Opinión | Para empezar

El barrio nunca marcha de ti

Una de las cosas buenas de este oficio es que te permite conocer las distintas realidades de la sociedad. La semana pasada, por ejemplo, el lunes estuve en el campamento de infraviviendas de Sant Jordi, mientras que el miércoles me encontraba en el tejado del Hotel Nobu en un evento con un actor de Hollywood. El lunes charlaba con unos tipos que viven en una chabola y hacen sus necesidades entre los arbustos, y el miércoles me ofrecían sushi en un lugar con unas vistas fabulosas. No voy a escribir moralejas moralizantes ni a lamentar por enésima vez en qué se ha convertido esta isla. Las imágenes son tan potentes que la historia se escribe sola y no es necesario que venga a subrayar lo que ya es evidente. De hecho, he venido aquí a hablar de mi libro, que es de lo que se trata en una columna de opinión.

Y mi libro es que el lunes enseguida conecté con los habitantes del campamento. Su reticencia inicial era lógica, porque nadie quiere hablar de su miseria ni exponerse de esta manera en los medios de comunicación. Pero una vez se estableció una confianza, la conexión fue muy sencilla. Gente trabajadora que ha venido a la isla a ganarse la vida, lo mismo que hice hace casi veinte años cuando aterricé aquí, con la diferencia de que yo contaba con un mínimo colchón económico y de que, en esa época, las cosas no estaban tan difíciles como ahora. La vida puede tener giros de guion muy jodidos, y que nadie está a salvo de la pobreza.

En el evento del miércoles, en cambio, pese a que me trataron de manera exquisita, me sentía fuera de lugar. Por temas laborales he tenido que asistir a eventos de ricos y siempre he tenido la sensación de ser un intruso. Yo me habré marchado del barrio, pero el barrio nunca se ha ido de mí. Eso sí, en ese acto glamuroso me acerqué a dos modelos y cotilleé su charla y, por su acento y sus expresiones, me di cuenta de que eran también de barrio, y que ellos tampoco acababan de entender esos lugares extraños cuyas puertas habían logrado abrir gracias a su belleza. Y no les dije nada pero pensé que ellos, esos figurantes, eran los tipos más interesantes de aquel lugar.

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