Opinión | Tribuna

Toni Pedro

Ibiza ha muerto. Ahora debe resurgir

Es hora de reiniciar la lucha. Es hora de que todos seamos una unidad. Ibiza ha muerto, pero aún quedan supervivientes que ven la realidad y por ellos PROU ha convocado una concentración para el día 24 de este mes a las 20 horas frente al Consell para dinamizar esta supervivencia y para alentar a todos a seguir resistiendo por una isla que habiendo muerto ahora debe RESURGIR, resistir y pervivir.

Ibiza està tomada por la hipocresía, la fama y por supuesto por el dinero con un resultado de descontrol enorme entre la población. La enorme diferencia es que desde la última manifestación pública ecologista (PROU, Vara de Rey 20 abril 2018) la presión poblacional y turística, el desenfreno, la construcción y la delincuencia entre otros muchos factores ha aumentado exageradamente y de forma gravísima en estos últimos seis años.

Desde la última movilización pública y casi sin darnos cuenta nos encontramos en la actualidad con un incremento espectacular de construcciones que aun así no pueden abastecer las necesidades de los miles de trabajadores que el sector necesita. No los puede colocar. Malviven muchos ilegalmente en caravanas y campamentos.

Desde abril ha aumentado espectacularmente el número de vehículos a motor. Un lapso temporal que ha masificado aún más lo que se advertía hace más de cuarenta años. Para citar un periodo concreto y según el Instituto Nacional de Estadística en 25 años la población de Ibiza se ha duplicado. Ha pasado de 78.867 habitantes en 1996 a tener contabilizados 152.820 personas en 2021. Actualmente estamos sobrepasando los 163.000 habitantes.

Como vemos son estadísticas oficiales y además la calle no engaña. Barrios enteros de la ciudad y las poblaciones de toda la isla han experimentado crecimientos vertiginosos de construcciones para albergar el aumento poblacional. Este régimen no lo soporta la isla ni ninguna otra localidad similar y mucho menos con el incremento poblacional y de negocio que lleva consigo, como bares, automóviles, negocios de todo tipo, y sobre todo un excesivo número de residentes que durante el verano se dispara llegando a duplicarse. Según una publicación de la SER el 9 de noviembre de 2023, la población en agosto del pasado año llegaba en Ibiza, incluyendo a turistas, a un total de 341.000 personas. Cifras totalmente desorbitadas e insufribles para la isla.

Pero el problema serio no debe equipararse exclusivamente al número de habitantes, siendo este totalmente indeseado. La problemática llega cuando entre tanta gente, se producen todo tipo de molestias, accidentes, altercados y agobios y todo eso sin contar con el consumo absolutamente insufrible de agua potable, sobre todo en duchas y en miles de piscinas.

Son datos estrictamente oficiales; pero aparte de la exageración del incremento poblacional y turístico, hay lógicamente un aumento desmedido de la construcción, que sumando ambos aspectos convierte la isla en un estercolero social alejando cada vez más a las familias turísticas y atrayendo a visitantes esporádicos jóvenes a quienes les importa un bledo la isla y lo que se haga con ella. Sin embargo, lo más grave ocurre entre las personas que viven todo el año en Ibiza y que en la inmensa mayoría rechazan todas esas consecuencias negativas que comporta el modelo actual de turismo que persiguen desesperadamente las instituciones públicas en las ferias turísticas.

Ahora, cuando la isla está deshecha, desordenada y caótica resulta todo más difícil y especialmente volver atrás es imposible e irreal. Hemos perdido aquella tranquilidad y paz que atrajo a tantos visitantes, una multitud que se convirtió en un afán para aumentar cada año en más y más cantidad de personas, de negocios y, como no, de dinero. Un dinero que se ha centrado en unos pocos personajes pero que con las migajas han vivido muchos residentes e incluso se han enriquecido. Cambiar todo esto y volver atrás resulta hoy casi imposible. Y ahora no se puede hacer nada más que frenar el avance del despilfarro; y aun así, no podemos recuperar la isla de antaño de la calma, tranquilidad y dinero para todos. Somos muchísimos los que queremos disfrutar de un trozo de la isla alocada. Somos demasiada gente en una isla limitada y con tan poco espacio del que disponemos.

¿Hemos de crecer hasta límites infinitos? o ¿deberíamos establecer unos límites poblacionales, extralimitados ya, para que todos los habitantes pudieran trabajar y vivir con comodidad? Es un dilema difícil de resolver porque el negocio manda; los que tienen viviendas las ponen en alquiler, suben precios y en verano echan a los que están y las llenan de turistas que pagan el doble…

El problema de la falta de vivienda, como consecuencia directa de la masificación y que es relativamente nuevo, es solo la famosa punta del iceberg, el resto de molestias (infinidad de coches, caravanas, piratas, delincuencia, alborotos, construcción por doquier, oferta ilegal, exceso de ruidos y sensación de desprotección ante tantas tropelías), derivado precisamente del aumento poblacional y turístico es lo que realmente extermina la isla.

Para acabar, reincidir en que Ibiza ha muerto, aunque todavía malvive aún una isla exprimida y sobrepasada por su fama, una isla embaucada por el dinero y totalmente despreocupada por su futuro mientras hoy siga habiendo ganancias. Mañana Dios dirá… n

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