Gerret, ostras y caviar

Xescu Prats

Xescu Prats

De entre los titulares publicados por la prensa estos días hay algunos que conducen a la náusea. Ahí tenemos, como ejemplo, todos los relacionados con el hediondo asunto de la adquisición de mascarillas defectuosas por parte del Govern de Francina Armengol, pagadas a precio de oro en los tiempos del covid, y las presuntas comisiones generadas con la operación. O también, dejando al margen las guerras intestinas entre el equipo de gobierno del Consell Insular de Formentera, las dádivas que éste ha concedido a un medio de comunicación ultra, que se caracteriza por la difusión de noticias falsas y el engaño sistemático a sus seguidores, a cambio de promocionar turísticamente la isla.

Cuando con el curso de estas inexplicables operaciones se financian los basureros de la información –sean de la ideología que sean–, se acaba generando un vínculo entre la marca de las islas y estos mismos panfletos, logrando justamente el efecto contrario al que se pretendía; es decir, la antipromoción por asociación del destino a las taras y defectos que caracterizan al medio en cuestión.

Algunos actores de la política actual se empeñan, con sus acciones, en proporcionarnos esta imagen de lodazal perpetuo, lo que no hace más que incrementar la desafección de los ciudadanos hacia un oficio que debería figurar entre los más nobles del escalafón, en vez de instalarse entre los más desprestigiados.

Tal vez por este hastío y desapego hacia la política, ha habido un tercer titular que, aun refiriéndose a una cuestión mucho más prosaica, me ha producido un sarpullido todavía más candente. Lo publicaba Diario de Ibiza y literalmente decía así: “Ibiza es el lugar del mundo donde se consumen más ostras y caviar”.

En la isla no cultivamos ostras en la desembocadura del río de Santa Eulària ni pescamos esturiones con curricán junto a los arrecifes de es Vedrà. No son productos que tengan la menor relación con la isla, pero los enarbolamos junto a la bandera del lujo como si constituyeran nuestra mayor virtud. Y lo hacemos sin freno, vendiendo una Ibiza que a muchos residentes nos repele y que no guarda la menor relación con la herencia de nuestros antepasados.

No se trata de renunciar a ofrecer un producto de la máxima calidad a los turistas que nos proporcionan el sustento, sino de hacerlo de una manera más elegante y discreta, sin esta permanente exhibición de banalidad. Además, incorporando a la rueda lo que es auténtico y realmente isleño, de forma que esta riqueza y crecimiento también se expandan hacia los productores locales.

En el mundo hay cadenas hoteleras y empresas turísticas que operan con los más elevados estándares de calidad, pero que huyen del concepto “lujo” aunque en realidad lo ofrezcan. La razón es que el lujo por el lujo, sin nada más, atrae a un perfil de turista que tal vez gasta sin freno, pero que resulta mucho más infiel y, en cualquier momento, empujado por la corriente de las modas y las tendencias, acaba buscando lo mismo en otra parte. Estos establecimientos prefieren cautivar otra tipología de cliente que gasta lo mismo, pero que además busca un enriquecimiento a través de experiencias con lo auténtico y lo local. Un turista exclusivo, pero culto y respetuoso.

El mismo individuo que proporcionaba el titular de las ostras y el caviar, un representante de una empresa importadora en busca de clientes en la feria Horeca, donde al parecer los consiguió a puñados, apostillaba que la gran mayoría del caviar del mundo ya no lo producen los esturiones que nadan salvajes en las aguas del Caspio, sino un número creciente de piscifactorías chinas, que ya han provocado que el precio descienda por encima del 80%. Una metáfora, por tanto, del lujo barato, que a su vez es un concepto que resume la deriva que lleva Ibiza en estos últimos años. Y no por los precios que se pagan, sino por las realidades que se reciben. Me comentan, asimismo, que al menos otros dos restaurantes de cocina tradicional marinera de la costa ibicenca muy representativos cambian de manos esta temporada, integrándose en esta corriente que arrastra la Ibiza real hacia el sumidero.

El tesoro de Ibiza no es el caviar ni las ostras, sino el gerret y tantas otras cosas nuestras, como lo demostraron el pasado sábado los miles de ibicencos que, de forma masiva, como cada año, acudieron a la popular feria de Santa Eulària. Esa Ibiza, sin embargo, cada vez le llega menos al turista, porque la ola del lujo lo engulle todo. Tanta artificiosidad en exceso acabará hundiendo la marca Ibiza o la transformará en un sucedáneo con el cual no podrá identificarse un solo ibicenco de corazón, salvo aquellos que se llenan los bolsillos con ello. Este empeño en la mediocridad no se entiende ni se justifica.

@xescuprats

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