Opinión | Oblicuidad

Ibiza es capaz de vender hasta Locomía

Las historias sobre el grupo de los abanicos se multiplican porque encajan con el éxito actual, sin maestría ni aprendizaje

'Disco, Ibiza, Locomía'.

'Disco, Ibiza, Locomía'.

Te preguntas qué pinta ese oficinista bigotudo en la discoteca Ku, y resulta que es el mejor sosias de Freddie Mercury que han podido contratar los productores de Disco, Ibiza, Locomía. Después del documental sobre el cuarteto de los abanicos, llega la película de Kike Maíllo, que no es buena ni mala sino todo lo contrario.

El presupuesto escaseaba en Disco, Ibiza, Locomía, donde Ku parece un beach club de barrio antes que una discoteca faraónica. Las masas que aclamaron a los abanicos en Hispanoamérica se reducen en ocasiones a una decena de adolescentes desparramadas. Las bacanales del grupo transcurren en ropa interior. El friso o guiso es tan amateur que fía su suerte a la todopoderosa marca ibicenca.

Disco, Ibiza, Locomía tranquilizará a quienes nunca supieron exactamente en qué consistía la banda de electro dance, porque demuestra que nadie lo ha adivinado todavía. Sus integrantes también ignoraban a qué se dedicaban. Más allá de comportarse como sucedáneos de Milli Vanilli, cuya mayor aportación a la música consistía en no cantar. Ni siquiera discernían si formaban parte de un grupo distópico, donde el fundador monopolista Xavi Font es expulsado antes de inaugurar la gira mastodóntica. Las adiciones, adicciones, sustracciones y elencos paródicos reducen el conjunto a lo que fue durante un suspiro. Una nada muy bien abanicada.

Solo la isla permanece a flote. Ibiza es capaz de vender hasta Locomía, donde la pretensión de que los pseudobailarines normalizaron la homosexualidad funciona como otro placebo hiperbólico. Elevarlos a candidatos al martirio, por haber sido contractualmente obligados a disimular sus apetitos, olvida precedentes tan sabrosos y escabrosos como Rock Hudson.

A pesar de la posición céntrica de Ibiza, previa en el título al nombre del grupo, está profundamente desaprovechada. Locomía succiona el estilo y la marca de una isla que podía dedicar su economía íntegra a explicarle su éxito al resto del planeta. Los axiomas compartidos son despreocupación, libertad hasta el dolor, vive y deja vivir.

El true crime de Locomía es tremendamente actual porque refleja la percepción vigente del éxito en disciplinas fluctuantes, sin necesidad de aprendizaje ni de maestría. La autoconfianza se impone a la profesionalidad, de Ku a TikTok. La multiplicación de los canales de venta tiene como eje al productor. Se asiste aquí a otra extraordinaria interpretación del Alberto Amman, se trata de un actor capaz de orientar una película hacia su santa voluntad, inspirado ahora en el vampírico coronel Parker de Elvis.

El reparto de Disco, Ibiza, Locomía parece tan cansado como cansinos resultan los fragmentos decisivos de la película. No pensábamos padecer jamás una interpretación a medias de la inspiradora Blanca Suárez, no esperamos demasiado de Jaime Lorente. La protagonista a la que mejor sientan la bata, las hombreras y los zapatos en punta que no viste es la energética Llum Barrera, redonda en su mamá Almodóvar. Casi logra despertar al espectador.

Suscríbete para seguir leyendo