Una ibicenca fuera de Ibiza

Estoy buena y soy buena

Pilar Ruiz Costa

Pilar Ruiz Costa

La semana pasada dediqué el artículo a una frivolidad: los solteros que se fotografían con perros para aumentar su éxito en aplicaciones de citas dejando fuera, con premeditación y alevosía —lo que viene siendo no mezclar churras con merinas—, de esta compilación de imágenes otra sección tan extendida como indigna: fotografiarse con niños pobres.

‘Humanitarians of Tinder’ (‘Humanitarios de Tinder’), es una web dedicada a recopilar fotografías de usuarios de Tinder (predominantemente veinteañeros, de clase media y blancos) posando con niños (ya saben: pobres, descalzos y más oscuros). Solamente las fotografías, sin añadir un solo título o comentario porque hay imágenes, vaya que sí, que valen más que mil palabras. Un abanico inacabable de solteros aventureros que no solo viajaron a países exóticos y vivieron la experiencia de ayudar a quienes “no tienen nada pero sonríen” y “son felices con lo poco que les des”, sino que les pareció buena idea hacerse un selfi y publicarlo para mostrar lo bueno que estoy y lo bueno que soy. Harry 29, muéstrale al mundo cuántos niños pobres son capaces de abarcar esos brazacos o, bienvenidos al que probablemente sea el ejemplo más vergonzante del ‘volunturismo’.

Volunturismo: formado a partir de voluntariado y turismo. Con este término se alude al ‘turismo que incluye colaboraciones breves en proyectos solidarios’ (Fundéu, la Fundación del Español Urgente).

Esta floreciente industria se retroalimenta de la moda de viajar a los mismos lugares que todo el mundo, pero tildándolo de “viaje único” gracias a vivir, aunque sea por un rato una “experiencia solidaria”, y del afán de compartirla en redes sociales. Y si eres soltero... ¡no te cortes! ¿cómo no aprovechar que sales monísimo con ese aura de salvador blanco para tu foto de perfil?

Y aunque la mayoría de estos volunturistas lo harán con la mejor de las intenciones, muchos no son conscientes de que mantienen tramas delictivas. Permítanme ponerles el ejemplo de los orfanatos en Nepal.

Una rápida búsqueda por internet nos ofrece decenas de opciones de participar en un “voluntariado de dos semanas” desde 495 dólares —sin incluir billetes de avión, visado, seguro médico, vacunas ni contrato—, cuando el salario mínimo del país son 115. Pero son también muchas las agencias de viaje que añaden a su oferta de excursiones de trekking o visitas a templos, por tan solo 250 dólares, un “voluntariado de 8 horas en un orfanato” que te permite la tierna —y fotografiable— experiencia de comer o cenar con los niños.

El problema deriva cuando el atractivo —y por lo tanto la materia prima de este lucrativo negocio de voluntarios— son los niños. Los “orfanatos” necesitan “huérfanos” y así aparece la figura de los reclutadores que viajan a aldeas empobrecidas en búsqueda de padres desesperados a los que convencer de que, por un módico precio, brindarán a sus hijos alojamiento, comida, educación y el mejor de los cuidados. Muchos padres persuadidos de que esto significará un mejor presente y futuro para sus hijos, se los entregan. Un estudio de Unicef cifraba en más del 85% los niños en ‘casas de acogida’ en Katmandú y Pokhara que tenía al menos a uno de sus progenitores vivos.

Lo mismito que los volunturistas que con estas manitas ayudaron a “construir” escuelas que jamás se ocupan, pues una vez finalizada la obra se abandona para iniciar otra que represente más donativos y voluntarios. Pero peor, mucho peor. Es el mercado, amigos. El enésimo ejemplo de la oferta y la demanda. Un modelo de negocio tan redondo como espeluznante del que soy cómplice necesario, pero mira este selfi: estoy buena y soy buena.

Sumemos a esta atrocidad el descrédito que el volunturismo inflige al verdadero voluntariado humanitario llevado a cabo por las necesarias ONG. Y si acaso el lector se cuestiona si existirá alguna fórmula para que el viajante bienintencionado pueda discernir entre lo uno y lo otro, que se pregunte si el “trabajo” que ocupa lo podría hacer un local, cobrando un sueldo, en lugar de él mismo, pagando. Si su “selección” para el puesto implica un talento o una preparación específica y va acompañada de un compromiso de permanencia suficiente o basta con estar motivado y contar con el dinero. Si se imagina la posibilidad de que en Mallorca se sumaran a las visitas a la catedral o la Cartuja que los autobuses de alemanes pararan en un centro de niños de acogida para poder hacerse selfis… y ya tiene la respuesta.

Pero si aún así de verdad quieren ayudar a los niños de los orfanatos, por supuesto pueden hacerlo: apoyando a cualquiera de las muchas organizaciones que trabajan para devolver a estos niños a sus familias y comunidades. Organizaciones que se dedican en cuerpo y alma a cerrar para siempre las puertas de estos orfanatos.

Y de vuelta a los solteros; si se fotografía rodeado de niños pobres ¡y lo publica! puede estar bueno pero no es bueno. En esa foto hay egoísmo o ignorancia. Te mereces algo mejor.

@otropostdata

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