuestan por la democracia y los derechos humanos y aquellas otras que lo cuestionan. A la luz de las encuestas parece que el Parlamento Europeo se desplazará de manera dramática hacia las derechas de toda naturaleza y, como ya comenzamos a intuir, también impactará sobre la tradicional alianza entre socialistas, centroderecha y liberales. Los movimientos que se comienzan a atisbar entre Von der Leyen y Meloni, no hacen intuir nada bueno ni para Europa ni para la democracia ni para el Estado de Derecho.
Mucho está en juego y, sin embargo, estas elecciones se volverán a celebrar en clave nacional, mostrando a Bruselas como algo lejano y ajeno, nada más lejos de la realidad.
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