Desde la Mola

La casilla de salida

Valentín Villagrasa

Valentín Villagrasa

Los hechos que concurren en este artículo los ha contado de forma pormenorizada y brillante nuestro colega Carmelo. La opinión la puso con contundencia la directora Cristina Martín. A mí desde la atalaya de la Mola me toca analizar los aspectos telúricos de una situación que creíamos resuelta por la vía del proverbio (no chino, como sería preceptivo) de ‘el rey reina, pero no gobierna’ y pelillos a la mar. El 1+8 del Consell de Formentera dejaba aparcada la ‘crisis’ de los personalismos y empezaba a funcionar como administración. Ahí estábamos cuando desde la presidencia empieza a crearse una guardia pretoriana a eso de 1200 euros de plus (al escrito de Carmelo me remito) y su primera decisión de calado no es resolver el tema quioscos, sino cargarse a Alcaraz de todos sus ‘cargos’ oficiales y dejarlo como mero conseller con asiento, pero sin mando en plaza. No quieres caldo, pues toma dos tazas, diría el sabio. Este lunes, se oficializó el desaguisado, a menos que el secretario del Ayuntamiento no lo impida aplicando la legislación vigente. Ahora toca mover pieza al sumando 8 de la operación mayoría absoluta del 28M.

Mientras los votantes (solo los de unos) se lamentan con resignación (cristiana o no) de la mala suerte de una derecha que ha necesitado 16 años y dos errores de bulto de la coalición de izquierda descafeinada para volver a la ‘alcaldía’ y la ha perdido en apenas seis meses. Lo peor, dicen, está por llegar (yo no me lo creía, hasta antes de ayer) y añaden compungidos: «no volveremos a ganar unas elecciones en esta isla» (no les quito la razón). En la praxis política hay dos soluciones de facto y tres si se aplica la lógica (aunque ya se sabe que la lógica es enemiga de la política). La primera, la lógica, es la dimisión del señor Córdoba (improbable). La segunda es una moción de censura, perdida de antemano. La tercera una dimisión en bloque de los siete que quedan con funciones administrativas. Y caiga la responsabilidad absoluta del gobierno en Llorenç y su guardia pretoriana. Con este panorama, me imagino a Valle Inclán sentado en un banco (arcoíris, claro) mirando al Consell y escribiendo ‘Luces de Bohemia’, obra cumbre del esperpento. A su lado un Dalí (con caballete) pintando el torero alucinógeno donde se define el surrealismo. Con Goya y sus pinturas negras en la sala de exposiciones. Yo me quedo con Tip y Coll y su letanía del absurdo, proclamando «la próxima semana hablaremos de… Llorenç».