Opinión | Para empezar

La memoria «derogada»

Joan Torres Ribas, matrícula 5319 de Mauthausen y último superviviente pitiuso de los campos nazis, falleció en el exilio en Francia en el más absoluto de los olvidos. Ni siquiera los bancos de memorias recogen la fecha de su defunción. No voy a recordar aquí su historia y los horrores que sufrió en los mataderos de Hitler por su defensa de un gobierno emanado de las urnas y su lucha contra la barbarie nazi, que rescató mi añorado Xicu Lluy, pero sí que ha tenido que pasar casi medio siglo desde la muerte del dictador para la primera reparación en Ibiza. Hace menos de dos años que una ‘stolpersteine’ lo nombra junto a una decena más de deportados en s’Alamera. Y aun así molestan. Los que se declaran «orgullosamente franquistas» quieren volver a enterrarlos, reescribir el infierno de los cientos de miles de muertos y represaliados del golpe de Estado y la dictadura. De Miguel Hernández en su celda, del hambre y la cebolla, los exilios y el garrote vil... Del futuro negado a nuestras madres o abuelas, sometidas a la tutela del marido aunque las moliese a palos. De 40 años de crimen, oprobios y miedo. «Es como si volvieran a fusilar a mi abuelo», decía un nieto de represaliado sobre los pactos de PP y Vox, y hoy el Govern balear se dispone a apretar nuevamente el gatillo y derogar la ley de memoria para que la ultraderecha pueda seguir ensalzando al dictador sobre los derechos de sus víctimas. Solo le recuerdo a Marga Prohens que quien niega reconocimiento y justicia a quienes lucharon por la democracia es porque nunca ha creído en ella. No era «rencor», es nuestra historia.

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