Tribuna

«MIIi tee-soo-roo»

«La gran mayoría de negocios de restauración del puerto, cada vez más caros y orientados al turista de lujo, han ido de forma progresiva, arrinconando y apartando del puerto a los residentes isleños»

Javier Serapio

Javier Serapio

Pensar en el puerto de Ibiza tan sólo en términos económicos y especulativos, sin arraigo alguno, sin la más mínima empatía con su contexto histórico y social, traspasando e ignorando sus límites medioambientales que han sido estirados como un chicle con más y más pantalanes, lo ha convertido en una despersonalizada y gélida fábrica de dinero infinito. Por supuesto, no para los ibicencos…

La gran mayoría de negocios de restauración del puerto, cada vez más caros y orientados al turista de lujo, han ido de forma progresiva, arrinconando y apartando del puerto a los residentes isleños, a quienes cada vez más nos cuesta encontrar un lugar “on anar”. Lo mismo ocurre con los costes de los amarres de las marinas privadas, cada vez más inalcanzables para los residentes. Esta tendencia me ha recordado al personaje de Gollum de las películas de ‘El Señor de los anillos’, basadas en las obras de Tolkien: aquella extraña criatura, bajita, de ojos saltones, voz ronca y brazos largos, que iba cambiando el carácter a medida que el poder de un objeto mágico, el Anillo Único ejercía su influencia, volviéndolo cada vez más posesivo, egoísta y tiránico: “Miiiiiii teeee-soooo-rooooo, eeees míoooo”…

El Club Náutico de Ibiza, con 99 años recién cumplidos de historia e integración social ligados a la placenta del mar, se muestra como el último bastión de una manera de entender la vida y la isla unidas al puerto. Los residentes ibicencos “molestamos” a esos sectores de la nueva Ibiza. Nos miran como si fuéramos los últimos indígenas de una regresiva tribu a la que no saben dónde ubicar o cómo echar. El Club Náutico es el actual Anillo Único del puerto, el “teeee-sooo-roooo” que desde hace años está siendo sitiado sin escrúpulos por ese Gollum simbólico de la especulación. Lo que está ocurriendo con esta entidad histórica y necesaria del puerto es, desgraciadamente, un ejemplo: un doloroso, clarificador y vergonzante espejo de lo que ocurre en la isla en general.

Y ante esos vientos, mareas y peligrosas tempestades que iban levantándose, la mayoría de ellas provocadas de forma malintencionada, tal y como tenía la capacidad de generar a voluntad Próspero, el personaje de la obra ‘La Tempestad’ de Shakespeare, ¿cómo ha respondido el navío del C.N.Ibiza? Pues con bravos y certeros golpes de timón, alentado por la pasión, amor y confianza plena en lo que se hace, conocedor del valor simbólico de lo que está en juego. Por un lado, gracias a la fidelidad de sus socios y a la energía revitalizante que los hermosos proyectos de la Escuela de Vela y Un mar de posibilidades revierten en quien los organiza; y por otro, gracias al empuje de la sociedad ibicenca por su cálida respuesta a cada una de las iniciativas propuestas. Todo ello, siguiendo con la responsable dedicación de las labores que le corresponden por la concesión y gestión. Pero, ¿cómo es posible que, además, el C.N.Ibiza en poco tiempo, haya sido capaz de configurarse como una referencia central en la promoción cultural de la isla?: Exposiciones de arte; presentaciones de libros; el Club Náutico de Lectura ‘Tinta de mar’, específico de libros que tienen alguna conexión con el mar; conferencias; colaboraciones con entidades como el Institut d’Estudis Eivissencs; organización de cenas para entidades benéficas; mercadillos solidarios; actividades musicales; cesión de salas para la realización de actividades terapéuticas, como el yoga, a la Asociación Española Contra el Cáncer; convenios con institutos como el Algarb para que los alumnos del Módulo de Navegación puedan realizar sus prácticas de Vela en el C.N. Sí, no tengo duda, también la magia del mar, sirenas, nereidas y Neptuno han estado con nosotros. Los necesitamos.

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