Opinión

Semana Santa sí, por supuesto

Desde mi agnosticismo, a favor de la Semana Santa, por supuesto. Tuve la revelación hace tiempo, cuando conocí las procesiones en Hospitalet de Llobregat, en las afueras de Barcelona. Eran laicas y las imágenes no salían de una iglesia sino que se custodiaban en el local de la asociación de vecinos. Era en un barrio de gente trabajadora, emigrante, que votaba abrumadoramente a la izquierda. Muchos no eran creyentes, pero eso daba lo mismo. La imagen de la Dolorosa interpelaba a las vecinas: el dolor de una madre por la muerte de un hijo era algo que conocían de primera mano aquellas mujeres de los años duros de la heroína. La llegada de los romanos para apresar al Cautivo no difería mucho de la policía entrando en las casas para llevarse a alguien detenido. El Ecce Homo, el inocente vejado a manos de la autoridad, evocaba el recuerdo de quienes habían sido torturados por el franquismo. La Semana Santa se puede resignificar y puede ser lo que cada uno quiere que sea. Se puede amar si se ama el arte barroco o la antropología. Es un fragmento del siglo XVII conservado en ámbar vivo. Se puede ver desde una óptica neopagana o queer y LGTBI -como ya hicieron los artistas Ocaña y Nazario en los setenta con sus performances- o, incluso, se puede disfrutar desde la estricta ortodoxia católica, faltaría más.

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